jueves, 25 de julio de 2013

25 julio: LUTO y FIESTA

25 julio. SANTIAGO, patrón de España
             No podemos menos que empezar con un dolido recuerdo hacia el trágico accidente ferroviario a las puertas mismas de la Ciudad de Santiago, con elevado número de víctimas mortales y de heridos. Día tan señalado para Galicia, y que quedará marcado para tantas familias como luctuoso.
             En esas víctimas nos toca hoy que empezar a sentir con sentimientos humanitarios, a la vez que como personas de fe, la repetida afirmación de San Pedro en la 1ª lectura: Los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor con mucho valor.  Y más adelante, testificando ante el tribunal. Repite lo que es la gran fuerza de la fe: Jesucristo resucitó. Sean éstos, desde nuestra fe –al mismo tiempo que solidarios en el dolor con familiares y heridos- los motivos de fuerza y esperanza.
             Ya lo dice San Pablo en la 2ª lectura:  Llevamos este tesoro en vasijas de barro. La vasija puede romperse…, de hecho se rompe (de una u otra manera). Lo que nos queda es que saber que apretados, no nos aplastan; que apurados, no nos desesperamos; que acosados, no nos sentimos abandonados; que derribados, no nos rematan.  Esta preciosa oración de fe de Pablo, es la que hemos de saber hoy interiorizar ante la desgracia de tantas personas que, en lo humano, han quedado destruidas, y sin embargo –aun rota su vasija de barro- el tesoro que encerraban permanece. ¡Ésta es la novedad que tiene la fe!: no nos rematan…, siempre tenemos una nueva cabeza que sacar…, y es la seguridad de la Resurrección, unidos a la Resurrección de Jesús…, a la esperanza siempre abierta…, y que tanto necesitamos siempre: no nos rematan.
             Juan y Santiago caminaban con el grupo de los Doce, que iban a Jerusalén, lo que expresa a las claras que iba Jesús hacia su muerte. Pero como la muerte siempre se intenta soslayar, surge una petición a Jesús (en este evangelista es la madre quien la formula) de que en ese reino mesiánico que Jesús va a realizar, le reserven los dos lugares de privilegio y mando a los dos hijos de Zebedeo.
             Una petición que si siempre hubiera sido extemporánea, en este momento es hasta imprudente, muy egoísta, muy interesada.  Jesús debió sentir mucha pena interior. Estaban los discípulos a años luz de la realidad; años luz de lo que Jesús tanto había enseñado…, y de lo que suponía aquel viaje que era el último, porque Jesús desembocaba en el lugar de su muerte.
             La respuesta de Jesús llevaba su cierta dosis de dolor: - No sabéis lo que pedís. Pero Jesús no se deja “rematar”, y levanta rápidamente el vuelo y hace una contraoferta a los dos predilectos: ¿Podéis beber el cáliz que YO he de beber.  [Y he puesto en mayúscula ese YO, porque pienso que debió Jesús hacer fuerza en ello, como algo determinante para la respuesta que debían dar los dos apóstoles].  Y surtió efecto.  Porque ellos poco o nada entendieron de aquel “cáliz” que el Maestro va a beber.  Pero sí les decía mucho que el Maestro iba a beberlo… Por tanto: no entienden mucho la pregunta, pero saben clara la respuesta: CON ÉL, SÍ PODEMOS.
             Ha primado la fuerza de la adhesión personal. Puede darse el aun sin saber por dónde va la cosa.  Es CON JESÚS, y eso les basta. Que luego vengan o no los puestos de privilegio queda ya en segundo lugar…, y –además- ya no dependen de Jesús: es mi Padre quien lo tiene reservado.
             No se habían quedado al margen los otros Diez. No llevaban a mal que los dos hubieran pedido… Lo que les molestaba era que en esa petición de los Zebedeos, el resto quedaba “a la cola”.  Y se indignaron. Porque al final ellos querían también esos “bastones de mando”.
             Y Jesús tiene que sentarse pacientemente y empezar por el principio: el que quiera estar en puesto de privilegio, que se ponga al final. El que quiera ser servido, que se ponga a servir, como Yo hago, que os sirvo siempre, y hasta doy mi vida para salvar a toda la humanidad.
             En lo trágico de este día, y sin despagar los pies del suelo (donde tantos sufren o han perdido la vida), no podemos los creyentes que tener una mirada de fe. Jesucristo ha dado su vida para salvar. Todos aquellos que han perdido su vida biológica, han encontrado de improviso a Jesús Salvador. Creyentes o no, fieles en su fe o no, lo que sí han encontrado es a Jesús que da su vida en rescate por todos.
             El Sacrificio de la Misa, que revive y actualiza el Sacrificio de la muerte de Cristo, y a la vez canta ya el ALELUIA PASCUAL, se abre hoy como pieza fundamental para todos ellos…  Con ellos estamos nosotros en honda solidaridad. El sentido sacrificial se profundiza en nuestra fe…, porque al mismo tiempo estamos apuntando ya a la LUZ de la Resurrección.  En ese fe inalterable nos unimos hoy a la FIESTA DEL APÓSTOL, al luto de las familias, al dolor de los heridos y a ese viaje último de los que han muerto.

             Lo hicieron junto al sepulcro del apóstol que PUDO BEBER EL CÁLIZ de su Maestro…, y hacer que su vasija de barro, rota por el martirio, dejara patente el tesoro inmenso que llevaba dentro.  Ahí está nuestra fe. A los pies de Santiago ponemos hoy a España, a sus gentes, a su juventud…, conscientes del momento crítico por el que pasamos en los diversos órdenes de la vida de los españoles: el de la fe, el de un pueblo desmoralizado, el de la alterada vida social, el de la situación convulsa de la política y los políticos, en el dolor de familias en paro…, en la familia destruida en su mismo ser, por la pretendida fractura del territorio…  ¡Apóstol Santiago!, ruega por ESPAÑA!

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