LITURGIA Lunes 4º de Cuaresma
Comienza la semana con una lectura que llena de optimismo. Is.65,17-31
es en boca del Señor una verdadera llamada a la esperanza. Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; de lo pasado
no habrá recuerdo, ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría
perpetua por lo que voy a crear. ¡Cómo se me viene a la mente ese conjunto
de personas que viven angustiadas por su pasado, siendo así que Dios ha firmado
con su palabra que no habrá recuerdo ni pensamiento! ¡Ni pensamiento! Esas noches de devanadera y
angustia pensando en un pasado que ya no se reconstruye como fue, y que sólo
son efecto de imaginaciones desbordadas y enfermizas, con un temor de Dios
exagerado y con ello el temor de la propia condenación.
Por eso Dios continúa diciendo: Mirad, voy a transformar a Jerusalén en alegría y su pueblo en gozo; me
alegraré de Jerusalén y me gozará de mi pueblo, y ya no se oirán en ella
gemidos ni llantos, ya no habrá niños malogrados, ni adultos que no colmen sus
años, pues será joven el que muera a los cien años. Un panorama feliz, una
esperanza que desborda. Esto es lo que tendrá el que vive este espíritu de
cuaresma, que como se puede ver, tiene también rasgos creativos en su espíritu
de penitencia.
En el evangelio (Jn.4,43-54). Llega Jesús nuevamente a Caná
de Galilea, adonde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real
que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm, y habiendo oído que Jesús llegaba, se
dirigió a él para suplicarle por su hijo.
Jesús le dice, sin ánimo de corregirlo sino comprendiendo
muy bien su situación: Como no veáis
signos y prodigios, no creéis. El funcionario insiste: Señor, baja antes de que se muera mi hijo. La fe de aquel hombre
empezaba por ser la de que Jesús marchase a Cafarnaúm para curar. Pero Jesús le
lleva a una situación de mayor fe: Anda,
tu hijo está curado.
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino,
convencido de que su hijo estaba curado. A su encuentro vienen unos criados
diciéndolo que el hijo estaba curado. Y él preguntó la hora de la curación y
vino a ser precisamente la hora en la que Jesús le había dicho que su hijo
estaba curado: a la una. Y su fe se extendió a toda la familia.
El evangelista cataloga este hecho de “signo”, lo mismo que
había sido un primer signo la conversión del agua en vino. Le interesa al autor
mucho más recalcar el signo mesiánico que “el milagro” como tal.
Una curación que apuntala el sentido de la esperanza y el
gozo que se ha presentado en la primera lectura.
Yo quisiera infundir en mis lectores ese sentimiento de fe
plena en lo que no se ve y no se entiende, y que a distancia se dice: Anda, tu
hijo está curado. Porque esa es la verdadera fe, Que las cosas vengan a nuestro
ritmo y sucedan conforme concebimos 43 millones de españoles, eso no es fe. Eso
es que cada uno nos consideramos más sabios y más preparados y más sabedores de
lo bueno y lo mejor. Y sin embargo la palabra de Jesús viene a distancia y el
hijo enfermo sana, y sana precisamente a la hora en que Jesús dijo que estaba curado.
La mirada de niño no está de más cuando la realidad nos desborda y cuando hay
que aplicar unas soluciones que no son evidentemente –metafísicamente, infaliblemente-
las mejores y siempre cabría alguna otra posible. ¿Pero mejor? Queda en el
plano de los futuribles y del misterio mismo de Dios, que no lleva adonde nos
lleva y nuestra actitud humilde es el mejor culto que podemos ofrecer.
Yo no se el motivo de escribir ese último párrafo. Yo no se si usted o alguien piense que yo entro dentro de esos "sabios" que creen que saben lo que es mejor, pero sospecho que puede ser de esos, porque ayer escribí lo que escribí, que la Eucaristía no se debe suprimir a los fieles, y añado: ¿De que le vale al hombre salvar su salud si pierde su fe y su alma?. Ya ayer, me llegaban mensajes de ateos, sacando los palos contra la Iglesia, y desde luego, el que quiera arrepentirse tendrá que acudir a un protestante, y el que quiera el Pan de Dios no lo encontrará por decisión eclesiástica.
ResponderEliminarYo no se si con la expresión: "nuestra actitud humilde es el mejor culto que podemos ofrecer.", se está censurando de algún modo todo lo que no sea callar y no hacer nada, una especie de obediencia ciega a lo que algunos interpretan como fe de un niño.
Lo único que se es que cada día que pasa, tengo más ganas de callarme y "dejar pasar" los acontecimientos, y olvidarme de esa tendencia mía de querer "ayudar" a quien evidentemente ni ha pedido mi ayuda, ni parece que la necesite, porque al fin y al cabo, ¿quién soy yo? ¿un soberbio? Eso parece, cuando leo ese último párrafo. ¿Saben que? Voy a escuchar música clásica y a ver películas.
Mi lema a partir de ahora es: "No estar donde no se le quiere, y con quien no te quiere". Vosotros siempre sabéis, yo por más años que cumpla, nunca sabré nada...