domingo, 11 de noviembre de 2012

El valor grande de lo pequeño


EL DÍA DE LAS COSAS PEQUEÑAS
          Así es.  Hoy se centra el mensaje del domingo en el valor de lo pequeño. Ya tenemos sabido que los domingos del Tiempo Ordinario (o domingos “verdes”, por el color de los ornamentos de la Misa) viene dado por el evangelio.  El Evangelio de estos ciclos litúrgicos va siguiendo un orden, según el evangelio que corresponde. Si el ciclo A  sigue a San Mateo, el actual (a punto de acabar, Ciclo B), sigue a San Marcos.  Y hoy cae sobre el momento aquel de parada y descanso de Jesús, que se ha sentado frente al “cepillo” del Templo, mientras sus apóstoles conversan entre sí en corros diferentes.  Y Jesús va viendo aquel continuado paso de fariseos, sacerdotes, doctores de la ley, gentes de a pie, que van depositando su donativo en el arca de las ofrendas.  Pasan los ricos y ostentosamente depositan sus buenas cantidades en aquel cepillo. Jesús lo ve y no se inmuta.  Lo que sí queda claro es que viven mucho de las apariencias, y que parece que han puesto el sentido de su vida en ser admirados por la gente. Jesús observa y no hace comentario. Simplemente descansa y no está vigilando para ver o curiosear.  Y entre las gentes que se acercan a depositar su ofrenda, le llama la tención aquella mujer de mal aspecto, viuda (como puede deducirse de su atuendo), que lleva perdida entre los dedos una monedita de ínfimo valor. La traducción oficial ha dicho: dos reales, y posiblemente podría hoy traducirse por unos céntimos de los actuales. Una nadería, un donativo que no resolvía nada en las necesidades del Templo.  Y sin embargo es la ofrenda que atrae la atención de Jesús, que llama a sus apóstoles (que andaban distraídos por allí) y les señala a la mujer: ¿Veis a esa mujer?  Pues ha echado más que nadie. Porque cada uno echó de lo que les sobraba, pero esa pobre viuda ha echado todo lo que hoy tenía para comer.
             El don no se mide por la cantidad sino por la calidad… (la calidad de la persona).  Las cantidades amplias, ostensibles, de los ricos, son económicamente más importantes para las necesidades materiales. Pero ellos no han puesto nada suyo propio.  La  viuda pobre no ha puesto materialmente ni para quitar un polvo…, pero ha puesto su vida. Y eso es lo que tiene auténtico peso.
             Atraído el tema del domingo por este hecho, la 1ª lectura nos ha narrado otro caso semejante de aquella pobre viuda de Sarepta, que recoge un poco de leña para cocer un panecillo para ella y su hijos y acabar así el puñado de harina y el pozo último de aceite de su alcuza…  Luego les espera morir.  Ni tienen más, ni a aquella sociedad  le importaba más la situación. Y se le presenta Elías, el profeta de Israel, y le empieza  pidiendo un poco de agua. La mujer pobre deja en el suelo el puñado de leña que estaba recogiendo y se va para traerla el agua.  Y Elías le pide ahora que le haga un panecillo para comer él.  Es el momento de la confesión de aquella mujer, que le queda lo mínimo para echarse a la boca algo, junto a su hijo, y luego echarse a morir.  El profeta insiste en que le haga primero a él el pan. Luego se lo hará para ella y su hijo… Un “luego” que Dios se encarga de que sea cada día, porque no le faltará en adelante harina en la orza y aceite en su alcuza.
             Podríamos decir: el valor divino de lo pequeño…, la mirada de Dios sobre lo menudo.  ¡Cuántas veces llega alguien con meses y años de abandono de su conciencia, y lo único que sabe presentar son ls dos cosas llamativas, que considera lo importante de su vida.  Y la pregunta es: ¿realmente la vida de una persona se cierra en esas dos cosas?  ¿Meses y años sin atender la conciencia se pueden reducir a esas dos cosas, aunque fueran muy importantes?  La pregunta que surge es: si los conocidos, los vecinos del bloque, los compañeros de trabajo, o la propia familia dieran su visión sobre esa tal persona “de las dos cosas”, ¿dirían eso mismo de ese o esa tal persona?   ¿Realmente esas “dos cosas” son “la fotografía” que representa la realidad de ella?   Estoy seguro que no. Incluso digo que ni siquiera saben de esas “dos cosas”.  Pero de su carácter, su genio, su prudencia, su delicadeza, sus egoísmos, sus modales, sus palabras, sus optimismo o sus pesimismos, sus críticas, sus juicios peyorativos, su visión sucia de lo que le rodea, o su capacidad para ver lo bueno que tienen alrededor…, de eso sí que saben… Eso sí que sería para ellos la fotografía de la persona.  Incluiría seguramente su modo de vivir religiosamente…, a lo típico “beato” de cumplimientos preceptivos, de “promesas” de mercadería con Dios…  O persona de fondo espiritual, de quienes apenas aparentan pero que llevan en su alma un sello de alma de fe.
             Dice la 2ª lectura que la persona humana vive una vez y muere una vez.  Y tras esa única oportunidad, se encuentra ante Dios.  Y concluye: Así Cristo ha muerto una vez, pero en esa vida y en esa muerte ha hecho todo lo que tenía que hacer, y que era para lo que había venido:  su sacerdocio sagrado redentor.  Y ese es el más grande juicio de Dios ante nuestros ojos.
             Confieso lo que me impacta el momento en que tengo en mis manos la leve hostia de pan y pronuncio sobre ella las palabras de Jesucristo…  Y ahora esta entre mis dedos toda la infinitud de Dios; todo el peso de la Redención de Cristo.  Un mínimo instante, y sin embargo, pende de mis dedos la salvación de la humanidad.  Otra vez lo más pequeño con el valor más grande, con el valor infinito de Dios.  Y me hace sentir en el fondo del alma que no son nuestras realizaciones mayores las que encierran el valor auténtico.  Jesucristo ha querido pararnos la atención en lo diario pequeño.

