lunes, 12 de noviembre de 2012

Un poco retrasado, pero aquí estamos


FE Y CORRECCIÓN FRATERNA
          La carta de San Pablo que hoy se lee en la Misa es una carta personal: al discípulo Tito, verdadero hijo mío en la fe porque Pablo “lo ha engendrado” a esa nueva vida sobrenatural.  T como buen padre, no sólo se interesa por lo personal de su discípulo Tito sino que además le orienta en cuestiones de Iglesia y misión en las que el discípulo tiene que aprender aún de su maestro.  Es que Pablo se siente destinado por Dios a promover la fe de los elegidos de Dios para conocer LA VERDAD que da LA RELIGIÓN que conduce a VIDA ETERNA.  [He escrito con mayúsculas esas tres expresiones que han de ir concatenadas para que ninguna sea una frase suelta].
             Por eso ahora le da a Tito las instrucciones para lo que le ha enviado a Creta:  lo primero, para establecer presbíteros en las diferentes comunidades. Vamos a decir –en nuestro lenguaje- “párrocos” que atiendan las diferentes comunidades constituidas.  Pero no a cualesquiera. Tienen que ser hombres íntegros y sin tacha en su vida social. Y como estamos hablando de situaciones tan nuevas en la Iglesia primera, se da por supuesto, a los casados. Pero ya han de tener probado en su matrimonio la fidelidad.  Y de entre ellos saldrá el Obispo que aglutine a todos. Y si a los presbíteros ya les toca esa vida ejemplar, para ser Obispos, más se les exige, si cabe: que en su familia hayan sido esmerados en la educación cristiana de sus hijos; que ellos no sean arrogantes ni coléricos, ni carentes de dominio de sí (caso muy concreto, en el uso del vino…, lo que no será una gran prueba que exigir, pero sí “una nota” de muestra de lo que es su voluntad y actitud.  ¡Cómo no, hombres honrados en ganarse la vida. Y hospitalarios, buenos, sanos en sus principios, justos… Si han de predicar, no pueden ser tildados por los adversarios de defectos que no han corregido en ellos.
             El Evangelio está en esa misma línea, porque se parte de una necesidad normal en la vida de una comunidad: que exista la posibilidad –también normal- de corregir  si alguna cosa debe ser corregida.  Pero todo eso lo ha situado Jesús bajo una palabra que vamos a ver si conseguimos que no sea una palabra equívoca: el escándalo.  Estamos hechos a que “escándalo” haga relación a “cosa gorda y que inclina a pecar”. Vamos a dejarla en algo mucho más natural: el que está dando una ocasión de malestar, disgusto, tensión, incomprensión…; que crea mal ambiente que repercute dañosamente en algún grado. No hace falta que sea una materia de pecado, ni grave.  Sencillamente produce un tipo de daño en otros o del que quedan en mal sabor los otros.
             Jesús dice en un evangelista: corrígelo.  En Marcos –que hoy tenemos- dice: repréndelo.  Que si se arrepiente (y aunque fallara muchas veces), si se arrepiente, acógelo.
             Desde luego que si ese daño se está produciendo en otros más débiles, más le valdría la muerte…  [Ya sabemos que Jesús gusta de esas expresiones extremas que rompen por medio con una exageración que llama la atención…, ¡que es lo que pretende!, para que sirva de advertencia seria].  Es que el escándalo que está provocando un daño a los que no pueden defenderse [=”estos pequeños], es de mucha más importancia de lo que parece.
             Y como si los apóstoles hubieran comprendido que aquí había un tema mucho más de fondo que de detalles sueltos, le piden que les aumente la fe.  Lo que deja bastante claro que hay un tema de fe (como realidad de fondo), en ese tema del escándalo.  Porque o se entra a la raíz de una fe que es capaz de cambiar las cosas (en razón de esa fe), o no va a haber nada que hacer.  Porque tal fe de la persona o personas debe ser de tal calibre (aun pequeña en “tamaño”…, como un grano de mostaza) que fuera capaz de hacer cambiar a una morera desde su terreno en que está plantada, a plantarse en medio del mar. ¿Un absurdo eso de plantarse una morera en el mar?  ¡Pues sí, si se mira la materialidad de la nueva exageración!  Pero LA GRAN EXPRESIÓN de lo que es LA FE.
             La FE tiene que ser tal que la persona CAMBIE…, que esté dispuesta  A CAMBIAR…, que la ponga en ACTITUD DE CAMBIO. Y si me aprietan: que al menos sea  capaz de plantearse que tiene que cambiar.  Por eso será inútil todo intento si la persona no llega a tener la gran capacidad de DUDAR DE SÍ, de sus seguridades y aciertos…;  si la persona no tiene la madurez suficiente para aceptar su posibilidad de estar errada, o de que –al menos- puede ser que lo esté;  si la persona está negada a la introspección por la que sea capaz de mirar en sí la posible causa de “escándalo” que hay en ella. [Y vuelvo a decir: “escándalo” es una expresión muy amplia, que abarca desde una situación pequeña, pero molesta, extraña, dañosa, para otros…, hasta las mayores maldades para las conciencias ajenas. Y no quiero nunca que se vaya por este último extremo como escapatoria. Quiero situarlo en realidades cotidianas, y que ninguno nos escapemos por la tangente.  Porque más vale preguntarse: ¿acaso soy yo?, que sacudirse la pulga y que le caída a otro.

Hoy llego tarde a la cita.  Me han tomado el tiempo cuestiones de envergadura, que no podía dejar de atender.

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