LITURGIA Martes 2º de Cuaresma
Dios llama a purificarse de los pecados: Is.1,10.16-20: Lavaos, purificaos, apartad de mi vista
vuestra malas acciones; cesad de obrar mal y aprended a obrar bien; buscad la
justicia, defended al oprimido, sed abogados del huérfano, defensores de la
viuda. Esa es la purificación que va al fondo del modo de proceder de la
persona.
Y cuando eso sea así, aunque
vuestros pecados seas rojos como grana, blanquearán como nieve. Si sabéis
obedecer, comeréis lo sabroso de la tierra.
Es, por tanto, un canto al arrepentimiento de corazón de
los pecados cometidos; una salida desde la situación de pecado hacia la acción
bondadosa. Y entonces, aunque los pecados sean rojos como escarlata,
blanquearán: es decir. Serán perdonados completamente y Dios no se volverá a
acordar más de ellos.
Y concluye con la
afirmación que equivale a una rúbrica de Dios: Lo ha dicho el Señor.
¡Que necesario es esto para aquellas personas que viven
angustiadas por sus pecados pasados! Si creen de verdad en la palabra de Dios, han
de considerar su alma blanqueada por el perdón de Dios, que se echa a las
espaldas todo nuestro pasado, para ya no verlo más. La persona que no se
tranquiliza con ello, o es que no tiene la fe que necesita tener para creer en
el dicho de Dios, o ya es víctima de una obsesión psicológica, que nada tiene
que ver con el pecado sino que en realidad entra en el terreno de lo patológico.
Y eso, a la verdad, no se resuelve con razones. La imaginación es la loca de
casa y no se controla por avemarías. Dios actúa en la razón. Y lo razonable es
tomarse por delante la Palabra de Dios.
Nueva advertencia de Jesús (Mt.23,1-12) sobre la verdadera
enseñanza frente a la falsa. La falsa es la de los escribas y fariseos, que
–aunque se sientan sobre la cátedra de Moisés- no son de fiar en sus vidas.
Jesús, no obstante, para salvaguardar la conciencia de los oyentes, avisa que
hagan lo que dicen ellos (que más o menos trasmiten la palabra de la Escritura),
pero que no hagan lo que ellos viven y hacen porque ellos dicen pero no hacen.
Trasmiten palabra de Dios pero no viven de acuerdo con la palabra de Dios.
Advierte Jesús que estos doctores de la ley viven mucho de
cara a la galería; que hacen muchas cosas para que los vea la gente y ser
honrados por ella, pero que en realidad se desenvuelven en un plano de
apariencias: alargan las filacterias y
ensanchan las franjas del manto; le gustan los primeros puestos en las
sinagogas y que les hagan reverencias por la calle, y que la gente les llame
“maestro”.
Ahora Jesús se va, según su estilo, a los extremos y
advierte que nadie llame a nadie “maestro”, “padre” o “jefe” porque la realidad
es que Maestro no hay más que uno, y que los demás somos hermanos. “Padre”,
nadie de la tierra. El único padre es el Padre nuestro, al que podemos
dirigirnos con plena confianza. Y “Jefe” sólo es el Señor Jesús.
Que traducido todo eso a expresión de normalidad, quiere
decir que el que se considere primero entre los demás, ha de ser servidor de
ellos. Porque el que se enaltece es humillado
y el que se humilla es enaltecido. Todo un planteamiento contrario al mundo
fariseo en el que se desenvolvía Jesús y el pueblo religioso de Israel. Toda
una lección esencial para nosotros, que hemos de vivir la humildad del
evangelio en el seguimiento de Jesucristo.
Dos asuntos. El de los pecados pasados ya perdonados, pues hay que fiarse de lo que Dios dice. En eso consiste la fe. Y si es algo que aún después atormenta, algo falla, patología de la mente humana, o una falla en nuestra convicción y entendimiento de lo que Dios enseña por medio de su Palabra. La paz del alma llega cuando vivimos convencidos de que Dios no miente ni puede mentir, y que su Palabra es también para mi. Y que Dios me ama por encima de mis pecados.
ResponderEliminarEl segundo asunto es el del servicio no farisaico. Esto afecta a cualquier ámbito de la vida donde haya más de una persona, y de modo muy importante debería ser considerado en cada grupo, movimiento y demás realidades de la Iglesia para no expulsar a los que quieren unirse, y no repeler a los que quieren acercarse, y no ser el hazmereir de los paganos, dándoles motivo para la burla.
Mientras unos sirven principalmente para ser vistos, alabados, mejor valorados y considerados, constantemente premiados y aplaudidos, y sentir la sensación del hinchamiento personal del cuello y de la cresta por encima del otro, que al parecer puede llegar a atraer al espíritu farisaico se confronta el espíritu cristiano genuino que busca hacer las cosas lo mejor que puede con la primera intención de servir, y que a más arriba esté en un puesto, más debe considerar el que tiene que servir con humildad. Por eso dice que el primero se ponga el último, en el Evangelio.