martes, 30 de julio de 2013

CIZAÑAS REALES

30 julio.- A vueltas con la cizaña
             Los discípulos de Jesús pedían al Maestro que les explicase las parábolas.  La verdad que ellos deberían rumiarlas por sí mismos porque no se adentra mejor un conocimiento cuando se lo explican a uno, sino cuando la persona –en su silencio del alma- piensa, rumia, regurgita aquella palabra escuchada.  En la pedagogía evangélica hay algunas explicaciones de parábolas y vienen a ser como “el manual”, la clave, para que sepamos orar sobre esas enseñanzas y las vayamos adentrando en el alma.
             Ocurre así con la parábola de la cizaña, en cuya explicación Jesús va poniendo “nombre” a cada elemento de la parábola.  Él mismo siembra la buena semilla. La buena semilla son los ciudadanos del Reino. O lo que es igual –y más comprensible- los que escuchan la Palabra de Dios y así son “ciudadanos del reino”.  La cizaña son los partidarios del maligno, y el enemigo que sobresiembra es el diablo. La convivencia de buena semilla y cizaña tendrá su final cuando llegue el tiempo de la siega y el Dueño dé la orden a los segadores de segar primero la cizaña y quemarla (para que sus semillas no se sigan reproduciendo), y luego se recojan las gavillas de buen trigo y luzcan doradas como el sol, para ser recogidas y almacenadas en los silos del Reino.
             El “manual” ya está. Al orante le toca barajar términos para hacerlos presentes en realidades que nos toca vivir.  Es un hecho incontrovertible que hoy –en nuestro momento actual- trigo y cizaña conviven. Siempre fue un principio básico de la fe que el trigo bueno está como levadura que haga fermentar la masa…, y –por decirlo así- que la cizaña sea ganada por el trigo y que sea el bien y la verdad lo que ayude a esa purificación de tanta cizaña como rodea (y rodeó siempre).
             Lo que pasa es que cualquier observador podrá comprobar que se produce con mucha más facilidad el efecto contrario… Que una manzana podrida acaba pudriendo todo el canasto, y no que una buena manzana contrarreste el contagio de la podrida.  Y que asistimos (y lo malo de todo es que asistimos impertérritos) a una degradación de la buen semilla, atraída por los falsos principios de la cizaña.  Que resulta más fácil irse “adaptando” al planteamiento hedonista que aporta la cizaña, que tomar conciencia de que somos llamados a contrarrestar esos efectos perniciosos.
             La cizaña toma carta de ciudadanía desde ese virus invisible del “ambiente”, “la sociedad”, “la vida”…  Se “sobresiembra de noche” (con disimulo y engaño) en aulas, debates, equívocos planteamientos de “libertad”…, el “todo vale”, el “ser dueños” autónomos aun de la propia conciencia y por consiguiente, relativizando a Dios y sus principios, criterios, mandatos y Palabra viva de Jesús…, perfectamente organizado desde las mafias que atacan precisamente los principios católicos.
             Es toda una táctica: si se mina la personalidad, si se destruyen los criterios básicos, si se consigue crear una masa amorfa de “seres humanos” deshumanizados, se habrá conseguido una especie “humana de plastilina” a la que se le lleva por donde quiere “la cizaña”.  Los agresores de la mujer, los violadores, los pederastas, los corruptos, los asesinos…, habrán existido siempre. Pero chocaron con un baluarte en EL HOMBRE…, y en concreto en los ciudadanos del Reino.
             Ablandamos ahora esa roca y la hacemos arena…, empezamos a pensar que todo vale…, y seremos los grandes hipócritas escandalizados por esas bajezas humanas…, y sin embargo hasta habrá ciudadanos del reino con una duplicidad de vida…  Lo dulce del veneno se ha tragado… Y aunque se ponga el grito en el cielo por lo mal que está todo, ¿hasta dónde estamos siendo un trigo bueno purificador…, una roca granítica que no se deja hacer arenisca…, unos cristianos de criterios y hechos rocosos, para no dejarnos comulgar con ruedas de molino?  [Una cosa es ese respeto pasivo que no entra a juzgar, como acaba de decir el Papa; y otra cosa es que no juzgar equivalga a esa comunión que se traga las piedras, y que se deja cambiar el mismo pensamiento que nos dejó el sembrador del buen trigo]. Una cosa es escuchar opiniones…, saberse plantear una verdad más completa, y otra ir cambiando los propios principios como camaleones que podemos variar de color.
             No sería malo si ese rechinar de dientes supiéramos adelantarlo ahora desde unas reflexiones maduras, exigentes, objetivas… Merecería la pena ser ahora los propios “segadores” que aprendemos a separar en nosotros el trigo de la cizaña, la verdad de la media verdad…; capaces de mirar dentro de uno mismo lo que muy posiblemente nos parece mal en el otro.


             Hay en la 1ª lectura de hoy [Ex 34] una afirmación impresionante. Dice que Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo.  En realidad es el núcleo esencial de la oración profunda. Porque hay que tomar el lugar de Moisés… Y además de esa confianza con la que él se dirige y porfía con Dios, también tiene ahora un momento maravilloso que deja a Dios hablar…, que lo deja SER DIOS y que Dios es quien toma la palabra y quien se dirige a Moisés como a un amigo…  Estamos en el meollo de la oración que puede transformar…, que puede purificar la cizaña, empezando por la propia cizaña…, ¡que la hay!

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