viernes, 16 de noviembre de 2012

DEJARSE ELEGIR


HOY HAY ESCUELA DE ORACIÓN, 17’30 horas
con el tema de los MERCADERES DEL TEMPLO.

          2ª carta de San Juan  (4-9).  Resulta hasta difícil comentar algo que está tan repetido en el mensaje evangélico, y tan en el corazón de San Juan, el apóstol evangelista: el núcleo del vivir cristiano, que es el amor.  Evidentemente hablamos del AMOR CRISTIANO, el que Cristo dejó como testamento final; el que Juan lleva clavado en su alma como lo único que hay que trasmitir a una comunidad de fieles a Cristo.  Juan les llama: tus hijos que proceden con autenticidad, y por tanto, contradistinto a los otros que no son así.  Ayer aparecía un comentario al tema del día que era una llamada muy seria a vivir en verdad, porque el colaborador expresaba con la viveza de un refrán castellano, que una cosa es predicar y otra dar trigo.  Y eso es exactamente lo que aquí toca hoy en directo, y por su nombre, San Juan.  Y llama embustero a ese (y esos) que no reconocen a Jesucristo venido en carne. Lo que es lo mismo que estar en las nubes de un Cristo entre serafines, pero sin aterrizar en el mundo real. Y eso no es simplemente el “dogma de la divinidad de Jesucristo”, sino llegar alguna vez a vivir al modo de Jesucristo en su venida al mundo: para amar hasta el exceso y vivir el amor en realidades fehacientes, sin acepción de personas. “Y amar significa seguir los mandamientos de Dios”, nos dice San Juan, el mandamiento que tenemos desde el principio: amarnos unos a otros.
             ¿No somos conscientes de la diferente medida que usamos cuando algo viene de uno o viene de otro?  ¿No rendimos falso culto a uno en contra del rechazo instintivo que puede producirnos otro? ¿Hemos llegad a AMARNOS en el grado del alma igualmente abierta cuando afirma Fulanito que Menganita?  ¿Amamos con libertad de alma hasta tener esa visión de ojos limpios para echar siempre a buena parte lo que nos viene de fuera, sin mirar primero la firma?
             El AMOR cristiano, ese que describe San Pablo como amor sin fronteras (el que abarca “lo largo, lo ancho, lo alto y lo profundo”  y no pone medida alguna porque sería achicarlo, empequeñecerlo. Por eso nos quedan tantas leguas hasta captar, siquiera de soslayo, el amor verdadero, el que será nuestro distintivo al ponernos ante los demás, y –por supuesto- al ponernos delante de Jesucristo.

Por eso no puede resultarnos raro lo que Jesús afirma en el Evangelio  (Lucas, 17, 26-37), al decir que “habrá dos en la cama y uno será tomado y otro dejado”.  Hay dos partes en esa afirmación: una está en la línea de la absoluta libertad de Dios al elegir. [“Nos eligió en la Persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales”, es la afirmación de San Pablo].  Y ahí estamos en un misterio indescifrable… Esa pregunta que podemos hacernos todos, unas veces ante lo favorable y otras ante lo desfavorable: ¿por qué a mí?  Pregunta sin respuesta, porque nadie puede entrar en lo insondable de Dios.
Pero luego está la otra parte: unos que se dejan elegir y otros que no.  Porque con esa realidad hay que contar y es, en realidad, la que más tenemos que tomar en cuenta, porque es la que depende de nosotros. Incluso más de una vez lo que creemos que es sólo elección de Dios, es la realidad de nuestra libertad de dejarnos escoger…, de dejarnos atraer.
Jesús empieza este discurso con situaciones de la vida diaria, que son las mismas en tiempos antiguos y en los contemporáneos. Y en medio de esa realidad, y como las coas más reales (que vienen y se van…, o que no vienen…, o que vienen de una manera o de otra…, y todo es imprevisible), así sucederá en el momento en que Jesús viene a cada uno.  Unos antes, otros después.  Y digo “viene a cada uno” y ya estamos pensando en la muerte… Pero no es así: las venidas de Jesús son muchas, muy diversas, muchas veces a lo largo de la vida…  ¡Cuántas venidas que hace Él a un alma para atraerla, para “tomarla”, para elevarla, para transformarle sus sentimientos y sus formas…!  ¡Cuantas venidas que tienen forma de inspiraciones interiores (en donde se ve más clara la mano de Dios), y cuantas que llegan a través de los otros…, de los amigos y los enemigos, de los amados y los no aceptados…, de palabras dulces o de reprensiones fuertes que llegan de quien menos se espera… También ahí es día del Señor, en que se manifiesta el Hijo del hombre.  Pero desgraciadamente empezamos a ver fantasmas , a hacer distinciones…   Y Dios había venido a elegirnos…, pero no hemos sabido descubrir ese brazo de Dios, esa “mano izquierda de Dios” (que llama el Padre Cué), tan amorosa como la derecha de terciopelo…, pero un poco ocultada por la apariencia exterior.
¿Y dónde está el Señor?, dice Jesús en este evangelio.  Y responde con una expresión que seguramente no nos resulta atractiva pero que ses muy expresiva: Dice Jesús: donde está el cadáver, se reunirán los buitres.  O sea: el Señor acude a cada alma con esa prontitud, esa inmediatez, ese “olfato”…, como el de los buitres con el cadáver.  Para decirlo en forma inteligible: donde está la necesidad, allí está de inmediato Jesús.  Otra vez hay que repetir: que Él elige (muchos son los llamados); pocos los que se dejan elegir.  Quisiéramos un colchón de miraguano…, y Jesús se presenta igual en un madero de  cruz.  ¡Y es Él mismo!

1 comentario:

  1. Anónimo1:02 p. m.

    Hay algunos temas que hoy me llaman la atención:
    ¡Que dificil es no tener acepción de personas!
    Está la providencia de Dios que usa incluso a los enemigos de Dios para informarnos de cual es nuestro camino.
    Por último opino que el cristianismo es muy sencillo de entender, aunque dificil de practicar y cada lectura que se hace viene de una forma u otra a concluir en los dos mandamientos únicos "amar a Dios y al projimo" todo lo que hay de explicación evangélica se concreta ahí.
    Agradezco al P. Cantero que considerara mi comentario de ayer como una llamada seria de atención a vivir en verdad, ese es nuestro enorme problema no metemos en nuestro ser los mandamientos del cristiano.

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