lunes, 2 de marzo de 2020

2 marzo: Tomarse el pulso


LITURGIA        Lunes 1º de Cuaresma
                      Tenemos dos lecturas que podríamos decir que son “muy cuaresmales” por cuanto que nos ponen muy de cara a la propia conciencia y, por tanto, muy de cara a nuestra realidad personal en esta preparación que debemos hacer en estos días, como disposición a vivir con mucha más profundidad la vida de nuevas criaturas, que se espera que sea al final del proceso.
          En el Lev.19,1-2.11-18 nos ha presentado el Señor una versión de sus mandamientos, a través de la alocución de Moisés a los hijos de Israel. “Diles”…, es la palabra de Dios a Moisés: Sed santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. Gran principio y gran razón. Dios es santo y no puede acoger junto a sí nada más que la santidad. Si Dios es santo –y lo es por esencia- los que son de Dios tienen que ir en esa línea de la santidad.
          Y la santidad no es un ente espiritual que se da “en las alturas”, sino la realización en el día a día de un programa de vida, de realidades prácticas: No robaréis, no mentiréis, no engañaréis a vuestro prójimo, no juraréis en falso por mi nombre. No oprimirás ni explotarás al prójimo, no retendrás hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo ni pondrás obstáculos al ciego; temerás al Señor tu Dios. No serás injusto en la sentencia, ni por favorecer al pobre ni por respeto al poderoso. Juzgarás con justicia a tu prójimo. No andarás calumniando a los tuyos, ni darás testimonio contra la vida de tu prójimo. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente para que no cargues con su culpa. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a tu mismo.
          Cada grupo en que se ha dividido ese elenco de advertencias, llamadas y prohibiciones, ha acabado siempre con una expresión, que es como una rúbrica: Yo soy el Señor. No es una lista que sale del mero conocimiento de las debilidades y fallos de los hombres. Son afirmaciones y llamadas de Dios: Yo soy el Señor es un reafirmar que cada una de esas llamadas que constan en ese elenco, han salido del Corazón de Dios, quien busca el bien de los hombres y quiere que haya un sumo respeto de unos hacia otros.
          ¡Y estamos en el Antiguo Testamento! Pero yo pienso que podría editarse en una hoja ese conjunto de llamadas de Dios y que lo tuviéramos a mano los que vamos a confesarnos, porque es un hecho real que cada vez se hacen peores confesiones, con menos enjundia y con menos profundidad en la realidad de los pensamientos y los sentimientos que albergamos ahí dentro y que de alguna manera pueden rozar esas advertencias que hace Dios para decirnos dónde están los focos de nuestras faltas más habituales.

          Luego pasamos al examen con que nos enfrenta Jesús a nuestro mundo interior. (Mt.25,31-46). En esa imagen de un juicio cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, nos ha puesto delante los elementos básicos de nuestra conciencia: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al encarcelado. Y va a llamar a estar con él y a entrar en la gloria de Dios a los que lo practicaron; y va a lanzar fuera de él a los que no lo practicaron.
          Ese es el juicio que hace Jesucristo. Y no me gustaría rebajar ni un ápice su llamada, pero creo que hay que intentar desmenuzar lo que hay debajo de esas condiciones de vida o de muerte, porque todo el tema no puede estar en la materialidad de esas ayudas, así tal cual.
          Dar de comer al hambriento y de beber al sediento o vestir al desnudo no es ir por la calle resolviendo problemas, y menos en una sociedad tan sofisticada como la que tenemos delante. Pero ahí están las colaboraciones que deben tenerse con las instituciones que ya racionalizan y tienen sus elementos de juicio objetivo para conocer quién es el verdadero hambriento o sediento o desnudo.
          Visitar al enfermo ya es labor más personal, y más metida en ámbitos próximos, en los que es posible y caritativo visitar a aquellos enfermos que tenemos a la mano. Que luego estarán los carismas particulares de visitadores de enfermos, que realmente tienen un don especial para ello, y hacen mucho bien con su atención.
          Y lo mismo digo de los que visitan a los presos, aunque ahí todavía hacen falta unas características más determinadas para que esa misión tenga una repercusión positiva y acorde con los efectos que se pretenden. Ojalá muchas personas estén preparadas para ello y puedan ser exponente de caridad y mensajeros de la comunidad cristiana en una labor tan evangélica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!