martes, 31 de julio de 2018

31 julio: San Ignacio de Loyola


Liturgia:
                              Los jesuitas celebramos hoy la SOLEMNIDAD de SAN IGNACIO DE LOYOLA, nuestro Fundador.
          Las lecturas expresan 3 características de la espiritualidad y la obra del Santo.
            1Tim 1, 12-17 sería la referencia a la vida de Ignacio. San Pablo se describe a sí mismo como un blasfemo, un perseguidor y un violento, pero Dios tuvo compasión de mí… Dios derrochó su gracia en  mí…, se compadeció de mí para que en mí mostrara Cristo toda su paciencia… Ignacio se describe a sí mismo como “soldado desgarrado y vano” (y en la expresión esa –“vano”- está indicando una vida pecadora). Pero descubre a Cristo crucificado que ha dado su vida POR ÉL, y se abre con todas sus fuerzas a preguntarse: Y yo ¿qué he de hacer por Cristo?
            La respuesta viene en el evangelio: Lc 9, 18-26, en el que se siente Ignacio interrogado por el propio Jesús: Y tú, ¿quién dices que soy yo? para entrar Ignacio en una dinámica de conocimiento interno del Señor para más amarlo y seguirlo. Ahora bien: ¿Cómo se ama y se sigue a Cristo? Cuando se le ha conocido en su vida misma y se acaba uno identificando con el Cristo de la cruz: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y se venga conmigo. E Ignacio querrá parecerse a Jesucristo y buscará identificarse con él en lo más característico de Jesús: la pobreza, la humillación, la cruz, en un verdadero reventón de  amor.
          El camino que sigue Ignacio lo marca la 1ª lectura: Deut 30, 15-20 hace referencia a esa nota distintiva del discernimiento de espíritus: Hoy pongo ante ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, el Señor tu Dios te bendecirá… Elige la vida y vivirás tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus largos años… La vida de Ignacio se desenvolverá en esa ELECCIÓN que le pone ante la vida y las cosas con la plena conciencia de que de nada vale al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida, lo que a su vez le conduce a vivir su vida y realizar su obra a mayor gloria de Dios para EN TODO AMAR Y SERVIR.
          La Eucaristía marca un hito en la vida de San Ignacio porque en ella recibió profundas gracias místicas de arrobamientos y lágrimas de amor, y en ella recibió una buena parte del espíritu que trasmitió a la Compañía de Jesús.

            Siguiendo con la lectura continua que se leerá hoy en las iglesias que no son de la Compañía de Jesús, hoy explica Jesús a sus apóstoles la parábola de la cizaña, aunque ya casi que quedó clara en la misma exposición de la misma. Pero tomemos ahora la palabra misma de Jesús para saber interpretar esa enseñanza que nos llega en la forma de parábola.
            Dice Jesús que el que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. Es evidente. Jesús, el enviado de Dios, sólo siembra el bien, y nunca el mal. El mal no procede nunca de Dios. El campo es el mundo: Jesucristo esparce su enseñanza en el mundo. Quiere que todos los hombres escuchen la palabra de Dios. La buena semilla son los ciudadanos del reino. Esto sí puede resultar un tanto novedoso, porque en la otra parábola –la del sembrador. La “buena semilla es la Palabra de Dios”. Aquí, la buena semilla es la gente buena que anda por el mundo. La cizaña son los partidarios del maligno, la gente malvada que convive con la gente buena, y que provoca constantemente la tensión entre el bien y el mal. El enemigo que la siembra es el diablo. El mal solo puede venir de él, que es el enemigo de Dios y por tanto el enemigo de lo bueno y de los buenos.
            La cosecha es el fin de los tiempos. Entonces es cuando toca separar a los malos de los buenos. Entonces es cuando queda patente dónde estuvo Dios y dónde estuvo el diablo. Los segadores son los ángeles. Dios dará a los ángeles, sus ministros, esa orden de separar la cizaña (lo hijos del diablo) del trigo (los ciudadanos del Reino).
            Y lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancará de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojará al horno encendido, donde será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. La descripción es muy expresiva y muy digna de considerarse, porque hoy viven los ciudadanos del Reino aplastados por el mal y por los agentes del mal. Pero no será ese el final de los tiempos y el final de la situación. Dios saldrá a favor de los suyos, de los que fueron trigo limpio. Y la cizaña, los que siguieron al maligno, serán arrojador fuera, donde será el llanto y la desesperanza.

2 comentarios:

  1. Felicidades. Que los Jesuitas sepan ser fieles en este tiempo al ejemplo de su fundador para mayor bien de las almas.

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  2. Jose Antonio5:57 p. m.

    Me uno a la Felicitación. Unidos en oración.

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