3 comentarios:

  1. José Antonio9:40 a. m.

    Que sabiduría la de Jesús, que no valora la cantidad sino la caridad, no valora lo externo sino lo que sale del interior del corazón (donde no llegan los hombres). Cuánto dice en estos momentos ese gesto de la viuda, pues el valor de su gesto es el darse, el no pensar en sí misma, sino en la gratuidad de dar lo poco que tiene. Yo ese darse, no sólo lo traduzco a lo monetario, sino el darnos al Señor y a los demás: nuestro tiempo (tan atareados que andamos siempre), nuestra escucha (oimos, pero no escuchamos), nuestro silencio (hablamos y no decimos),nuestra ayuda (tan interesada a veces), nuestro saber estar (sólo cuando nos da provecho)... Nuestra vida ha de ser una vida de "darnos" en lo mucho o en lo poco, sin aparentar (¡qué difícil!), sin ostentaciones... A mí, personalmente me cuesta mucho y, sin la gracia del Señor (y su infinita misericordia)no podremos conseguirlo. Qué tremenda lección la de esa viuda pobre en lo material, pero rica para los ojos de Jesús.

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  2. Ana Ciudad7:31 p. m.

    La liturgia de este domingo nos presenta la generosidad de dos mujeres que merecieron ser alabadas por Dios.La grandeza al "dar"señal de un corazón lleno de amor.Desprendimiento total.La limosna, con generosidad con bienes que muchas veces muchas veces nos serían precisos, pero que son más necsarios a otros. San Pablo, en la carta a los corintios, sugiere la manera de llevar a cabo esta obra de misericordia:"El día primero de la semana, separe cada uno de vosotros lo que le parezca bien.".
    El salmo de este domingo, pone de manifiesto la grandeza,el poder y la bondad de Dios, de modo que atraidos por ellos nos despeguemos de los atractivos ilusorios y engañosos de este mundo y pongamos ls esperanza sólo en Dios.Este mensaje del salmo es de una actualidad perenne.Jesús pasó por este mundo haciendo el bién. Ojalá que cada uno de nosotros aprendamos a ser pies para el cojo,manos para el manco y auxilio para el necesitado y liberación para el oprimido.

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  3. ANÓNIMO J3:12 a. m.

    "Enséñame, Señor, a ser compasivo con los que suren... Enséñametu modo de mirar, como miraste a Pedro para llamarle o para o para levantarle; o como mirase al joven rico que no se decidió a seguirte; o como miraste bondadoso a aquellas multitudes agolpadas en torno a Ti. Quisiera conocerte como eres: Tu imagen sobre mí bastará para cambiarme... Enseñános "tu Modo", para que podamos ser compañeros tuyos, colaboradores tuyos en la obra de la Redención"(Oración del PADRE PEDRO ARRUPE, GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS).

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