martes, 24 de marzo de 2020

24 marzo: No tengo a nadie


LITURGIA        Martes 4ª semana Cuaresma
                      Vuelve el tema del agua con una efusividad llamativa. En relato de la 1ª lectura (Ez.47,1-9.12) se lee siempre con un gusto especial, porque va presentando progresivamente el fruto del agua que mana de la derecha del Santuario, primero en un sentido de aguas que van descendiendo por el cauce, y luego en el reguero abundantísimo que hay al remontar la corriente.
          Del Santuario, por su lado derecho, sale agua que se puede vadear: llega el agua a los tobillos. Pero mil codos más abajo ya llega hasta las rodillas, y mil codos más y llega hasta la cintura. La fuerza del agua cristalina va aumentando y va invadiendo a la persona. Mil codos más y ya es un torrente.
          El agua del Bautismo que van a recibir los neófitos, les va a envolver por completo. Y cuando ahora, por las márgenes del río remonta el individuo y comprueba lo frutos, el agua que le ha invadido a él ha sido un agua beneficiosa que hace que los árboles plantados junto a la acequia den varios frutos anuales, y sus hierbas sean medicinales. El agua que van a recibir en la Vigilia Pascual les transforma completamente, no sólo en ellos mismos sino en la influencia en lo que tienen alrededor.
          El relato es poético pero muy expresivo y debía ser de impacto en aquellas personas que iban a recibir el bautismo. Nosotros, al renovar nuestras promesas, también hemos se sentirnos inundados por la riqueza del Bautismo que tenemos recibido y cuyos efectos deseamos reverdecer sobre nuestra cabezas.

          Seguimos con relato de agua sanadora (Jn5,1-3.5-16) en la piscina de los 5 soportales. Allí había una piscina con un surtidor curativo, que hacía que el primero que entrase en el agua al removerse la misma, quedaba curado. Lógicamente tenían siempre ventaja los que podían moverse con agilidad y podían disputar ese primer puesto.
          Pero un paralítico no tenía nada que hacer por sí mismo, porque cuando él llegaba, otros se le habían adelantado. Así aquel hombre 38 años paralítico y soñando con poder llegar, sin alcanzarlo. Y no tenía a nadie que le diese el empujón oportuno.
          Aparece por allí Jesús, que observa y cuya atención se detiene en el hombre aquel. Y tras comprobar los varios intentos fallidos, se le acerca para preguntarle: ¿Quieres curar? Con la amargura del fracaso continuado, responde que no tiene a nadie que le ayude. A lo que Jesus da respuesta inmediata: Levántate, toma tu camilla y echa a andar. Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y se fue a su casa.
          Hemos pasado del símbolo a la realidad; del agua que nos hace presentes los efectos sobrenaturales de la sanación y de la vida, al propio Jesús que, directamente, hace realidad esos efectos. Porque la verdad es que el Sacramento es sólo vehículo visible, pero que el autor de la acción sobrenatural es Cristo. En llegando la acción directa de Jesús, el Sacramento ya ha hecho su efecto,
          La conclusión del episodio no varía para nada el argumento, y es la ya clásica discusión del sábado porque el que estuvo paralítico marcha a su casa con su camilla a cuestas, y eso no lo soportan los fariseos. Le preguntan quién es quien le ha dicho que tome la camilla y la verdad era que el hombre no lo sabía. El sabía que había sido alguien que se había interesado por él, y la verdad es que ahora mismo el hecho de que sea sábado no es lo que le ocupa.
          Jesús se lo encuentra y le enseña algo fundamental: Has quedado sano; no peques para que no te ocurra algo peor. Y ahora sí puede el hombre decir quien lo ha curado, y así se lo hace saber a los fariseos, quienes encuentran motivos sobrados para ver el modo de atajar aquellas acciones de Jesús.
          La verdad es que para el paralítico aquello le importaba un bledo. No se habían ocupado de él aquellos santones cuando él los hubiera necesitado. En cambio Jesús ha venido directamente por él y le ha hecho persona. Ahora hace caso a Jesús.

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