sábado, 14 de marzo de 2020

14 marzo: El padre bueno


LITURGIA        Sábado 2º de Cuaresma
                      Hoy nos encontramos con la pieza maestra de Jesús, expuesta por San Lucas en el capítulo 15 (1-3.11-32) expresada a los fariseos, escandalizados porque Jesús acudía a publicanos y pecadores y los acogía. Los fariseos murmuraban entre ellos. Y Jesús les obsequió con una parábola enormemente expresiva para dejar claro cómo es el corazón de Dios. Estamos ante la parábola del padre bueno.
          Un padre tenía dos hijos. El mayor, que nunca había roto un plato, pero que era crítico y duro en sus juicios. El menor, un tanto cabeza rota y llena de pájaros, que pretende emanciparse y lanzarse a la aventura de correr mundos. Y que se presenta a su padre con toda desfachatez para pedirle que divida la herencia y que le dé a él la parte que le corresponde.
          No era un mal día el que se le había presentado. Porque aquello lo rumió y pasaron varios días antes de que diera el portazo y  emprendiera su camino. No hay mucho que imaginar cómo le fue: con dinero en las manos, todo se le iba en francachelas y goces y mala vida. Pero el dinero se acaba y no le queda nada para vivir.
          Tiene que contratarse con un hombre que le puso a guardar cerdos, y ni siquiera dándole la comida necesaria de las mismas algarrobas de los cerdos.
          La descripción es magistral, porque no es que lo ponen a guardar ovejas, que era un oficio muy bien visto en Israel, sino a guardar cerdos, animales inmundos y prohibidos, expresando así Jesús en la parábola hasta dónde se abaja el que se ha salido de la casa de su padre.
          Esta situación le vuelve sobre sí mismo y empieza a entrar en razones, al menos pensándolo…: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo, aquí [lejos de la casa de mi padre], me muero de hambre. Y aquella idea fue haciéndole mella. Lo que pasa es que pensaba con qué cara podía presentarse ahora, desarrapado, derrotado, macilento… Hasta que la necesidad le hizo tomar la decisión: Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; no soy digno de ser hijo tuyo. Pero trátame como a uno de tus jornaleros. Y puso manos a la obra.
          Con lo que él no contaba era con el corazón de su padre, que cada día se asomaba al camino en la esperanza del regreso del hijo. Y que el día que lo vio de lejos, el padre se conmovió y se adelantó a salir al encuentro y lo abrazaba y besaba y no le dejó siquiera decir lo que el hijo pensaba, que se quedó en los principios de su discurso: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; no soy digno de ser hijo tuyo. Pero el padre ahogó en besos aquel discurso y organizó la gran fiesta por el hijo que había regresado.
          Llamó a los criados, les encargó que le pusieran el anillo, que lo vistiesen de fiesta, y que organizasen un gran banquete con el ternero cebado Todo se reducía a una idea: Este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos recuperado. Y comenzó la fiesta.
          El hijo “perfecto”, el mayor oyó la música y la algazara y preguntó qué era aquello. Los criados se lo explican y entonces él se niega a entrar porque  ese hijo tuyo ha gastado su dinero con malas mujeres y tú le has matado el ternero cebado.
          Y viene su letanía de méritos de buen hijo (que le echa en cara a su padre): Mira, en tantos años que te sirvo sin desobedecer una orden tuya, nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos, y a ese hijo tuyo le han matado el ternero cebado. Y se negaba a entrar.
          Salió el padre y le dijo con entrañable cariño: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo; deberías alegrarte porque ese hermano tuyo estaba perdido y lo hemos encontrado.
          El hijo mayor representaba al fariseo “impecable” que echa en cara y pide cuentas por sus bondades…, pero carece de compasión. El otro hijo es el pecador, el que se ha ido de la casa, pero el que ha vuelto humildemente. Con razón Jesús acoge a los pecadores. Y con razón tiene que darles aquella lección a los fariseos para que quede claro por qué Jesús tiene predilección por el pecador, que es capaz de arrepentirse.


          NO DEJEN DE LEER LA INFORMACIÓN QUE SE HA PUBLICADO AHÍ MÁS ABAJO.

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