jueves, 26 de julio de 2018

26 julio: Porqué de las parábolas


A los Padres y Hermanos de Padua
          San Ignacio consideró que los Colegios podían tener unos fondos económicos que rentaran lo necesario para que los estudiantes no tuvieran que estar dependiendo de carencias que les distrajeran de sus estudios. Al Colegio de Padua se le habían prometido unas rentas por parte de Andrés Lippomani, quien a la hora de la verdad no acababa de donarlas, en su intento de conservarse una parte.
          Ignacio escribe a los Padres y Hermanos de Padua consolándolos en el estado de penuria en que se encuentran. Se alegra de que tengan ocasión de experimentar los rigores de la pobreza, que es un don de Dios, y Cristo ha sido pobre. Invita Ignacio a vivir esa pobreza, porque los pobres son los amigos del Señor y los que forman parte de su reino. La pobreza ayuda a conquistar el paraíso y deshacer el orgullo; es el muro tutelar de la vida religiosa. El que no está dispuesto a experimentar la pobreza, no es verdaderamente pobre.
          La carta es un himno a la pobreza y una exaltación de la grandeza de los pobres.

Liturgia:
                      Los discípulos le preguntan a Jesús por qué habla a la gente en parábolas. (Mt.13,10-17). Jesús les responde que ellos, los discípulos, tienen que estar preparados para conocer el reino y por eso a ellos les explica los entresijos, porque –a su vez- ellos tienen que trasmitirlo a la gente.
          Pero el le habla en parábolas al pueblo precisamente porque el pueblo no entiende de otra manera. Los pueblos orientales son mucho más dados al “ejemplo”, a lo gráfico, a la fantasía, y la entienden mejor que los discursos y que los razonamientos. Por eso les habla en parábolas, para dejarle el mensaje envuelto en la imagen, que es como ellos después pueden rumiarlo y encontrar la beta que hay bajo la comparación o parábola.
          Les hablo en parábolas porque viendo no ven y oyendo no entienden. Se presta a confusión la expresión al pie de la letra, tal como se copia de Isaías, pues parece que Jesús habla así PARA que no entiendan. Cae de su peso que eso sería un absurdo total en el que no podemos pensar que incurre Jesús: hablar para que no lo entiendan. Porque para eso, no hablaría. Y sin embargo Jesús es un misionero deseoso de hacer llegar a las almas el conocimiento del reino de Dios, puesto que para eso ha venido.
          Al copiarse al pie de la letra el texto de Isaías se produce la confusión. Pero el que lo lee debe “traducir” sobre la marcha: “hablo en parábolas PORQUE viendo no ven y oyendo no entienden” si se les habla de otra manera. Bajo la imagen del cuentecillo se les queda el mensaje, que luego han de rumiar lentamente hasta sacarle el jugo que encierra la parábola.
          Y concluye diciéndoles a los apóstoles: Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

          El niño, en su sencillez, es ávido de cuentos, de fantasías. Él compone en su imaginación una realidad que está más allá del cuento pero que le sirve de base para ir creando sus conocimientos. A un niño no se le pueden explicar conceptos porque no tiene la capacidad racional hecha para entender los conceptos abstractos. Pero en una imagen el niño capta el mensaje. Lo capta a su altura y en su posible profundidad. Con el tiempo irá encontrando el concepto que le concreta aquella imagen.
          Pues eso es lo que nos puede hacer comprender la pedagogía de Jesús con aquel pueblo, a quien sus parábolas le embelesaban y con las que llegaba a presentarles el reino de Dios. Insensiblemente iban entrando en sus almas las características de ese Reino.
          Los apóstoles, ya más cultivados y aprendiendo casi por ósmosis mientras vivían junto a Jesús, estaban ya en condiciones de entender las enseñanzas. Lo que no significa que no les hicieran falta las parábolas. También con ellos tenía Jesús su parte de enseñanza en parábolas, aunque luego les explicaba para que llegaran al meollo de lo que la imagen representaba.

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