sábado, 3 de noviembre de 2012

Humildad hasta para vivir


EL CELO DE PABLO.  Y el “último lugar”
          La carta a los filipenses puede ser la más entrañable de Pablo.  Quien tenga gusto en ello debe buscar el comienzo de esta carta para poder ver el marco en que se desenvuelve toda ella. [El día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, impidió que pudiéramos comenzarla ayer, el ritmo de la lectura continua].  Hoy Pablo se desborda en su celo por la gloria de Dios y –aunque él está en la cárcel y no puede lanzarse a la predicación- dice expresamente que con tal que se anuncie a Cristo, ya se da él por satisfecho.  Deben, pues, los cristianos de Filipos hacerse apóstoles anunciadores de Cristo, porque esto será un bien para mí. Está convencido el prisionero de que sea que viva, sea que muera, lo importante es que Cristo sea glorificado…: ¡sea por mi vida o sea por mi muerte!  PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO yprecisamente por eso- una ganancia el morir.
             ¿Qué es lo que Pablo anhela ya?  Morir para estar con CristoSanta Teresa expresará ese mismo sentir suyo en esos sublimes versos: “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Esa fue la experiencia íntima del Apóstol.  Pero entonces se plantea un dilema ante el que siente cierta perplejidad: Morir para mí es lo mejor.  Pero pensando en el servicio que aún puedo hacer por la gloria del mismo Cristo y la ayuda a vosotros, acaba intuyendo que he de seguir viviendo, y que me quedaré con vosotros, a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe.  Que el día que volvamos a encontrarnos, vamos a rebosar de gozo vosotros y yo.
             Llama la atención el sentimiento espiritual de satisfacción íntima de Pablo, porque estando prisionero, aún es capaz de hacer planes de futuro. No era de los pesimistas que acentúan siempre la parte negra de las cosas. Bien podemos decir que vive el optimismo de la Resurrección de Jesucristo, ese resorte de alegría que levanta hasta lo imposible…, pero también en lo imposible sigue soñando y viendo con ojos claros un algo “detrás” que le hace gozar y tener proyectos.  ¡Qué maravilla!  Es lo que deja en el fondo del alma la fe en Jesucristo, la ilusión por poder seguir estrujando un poquito más la vida para extraer ese jugo final…, ¡con tal que Cristo sea glorificado en mi cuerpo!

             El Evangelio es otra pieza maestra de Jesús. Una vez más, invitado por un fariseo principal (invitaciones que acepta Jesús, no porque esté en acuerdo y sintonía con aquella forma de concebir lo religioso y la misma vida).  Jesús, también ardiendo en celo por el Nombre de Dios, no quiere rechazar una invitación. Y también porque sus ojos son limpios, sigue siempre pensando que un día puede ser el que aquella falsía farisaica encuentre luz.  Y entonces Jesús está allí…, por si acaso…, porque espera.
             Y fácilmente observa  la forma de llegada de aquellos comensales, cada cual buscando el primer puesto.  ¡Era lo propio de aquella casta!  Jesús quiere enseñarles una lección práctica…, pero de muchos más vuelos que los que aparecen a primera vista.  Les dice que cuando sean invitados, se vayan a ocupar el último lugar…, no sea que si ocupáis la cabecera, venga alguien de más importancia que vosotros y os tenga que decir el que os invitó que cedáis el puesto…  Y claro: como ya han ido llegando los otros y han ocupado todos los puestos más centrales, ahora os toque a vosotros ir a ocupar –abochornados- el último puesto de la mesa.
             Podría haberse quedado ahí, ¡que ya era una enseñanza de humildad…, tan poco practicada por los fariseos!  Con un detalle tan particular les estaba dando todo un tratado de humildad. Un poco inútil, la verdad, para aquel tipo de gentes que son como la espuma que tiene que estar siempre encima.
             Pero todavía Jesús les completa: Cuando seas invitado, tú te vas al final.  Que el que te invitó irá por ti y te dirá: sube más arriba.  Y quedarás muy bien ante todos. Lo que casi seguro han pensado los lectores de este Evangelio que Jesús está dando una solución ratonera de sagacidad humana. “Tú te pones el último, y así eres ensalzado cuando venga el anfitrión y te haga subir”.  Pero Jesús iba mucho más lejos…  Estaba dando una lección cristiana: ocupa siempre el último lugar, que es el que te corresponde.  Como el publicano de la parábola que se queda a la entrada del templo y ni se atreve a levantar los ojos…  Y sin embargo, aunque nadie le dijera que “subiera más arriba”, sin embargo había estado –ante Dios- en el puesto más privilegiado.  Porque –otra vez Santa Teresa- la humildad es la dama que da jaque el Rey…;  otro lo dijo de otra manera pero igualmente traducía el pensamiento de Jesús:  la humildad es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios.  [Lo original se refiere a la oración, pero la oración o es humilde o no es oración].  Y esa es la lección de Jesús, que no incita a la sagacidad sino a la ciencia divina de la fe: esa seguridad que conduce a la práctica de “saber perderse”, de no aparecer, de pasar desapercibido…, de ocupar el último lugar.  Quien sitúe “más arriba” no será seguramente le realidad que uno vive ni por parte de las personas que rodean.  Pero Dios sí enaltece y ve los talentos bien aprovechados…, “al sirvo fiel en lo poco, que para así al banquete del Señor…, que da lo mucho, ¡que da LO MÁS!

