miércoles, 25 de marzo de 2020

25 marzo :Hágase en mí


LITURGIA        La anunciación del Señor
                      Hoy la fiesta de la Encarnación gana en rango litúrgico al miércoles 4º de Cuaresma, porque la anunciación es “solemnidad” y se sobrepone a la feria cuaresmal. Hoy recuperamos el Gloria, y en el Credo hacemos reverencia especial al llegar al misterio: Se encarnó de María la Virgen y se hijo hombre.

          Queda preparado el terreno con el ofrecimiento que Dios le hace a Acaz (Is.7,10-14) de pedir una señal que se escape de los poderes humanos –En lo alto del cielo o en lo hondo el abismo-, para que Dios manifieste así su gloria. Acaz se niega pedir tal señal porque no quiere poner a Dios a prueba, y Dios le da la señal de algo inconmensurable: una doncella concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrá de nombre: Enmanuel (Dios con nosotros). La fuerza no está en que una virgen vaya a estar encinta, sino que la tal realidad queda por encima de los cielos y por debajo de los abismos…, es decir: una concepción fuera del cauce natural humano. Aquí se trata de una señal divina.

          Hecho que se hace realidad en María de Nazaret, en la forma misteriosa que nos expresa el evangelio (Lc.1,26-38). Había una joven, de nombre María, en un pueblecito de Nazaret, de quien Lc nos pone aquí la primera referencia. A esa muchacha desconocida Dios se dirige con un anuncio inefable: Dios te salve, llena de gracia: La muchacha se extraña y se turba ante aquella visita inesperada, y es tranquilizada por el mensajero divino diciéndole que se trata de cosas de Dios. Y en el mensaje hay algo inaudito: Va a ser madre. María se queda pensativa. Está desposada con José pero aun no conviven. ¿Acaso se le pide, que formalice su compromiso matrimonial? Ciertamente no: va a ser madre pero no por intervención de varón sino por la acción misteriosa del Espíritu Santo, porque la gracia de Dios la cubrirá con su sombra, porque lo que de ella va a nacer viene de la acción misteriosa de Dios. Y ella le va a llamar Enmanuel.
          Y María se pliega al misterio, y se le hace muy presente aquella profecía de Isaías, que ella conocía muy bien, pero que nunca pensó que se iba a hacer realidad en su persona.
          María rinde todo su ser a la voluntad de Dios,  y por toda respuesta entrega su vida sin condiciones. Ella se considera esclava del Señor y como tal, se da para que Dios haga en ella lo que quiera y como quiera y en el momento que quiera: Hágase en mí según tu palabra. Y el Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

          La 2ª lectura –Heb.10,4-10- es la misma actitud de sometimiento y rendición a la voluntad del Padre, por parte del Hijo, que confiesa que Dios está harto de holocaustos y víctimas expiatorias, pero que ha recibido un cuerpo y con él quiere darse enteramente a Dios: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Niega ya el valor de los holocaustos y sacrificios y reafirma el valor de la entrega personal.

          La fiesta es esencialmente cristocéntrica y pone el acento en el hecho de la encarnación del Hijo de Dios.

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