martes, 6 de noviembre de 2012

Sigue lo que se empezó ayer


CONSECUENCIAS
          No fue en balde el “prólogo” de ayer en la carta de San Pablo. Pedía unidad, concordia, un mismo sentir, un miso amor…, hasta considerar como superiores a los demás.  Para desembocar en lo de hoy: Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.  ¿Y cuáles fueron esos sentimientos?  Jesús era Dios, evidentemente.  Pero cuando entra en este mundo, se despoja de ese rango. “Se desnuda”, Se vacía”.  Si se viene a este mundo, se viene con todas sus consecuencias. ESOS SON SUS SENTIMIENTOS.  Y ahora así, dejada esa “categoría de Dios”, se mete entre la humanidad como un hombre cualquiera…, y más todavía: como esclavo que obedece anonadado, y en su obediencia es llevado hasta la muerte, que es el máximo testimonio de la humillación humana. ¿El “máximo”?  Pues en SUS ENTIMIENTOS no bastaba… Y entonces va al muerte más aplastante y más cruel: la muerte de cruz, ahí donde se pierde hasta el nombre… (que para ese fin quisieron los judíos que fuera el trágico final de aquel HOMBRE CUALQUIERA.
             El Evangelio de hoy conecta muy bien con el tema: llamados al Banquete está todo el pueblo “santo” de Dios… (o que debía serlo).  Pero muy acorde con esa facilidad de “disculpa”, “justificación”, salida por la tangente, “sacudida de propias pulgas”…, los invitados no se dan por aludidos y no acuden.  ¡Pero el amo no quiere que ese banquete se desperdicie!  Y mandó llamar a los no llamados antes…, y precisamente a los lisiados, ciegos, cojos…, ¡más aún!.  A “los de fuera…, los de los caminos y encrucijadas…, a los que no les correspondía…, a los que ya no eran “los elegidos”.  El hecho es que el Banquete se dará, quieran unos o no quieran.
             Tener nosotros LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS lleva a eso;  como el no tenerlos lleva a lo contrario.  La huida de la cruz, el último lugar, el ceder hasta lo más…, lleva a lo contrario.  De ahí la falta de corazón unánime y concorde… De ahí que la alegría que no se le da a Pablo, sería la que no se le da a Jesús.
             Dios no ha dejado que ocurra de balde todo aquello.  Porque cuando llega LA HORA DE DIOS, a Jesús, al que pretendieron borrar hasta en el nombre, recibe ahora un Nombre sobre todo nombren…, ese que –queriendo o sin querer la torpeza humana-, QUEDARÁ ENSALZADO  hasta el punto de que no sólo en el Cielo (que eso ya se supondría), sino hasta en el abismo, se va a adorar y se va a doblar toda rodilla rendidamente, porque ha recibido el nombre de SEÑOR, Y ESO REDUNDA EN LA GLORIA MISMA DE Dios Padre.  ¡Ha triunfado Dios!, que pone a los enemigos como el felpudo de ese Señor Jesús, que entra en el Cielo entre las aclamaciones de los ángeles.

             Comprendo que como meditación va a ser todo esto “emocionante”.  Como examen de conciencia…, menos emocionante…, pero sí muy exigente. Porque lo que más cuesta en la vida es agachar la cabeza y saber que se la aplastan a uno…, y cuanto más la abaja, más lo aplastan.  Pero lo que está diciendo todo esto está ahí y no le caben las sordinas de los constantes “peros” con las que pretenderemos atemperarlas, rebajarles el sentido, “aplicarlas”…, o pensar que “esto no es para nosotros”.  ¡Pues eso fue lo que Pablo presentó a los fieles cristianos de Filipos!
             ¿Creéis que “estoy predicando”?  Sabed que no.  Estoy en la plena vorágine de lo que escribo…, y quizás con sus gotitas de sangre, con el dilema permanente de cuándo hay que “abajarse”, “anonadarse”, vaciarse” (que en lo personal y propio, no cabe duda;  y cuándo la “denuncia” es una obligación (aunque cueste) porque tan culpable es quien habla más de la cuenta como quien se calla, sabiendo que otros sufren también las consecuencias.  Y uno puede dejarse aplastar por la cruz.  Eso está ahí muy claro en el mismo Cristo…, y “perder uno hasta el nombre”.  Pero cuando hay al lado otros que van a sufrir las consecuencias, no puede nadie esconderse en su concha de caracol, porque “el atalaya que no denuncia el mal, es tan culpable como el que lo hace”.  Eso sí: ¿qué consecuencias?  Sólo hay que sopesar los pros y contras para que el roto no sea peor que el descosido.  Otra cualquier consecuencia personal, queda bajo el criterio de TENER EN UNO LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS, sin pretender “conservar la categoría”, “siendo uno de tantos”, “obedeciendo hasta la muerte”…, y sabiendo que en el final del trayecto, ESTÁ LA CRUZ.
             Bueno: no en el final.  Porque en el final uno es señor de sí mismo cuando muere aplastado por haber hecho lo que tenía que hacer… Y el nombre sobre todo otro “apodo” que hayan podido colgarle al que es consecuente con LOS SENTIMIENGTOS DE CRISTO, es lo de menos. Lo que vale es ese otro Nombre que da Dios…, y que es el que pone las cosas en su lugar.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad3:26 p. m.

    El salmo 21 que corresponde a las lecturas de hoy es una oración del salmista que comienza diciendo:"Dios mío,Dios mío,¿Por qué me has abandonado?.
    Es uno de los salmos más trágicos del Salterio.Es la oración de un justo,devorado por la suprema amargura de un abandono total.
    En ningún justo se cumplió este salmo tan al pie de la letra como en Jesús de Nazaret.Más que una profecía parece una historia de la pasión del Señor.Esta es la primera parte del salmo,seguida de un final claramente mesiánico.
    La segunda parte del salmo:Acción de gracias.Cambia bruscamente el paronama.El salmista ya no piensa en Sí mismo,sino en la acción de gracias que él juntamente con la asamblea de los fieles van a tributar a Dios.

    Lo recordarán y volveran al Señor hasta de los confines del orbe;en su presencia se postrarán todos los pueblos.Porque del Señor es el Reino,él gobierna a los pueblos.Ante él se postrarán las cenizas de la tumba.

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  2. José Antonio7:46 p. m.

    El evangelio me hace meditar en la invitación que Jesús nos hace. Una invitación que el hombre rechaza, condiciona a otras cuestiones/intereses, una invitación que se queda perdida en el camino del hombre que antepone otros intereses.
    Jesús nos invita a ese encuentro con El, y a veces... buscamos excusas para no ir a ese encuentro. ¿Dejaremos nuestro asiento vacío en ese banquete?

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