martes, 23 de julio de 2013

23 julio.- Mi madre y mis hermanos

23 julio: Quien hace la voluntad del Padre…
             Jesús vivía su vocación: había sido llamado a propagar el reino de Dios, y no dejaba ocasión para ir llevando esa catequesis a las gentes. Y como Jesús hablaba con una palabra que calaba por sí misma, y además adobaba sus explicaciones con aquellas parábolas que hacían –por decirlo en términos modernos- de auténticos audiovisuales, las gentes se venían a oírlo y se apegaban a su palabra.  Máxime cuando su vida era coherente con lo que hablaba, y que encontraban en Jesús esa fuerza que les daba seguridad.
             Estaba Jesús en ello, y –mientras hablaba- le viene un recado: tu madre y tus parientes están ahí fuera y quieren verte.  No hacía mucho tiempo que los familiares de Jesús habían pretendido tomar a Jesús consigo y llevárselo, por pensar que este derrotero que había emprendido Jesús era una obsesión que le sacaba de sus cabales.  Las gentes estaban acostumbradas a esos iluminados que se creían enviados de Dios, y que cada uno traía alguna rara enseñanza, alguna extraña “revelación” de Yawhé…  No es de extrañar que aquellos parientes, ajenos por completo a una misión recibida por Jesús, lo llegaran a identificar con un iluso que se creyera “enviado de Dios” y “mesías”.
             Jesús, por su parte estaba investido para esa misión: fue llamado en el Jordán, cuando la voz de Dios se escuchó sobre Él y le declaró: Mesías, hijo amado, al que debéis escuchar.  No era Jesús un iluso, un iluminado, un aventurero… Era Mesías. Y en su vocación del Jordán quedaba determinado a realizar esa labor, con toda fidelidad, constancia, por encima de todas las cosas.
             Ahora vuelven esos parientes. ¿Podían haber cambiado su idea, y venir con otro ánimo de reconocimiento hacia Jesús?  ¿Venía María con ellos como la lógica ilusión de una madre a la que se le ha invitado a ir con la familia a ver a Jesús?  María pido comprobar muy pronto una realidad.
             Cuando le llevan a Jesús el recado de que están allí sus familiares y su madre, Jesús muestra a esos recaderos al grupo que tiene delante. Con su brazo extendido y en movimiento circular sobre todo el corro, responde Jesús: ¿Quién es mi madre y mis parientes?  Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
             Si ya las gentes que escuchaban estaban admiradas de Jesús, ahora se sienten mucho más identificados todos con Él. Por decirlo así, en términos muy actuales, hay una interacción entre Jesús y el grupo de sus oyentes. Ellos son valorados tanto que Jesús no se ha levantado para ir a ver a su madre…  Lo están comprobando esas gentes. Lo están comprobando los mensajeros. Y lo está comprobando perfectamente María y los familiares.  Ellos –posiblemente- no entienden… María sí. Ahora advierte Ella que hay mucho más fondo en todo aquel episodio. De una parte, bien sabe Ella que entra en ese grupo de quienes tienen todo en hacer lo que Dios quiere.  Ella expuso su vida misma, su estado social, su fama…, arriesgó todo, el día que Dios se le vino a decirle que contaba con Ella, y Ella dijo .  Comprende perfectamente que Jesús, su Hijo, haya respondido lo que ha trasmitido por medio de los recaderos. Incluso María sabe que en esas palabras de Jesús ha habido una auténtica alabanza a Ella.
             El grupo que escuchaba la enseñanza de Jesús tuvo en este hecho una prueba evidente de que Jesús no era uno de esos “predicadores” que mucho hablaban y poco comprometían. Y esa “autoridad” de la palabra de Jesús se hizo más densa. Se podían fiar de quien así actuaba, de quien vivía la coherencia entre sus obras y sus palabras.
             Pero ya sabéis que a mí me gusta “estirar la contemplación” y llevarla a algún extremo que ni sabemos ni podríamos saber. Pero que podemos imaginar como una continuación de la escena evangélica.
             Jesús siguió en su labor. Los familiares no se sentirían muy felices con aquella situación que hasta podría alguno considerar “desprecio”. Hasta es posible que intentaron disculparse ante María…, querer consolarla.  María no necesitaba eso. Tenía la visión mucho más larga y había comprendido muy bien, y había admirado a su Hijo. Ella había venido con su corazón muy desprendido y muy limpio, y con esa sensación seguía.  Y si la familia tenía intenciones rectas, debía comprender que Jesús ya no les pertenecía, porque Dios había tomado posesión de Él.
             Ahora me queda aún un capítulo de ciencia-ficción, como realidad posible.  Jesús acabó su enseñanza. Jesús departió un rato con las gentes mientras se despedían.  Y cuando Jesús se quedó solo, se vino hacia su Madre y sus familiares, y los atendió con la mayor delicadeza y con cariño, desde los sentimientos limpios de su Corazón. Gozó Jesús de ese rato con su madre; gozó María de tener a Jesús allí –ese rato- con ella, a la vez que sabía que Jesús ya no era “suyo” y que Ella no sería nunca un obstáculo.  ¿Entendieron los familiares y se tranquilizaron? (si es que todavía pensaban que Jesús estaba fuera de juicio…)

