martes, 3 de marzo de 2020

3 marzo: La Palabra de Dios


LITURGIA        Martes 1º de Cuaresma
                      Se toca hoy el tema de la Palabra de Dios. Is.55,10-11 nos pone delante cómo Dios pronuncia su Palabra y esa palabra no queda nunca estéril, porque es como el movimiento de las nubes: que dejan caer su lluvia sobre la tierra para fecundarla, pero a su vez esa lluvia se evapora y vuelve a Dios cargada y dispuesta para volver a regar la tierra.
          Pues así no volverá mi palabra a mí vacía, sino que hará mi  voluntad y cumplirá mi encargo.

          El SALMO 33 lo expresa con una fuerza muy grande: Cuando uno grita, el Señor le escucha y lo salva de sus angustias. La oración es un grito que va de la tierra al cielo; un grito que sube hasta el Corazón de Dios. Y Dios escucha siempre la oración y acude a salvar al hombre de sus angustias.

          De ahí que los discípulos de Jesús deban tener su modo de orar, y un modo agradable a Dios, para que su oración sea eficaz. Advierte Jesús que hay una oración inútil, que es la oración de los que piensan que por mucho hablar van a ser atendidos antes. No oréis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo digáis. Vosotros rezad así. Y les da a sus discípulos el esquema substancial de toda oración.
          PADRE NUESTRO DEL CIELO: a él va dirigida la oración que viene a continuación. La oración siempre va a Dios  Padre. Todas las otras oraciones son de intercesión para que nos lleven hasta la presencia de Dios Padre, que es el dador de todas las gracias.
          SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: Que todo cuanto hay en la tierra, desde las plantas a los animales, desde los océanos a los aires, y por supuesto los hombres con su racionalidad, alaben y bendigan y declaren la santidad de Dios. Dios es Santo independientemente de las alabanzas que se le tributen. Pero se hace brillar su santidad cuando la vida de cada ser creado dirige su alabanza a Dios. Yo he puesto siempre la comparación de Dios como una inmensa bola de oro macizo que tiene todo el valor por sí mismo. Que se le enfoque una luz desde fuera, aumentará el brillo exterior; no la densidad esencial del oro. “Santificar el nombre de Dios” es enfocar, desde nuestras obras y palabras, la luz que hace brillar a Dios ante los demás. Pero le bola de oro macizo no ha cambiado en nada. Puede darse el pecado que enturbia esa visión, barro que se tira contra la superficie de Dios. No lo estropea, no lo oculta: Basta pasarle un paño y el oro sigue refulgente.
          VENGA TU REINO. Que por encima de todo poder e influencia humanos, lo que aparezca claro sea el Reinado de Dios. Y ese reinado es el que Cristo ha manifestado a través del evangelio y de su obra entera al servicio del honor de Dios.
          HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. En el Cielo ya se hace. El Cielo es el mundo en el que la voluntad de Dios hace felices a todos los bienaventurados, que no quieren otra cosa que a Dios mismo. Lo que pedimos es que en la tierra se haga su voluntad como ya se hace en el Cielo. Que haya actitud de obediencia a Dios en la vida diaria de sus hijos.
          DANOS HOY EL PAN NUESTRO. Pasamos a necesidades humanas. El “pan” es toda verdadera necesidad humana. Le pedimos a Dios que no nos falte ese “pan”; que no falte a nadie ese pan. Y en el pan de cada día entra también el pan espiritual, la Gracia de Dios, su Palabra. Su presencia.
          PERDONA NUESTRAS OFENSAS PUES NOSOTROS HEMOS PERDONADO A LOS QUE NOS HAN OFENDIDO. Tiene mucha tela esta petición, porque no se limita a pedir el perdón para nosotros, sino que lleva consigo el perdón que, a su vez, nosotros hemos otorgado. En realidad es una condición que perdonemos de corazón si queremos de corazón ser perdonados. Así concluye la enseñanza, advirtiendo que Dios no nos perdonará si no perdonamos nosotros a los que nos han hecho algo.
          NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN. Tentaciones hay y las habrá. No pedimos que no las haya. Lo que pedimos es que no nos deje caer en ellas. Evidentemente supone huir de las ocasiones; poner medios para alejar la fuerza de la tentación. No dejar que se nos acerque.
          SINO LÍBRANOS DEL MALIGNO. El demonio, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar… Pero hay que mantenerse a distancia para que no nos dé el zarpazo. Y Dios nos librará. ¡Guárdate y serás guardado!

1 comentario:

¡GRACIAS POR COMENTAR!