2 comentarios:

  1. José Antonio11:44 a. m.

    Qué importante la humildad, no la falsa humildad, sino aquella que brota de la aceptación de uno mismo como ser limitado, débil, frágil, quebradizo... y que ha de contar con Dios si desea "ser". Da pena esta sociedad que ensalza a personajes mediocres, superficiales... por "logros" intrascendentes, banales. Me gusta mucho esa parte del Salmo que dice "... Al Corazón contrito y humillado no desprecias Tú, oh Dios....", que entiendo que es una actitud para el encuentro con el Señor en la oración y que ha de ser referente con los hermanos. Los Santos lo son, entre otras virtudes, por un derroche de Humildad, ojalá aspiremos a ella desde la sinceridad del corazón.

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  2. Ana Ciudad2:20 p. m.

    SALMO 41
    MI ALMA TIENE SED DEL DIOS VIVO.
    Como busca la cierva corrientes de agua.
    así mi alma te busca a tí Dios mío.
    Comienza el salmista c0n una imagen encantadora en la que expresa su sed de Dios.Es un salmo de nostalgia y dolor.
    A)LA SED DEL DIOS VIVO:El Dios vivo quiere decir el Dios que vive ,que existe,que es y vive, en oposición a los falsos ídolos que no tienen entidad ni consistencia.Pero también significa el Dios de mi vida,el único que da vida al hombre tanto física y orgánicamente,como social y espiritualmente.A ese Dios busca, por El anhela;sin Ël no puede vivir.
    mí JESÙs, nos dice,a su vez,cual es la fuente a la que debemos correr,para encontrar a Dios:¨"EL que tenga sed,que venga a mí y beba.
    B)CUANDO ENTRARË A VER EL ROSTRO DE DIOS?.Tiene un sentido bien concreto:se refiere a la entrada en el Santuario del Templo de Jerusalén.Y es que el culto externo es necesario porque radica en el ser íntimo del hombre.Es como el signo visible de la entrega interior a Dios.
    La fe es comunitaria y es en una comunidad de hermanos como hay que vivirla y defenderla.ESta es la Iglesia. Bendita Iglesia que es madre de nuestra fe.
    El salmista se moría de sed de Dios.El cristiano debería experimentar esa misma sed ardiente por estar con Dios hecho hombre en la Eucaristía.Más aún,no teme a la muerte,pues para el la muerte es la puerta para ver a Dios"cara a cara".
    Esta vida que yo vivo
    es privación de vivir
    y así es continuo morir
    hasta que viva contigo.






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