             Cuando aquel grupo familiar, con María, se despidieron, algo nuevo debía quedar patente.  Por encima de todo planteamiento humano, por encima de afectos naturales, por encima de todo…, la lección que prevalece es que lo primero en la vida creyente es hacer la voluntad de Dios

4 comentarios:

  1. Pepe Aguilar1:28 p. m.

    El párrafo final yo no lo veo de ciencia-ficción y me explico.
    María conocía la misión de su Hijo, desde el anuncio del ángel, la pérdida en el templo y resto de su trayectoria. ¿Cómo es que accede a ir a ver a Jesús con los parientes para retirarlo de su misión?- Hay que considerar que la mujer está muy poco valorada en aquella civilización, su opinión no vale prácticamente nada y María ve como única salida a como le están calentando la cabeza contra la predicación de Jesús acompañar a los familiares para que entiendan que no es uno mas de los profetas que surgen a diario en aquel país. La imagino en esa reunión posterior pensando casi diciéndolo "Lo veis...bobos" lo de bobos lo pongo yo, no creo que dijera una sola palabra insultante, pero a mi me hace falta ese adjetivo en una situación así.

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  2. Ana Ciudad2:58 p. m.

    QUIEN ES MI MADRE?¿Se aleja con esto de la que ha sido su madre según la carne?Puede parecer que sí,pero si embargo la maternidad nueva de la que habla Jesús concierne especialmente a María.Ella es amada por Jesús de una manera singular a causa de vínculo de la sangre por el que MARÍA es su Madre.Pero Jesús la ama más y está más unida con Ella,por los lazos de fidelidad de la Virgen al perfecto cumplimiento de la voluntad del Padre.
    María estaría contenta con las palabras de su Hijo.
    Nosotros en la intimidad de nuestra alma podemos decirle:MADRE MIA!no me dejes.!Tú sabes cuánta necesidad tengo de Ti¡!Ayúdame a estar cerca de ti Hijo!

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  3. Es muy cariñoso y muy bondadoso Jesús al incluirnos en su propia
    familia que por otra parte además por supuesto de su Madre ; pero
    sus hermanos debieron ser santos también pues eran parientes de Jesús ;
    aunque no comprendieran de momento el alcance de su misión y persona .
    el que hace la voluntad de su padre se convierte en hijo adoptivo como
    dice SAN Pablo ;y ¿ me pregunto esa filiación se consigue gracias a Jesús
    a causa de su muerte y resurrección o es dada a la humanidad de antes ?

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  4. Gracias a cuantos participáis. Como Lola hace pregunta, a ella dirijo el comentario: Sin Jesús, nosotros no hubiéramos podido nunca elevarnos hasta Dios, y menos hasta Dios como NUESTRO PADRE. es Jesús quien es HIJO, y por su redención total nos lleva hasta poder sentirnos HIJOS, que llaman a Dios: "PADRE", algo inusual en aquella cultura religiosa.
    Cuanto tenemos en el orden sobrenatural, lo tenemos por los méritos de Jesucristo, que nos ganó esos tesoros por sus méritos sin comparación de su Pasión y muerte y por su RESURRECCIÓN.
    Él nos envía a su Espíritu Santo para que quedemos libres de una relación de temor religioso y nos acerquemos, llenos de amor, a Dios y le podamos decir: PAPÁ MÍO (=ABBÁ).
    QUE NO SÓLO NOS LLAMAMOS "HIJOS DE DIOS" SINO QUE EN REALIDAD LO SOMOS.

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