domingo, 29 de enero de 2012

Siguen los INTERROGANTES

PROFETAS, AUTORIDAD Y REALIDAdES

Cuarto domingo del Tiempo Ordinario (B). El pueblo se dirige a Moisés y le pide que no le hable Dios, porque “se asustan”; que les hable un profeta. Y Dios pone a Moisés como su trasmisor para el pueblo. Y en definitiva, profeta tras profeta, CRISTRO como el definitivo, que encierra en sí hablar con la autoridad de Dios, a la vez que es un hombre como los otros hombres. Con tal poder de Dios que echa a los espíritus inmundos, “demonios” (porque está sobre ellos y los domina) y habla con autoridad, porque Él es Altavoz de Dios (porque Él mismo es Dios). Y eso influye en el mundo circundante porque “su fama se extiende alrededor” de su Persona, palabras y obras.

Descendiendo: nos parecemos al pueblo aquel: “¡Qué no nos hable Dios!” Preferible que nos hable un profeta que tenga una voz más suave. Preferible si el “profeta” nos cuenta “los cuentecillos” piadosos del “evangelio” y nos dice que seamos buenos y que nos amemos mucho. Ya nos vamos tan satisfechos…, “y la vida sigue igual”.

Profeta que nos muestre el Evangelio en su crudeza exigente de cambio de vida, ya nos asusta, nos intranquiliza. Profeta que diga que la autoridad de Dios echa demonios, aunque esos demonios estén en el egoísmo interior, en la vida política y social, o que se meta en el crimen organizado y rentable del aborto, en el egoísmo de los padres que se reducen –a lo sumo- a la parejita, o que presenten la sexualidad como exigencia y responsabilidad de la paternidad, o la pasmosa facilidad -y escandalosa- con que ya admitimos las parejas de divorciados, ya son profetas “que hablan de política, y nosotros hemos venido aquí a que nos cuenten la parábola del hijo pródigo”. Moisés dirá al pueblo que el profeta que no trasmite íntegra la Palabra de Dios que se le encomienda, ya está muerto..

Y San Pablo, en la 2ª lectura de hoy, nos habrá resultado extraño, trasnochado, o hemos sentido cierto escepticismo, porque habló de un tema que hoy ni nos suena bien. Pero fue –en su momento y circunstancias- el que habló con autoridad (con sentido de “autor”), una aplicación concreta de las generalidades que no llevan a nada.

La pregunta que tendremos que hacernos hoy al participar de la Eucaristía, es si algo de esto que vamos teniendo domingo a domingo ha variado nuestro planteamiento inicial. Si “nuestra fama” (=influencia sobre el entorno) se comunica y contagia, o al revés: seguimos sumidos en lo de siempre (ahogados por el entorno), y seguiremos como estamos. Si los matrimonios jóvenes siguen en su reducción de natalidad, en su ceder la educación religiosa de sus hijos a los Colegios (por muy religiosos que sean). Si ante un mundo como el actual nos lamentamos pero no actuamos en ningún sentido práctico para la mejora de la relación y exigencia familiar (o de cualquier tipo) frente a nuestros orgullos personalistas. O la influencia social que hemos de ejercer, en vez de dejar resonar en nosotros la llamada vocacional cristiana personal del Evangelio. Si “echamos demonios” personales o seguimos planteando la vida alrededor de nuestros gustos o disgustos, comodidades o "dejar pasar"...

Según la RESPUESTA QUE ENCONTREMOS a esta aplicación de la palabra profética que nos proyecta a que yo he de ir sintiéndome personalmente comprometido, podremos salir a gusto de estas Eucaristías, o seguiremos en nuestras “tranquilidades” de “cumplidores”. "Cada uno que se examine a sí mismo", nos dice la propia Palabra de Dios.

2 comentarios:

  1. José Antonio10:08 a. m.

    Su comentario de hoy, me hace reflexionar sobre lo siguiente: a veces, aún siendo conocedores del auténtico mensaje de Jesús (por ende, Dios), lo adulteramos. Me explico: en el intento de hacer "actual" el Evangelio, aceptamos la "autoridad del mundo", tal vez por miedo/reparo a que se nos tilde de retrógrados o de otros tiempos (silenciamos asuntos, conductas... contrarias a Dios, incluso en nuestro entorno más cercano). Y me pregunto, ¿tiene fecha de caducidad la doctrina de Jesús? ¿vale para unos casos y para otros la "adaptamos" y debe ser flexible?. Ser fiel a la misma (aún con los fallos y errores que cometemos inherentes a nuestra debilidad humana), debe ser para nosotros "vivir con autoridad", entendiendo esto como la fidelidad al mensaje evangélico. Vivir con autenticidad no es vivir de manera encorsetada, sino desde la libertad del amor a y de Dios, vivir rectamente según su mandato, y esto sea cual sea la época, el contexto, las circunstancias... Pienso que los católicos nos adulteramos por no sentirnos alejados de esa "autoridad" que la sociedad que nos rodea nos transmite, grave error, y ya sabemos aquello de "... a los tibios....".

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  2. OJALÁ ESCUCHEMOS HOY LA VOZ DEL SEÑOR. NO ENDUREZCAMOS NUESTRO CORAZÓN.

    Endurecer nuestro corazón, significa algo así como taparse los oídos para no oír la verdad. Una verdad que nos puede implicar y complicar la vida aquí abajo, porque exige un sacrificio y un esfuerzo constante.

    Ojalá hoy no nos tapemos los oídos, y tomemos nota de esta reflexión que nos transmite este sacerdote.

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