domingo, 18 de noviembre de 2012

Acaba el Año litúrgico


ANUNCIO DE UN FINAL
          La liturgia es la lección misma de la vida.  Es la vida misma, desde la perspectiva de Dios. Es ese mundo que sobrevuela la realidad diaria para que esa vida diaria tenga sentido.  Y la realidad que todos sabemos y que una gran parte de personas tenemos presente, es que la vida no es eterna. Incluso para un inmenso colectivo, ya es común el dicho: lo que me queda por vivir es ya mucho memos de los que llevo vivido.  Es una ley de vida que está ahí y que sería imbécil ignorar o querer ocultar.
             El Año Litúrgico toca hoy su domingo final del TIEMPO ORDINARIO, que ha llevado –por decirlo así- la vida diaria de la Iglesia en cada uno de los fieles, proyectándoles siempre la luz de Jesucristo y su obra salvadora. Al llegar a este domingo final –final que llevará su “estrambote” todavía- lo que nos anuncia hoy es esa advertencia del final de la vida de cada uno.
             Dentro de ese estilo propio del final de los evangelios sinópticos, centrados los tres en expresar esa realidad final, hoy Jesús nos avisa que hay en la vida una gran tribulación (¿cabe más tribulación que saber que no podemos retener la vida y que la vida se va de entre la manos sea como sea y cuando sea?), lo anunciado llegará.  Se apagarán las luces del firmamento: sol, luna y estrellas… Y en esa oscuridad del aparente desastre final, surge como luz deslumbrante la figura triunfal del Hijo del hombre, que ahora vuelve ya con la inmensa Majestad de estar por encima de todo: por encima de las nubes, y rodeado de ángeles que irán reuniendo a la humanidad entera desde los cuatro puntos cardinales.
             La pregunta que surge ansiosa en tantas personas es : ¿Cuándo?  Y Jesús, siempre recurriendo a ejemplos de la vida normal, nos responde: cuando veis la higuera que va rompiendo en yemas que anuncian el fruto,  sabéis que ha llegado la primavera…  Pues también  la vida anuncia, por sí misma esa “primavera” (aunque la gente le llame “el otoño de la vida”, pero para Jesús es una primavera que está advirtiendo un fruto). Unas veces es el aviso que da el desarrollo de una humanidad decrépita que ella misma se aboca a su desastre; otras veces es ese conjunto de “lagunas” personales que nos van advirtiendo que nuestra naturaleza se deteriora… El hecho es que de una u otra manera “las yemas” anuncian que ha llegado el momento de rendir fruto.  Y el fruto de la vida cristiana es poner llevar puesto ya el vestido de fiesta que espera la llegada y el encuentro personal con Jesucristo.
             San Ignacio de Loyola nos lleva en sus Ejercicios Espirituales a plantearnos qué nos gustaría tener ahora mismo en las manos, si nos encontráramos ante el momento de nuestra muerte.  Porque –concluye con la lógica más lógica:  pues vive ya ahora como si fuera ese momento.
             No esperes a un “después”.  Acepta el hecho incontrovertible que “las palabras de Cristo no pasarán, aunque pasen y acabe el Cielo y la tierra. Y sus palabras están anunciando que la vida nuestra es terrena y se desmorona aquí.  Pero que nos ha de encontrar con las lámparas encendidas y aderezadas.  No vale que pensemos encenderlas o aderezarlas más adelante.  El año litúrgico es un presagio evidente: se acaba; se ha ido de las manos. Hoy llegamos a su final. Y la vida es igual. De pronto acaba y no da aviso previo.  ¡Ya está más que dado!  Y los SABIOS brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a otros la bondad, la lealtad, la honradez, los principios verdaderos, serán como estrellas por toda a eternidad.  Así concluía también la primera lectura. ¡Sabiduría divina que vive quien buscó esa ciencia de Dios, y se dejó ganar por ella y aprendió de ella.
             La 2ª lectura ya sabemos que no forma parte del mensaje de esta liturgia, pero nos sirve muy bien para la conclusión esencial:  Ha sido Cristo el Sacerdote que ha ofrecido la Víctima de reconciliación definitiva. Con su entrega plena de la vida para expiación de nuestros pecados, ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.  Esos somos nosotros. Y por eso la ofrenda de Cristo Sacerdote, que es a su vez Víctima de valor infinito…, y que está concentrado en la Eucaristía, nos es  la prenda final, el viático seguro, con el que vamos a recorrer ese último trecho y con el que vamos a encontrarnos con el Hijo del hombre que sale a nuestro encuentro.
             Evidentemente no es un mecanismo de acción automática.  Vamos siendo consagrados, pero tenemos que dejarnos “consagrar”…: la Eucaristía NUNCA PUEDE QUEDARSE EN EL HECHO DE LA COMUNIÓN. Sería demasiado fútil que el hecho de Comulgar y e estar en la Misa del domingo, ya fuera todo… Un “consagrado” (o en camino de “consagración”) tiene que tomar conciencia clara de que esa “yema” anuncia algo más que el hecho devoto de un rato “espiritual”.  De ahí la enorme urgencia de la mirada personal hacia adentro en la que todos estamos obligados a descubrir una realidad actual personal que necesariamente tiene que perfeccionarse, y que no puede pensar en mañana vivido idéntico al hoy.  Que las “yemas” anuncian la primavera y que cada Comunión debe avisarnos de Jesus que viene y ESTÁ VINIENDO en mucho más que el hecho de Comulgar. Y que aquí no se trata ahora de hacer obras distintas sino hacer mejor las de la vida diaria: esa novedad que tiene que captar quien convive con nosotros. Ese nuevo vivir ya HOY como si hoy fuera ese último día mío, y bien que desearía yo que fuera un día tan lleno que pudiera esperar con absoluta paz esa llegada de Jesús que me llega por última vez en este mundo.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:06 a. m.

    Jesucristo cumplió la misión que el Padre le encomendó,pero su obra en cierto modo, no está aún acbbada. Volverá al fin los tiempos,para terminar lo que comenzó.Esta segunda venida de Cristo que será gloriosa y triunfante,"a juzgar a vivos y muertos".
    El SEÑOR es el lote de mi heredad y mi copa´mi suerte está en tu mano.Tengo siempre presente al Señor,con Ël a mi derecha no vacilaré.Este salmo responsarial de la Misa se refiere a Cristo y en él está anunciada la resurrección de nuestros cuerpos al final de los tiempos.
    Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.Esta esperanza en "este día del Señor nos ayudará a ser fieles al Señor aunque el ambiente que nos rodea sea adverso y lleno de dificultades.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!