martes, 24 de enero de 2012

¿QUIÉNES SON...?

¿QUIÉNES SON…?

Mc 3,21-35

No hace muchos días nos encontramos con el caso de los parientes de Jesús que pensaron que Jesús estaba fuera de sí, que no estaba en sus cabales, y se tuvieron que volver con las manos vacías.

Yo pienso que este nuevo episodio no es ajeno al anterior. Sólo que esta vez han metido a la Madre por medio, para hacer la fuerza necesaria. Eso sí: que se presentan suavemente y le envían el recado “cariñoso” de que “tu Madre y tus parientes están ahí fuera y te buscan”. Yo pienso que a María la estaban utilizando. Evidentemente María, entregada desde el principio a la voluntad de Dios y a que se haga en todo según esa Palabra de Dios”, era muy ajena al intento de la parentela. Gusto por ver a su Hijo, s evidente que lo tenía, y va con ese gusto de poder verlo.

Jesús lo sabe perfectamente, porque la conoce muy bien. Por eso el gesto y palabras de respuesta al recado que recibe es una exaltación primera a su propia Madre: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y pasando una mirada por el corro, dijo: -estos son mi madre y mis hermanos: los que escuchan la Palabra de Dios y la vive”. Buen ejemplo práctico de esa “definición” era su madre. Por tanto no salió Jesús en busca de sus familiares sino que siguió haciendo lo que estaba haciendo, como su Madre v lo hubiera hecho en una situación semejante.

Ya en otra ocasión había expresado Jesús que no es “el que dice: Señor, Señor, el que vale, sino el que vive y realiza la voluntad de su Padre del Cielo”. Y aquí es donde yo me miro a mí mismo y siento cierto escalofrío… Orar, oro. Gustarme el Evangelio, me enamora. Meditarlo con fruición, lo medito. Hasta ahí, correcto: escuchar la Palabra de Dios. Lo que ya no me deja tan seguro es si vivo acorde con esa Palabra en mis pensamientos, sentimientos, sinceridad, exigencia, sacrificios, privaciones, caridad sincera, paciencia, humildad, comprensión, altura de miras, saber pasar por alto muchas cosas, prudencia en mis palabras… (y siga la lista…)

Desde luego la vida de un santo y la misma vida de Jesús, no está definida por sus milagros y obras maravillosas, sino porque me sepa plegar gustosamente a la voluntad de Dios…, a escuchar y vivir lo que Dios vaya queriendo de mí.

2 comentarios:

  1. Pues en este sentido queda mucho trabajo por hacer queda todo, porque pocos muy pocos ponen en practica las palabras y las enseñanza de Jesus y no hablo del mundo hablo de dentro de la iglesia que es peor.

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  2. José Antonio6:36 p. m.

    Me ha hecho reflexionar ese último comentario de hoy, cuando dice "... a escuchar y vivir lo que Dios vaya queriendo de mí". Qué difícil silenciar nuestra vida para Escucharle. Cuanta necesidad tenemos de silencio, de un silencio interior que desde la quietud nos permita Escucharle para vivir acorde a Su voluntad y, a la vez, cuanto ruido "metemos" en nuestro interior por "miedo" a oirle..., ambigüedades para no inquietar y comprometer nuestra vida desde esa auténtica escucha que nos exige el cumplimiento de Su voluntad.

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