miércoles, 4 de julio de 2018

4 julio: En la región de gerasenos


Carta de Ignacio a Jaime Cassador
          Jaime Jaeger (Cassador fue una catalanización de su apellido) llegó a Obispo de Barcelona en 1546. Favoreció a Ignacio con limosnas para que pudiera realizar sus estudios. Ignacio contesta desde Venecia a la carta de Monseñor Jaeger con una carta en 6 apartados. Prescindiendo de lo puramente referido a asuntos concretos, le dice al que todavía era arcediano de Barcelona que se ocupe del amigo mosén Claret, que está gravemente enfermo. Que los deseos que tiene de hacer el bien en Barcelona lo concrete en repartir su hacienda a los pobres, en todo lo que pueda, salvando la justicia y la caridad. Que trate con personas espirituales, que trae buenos provechos. Y –volviendo a un tema de la carta que vimos ayer- explica las causas de tribulaciones graves que Dios permite en el convento de Santa Clara, para provecho de personas espirituales.
          Toda carta de Ignacio lleva siempre una enseñanza, y aprovecha cualquier oportunidad para llamar a una perfección mayor.

Liturgia:
                      La tempestad que puso en peligro la barca acabó por conducirlos a una playa que ellos no habían previsto y que el relato nos muestra como poco acogedora: la de la tierra de los gerasenos. (Mt.8,28-34). Vaya por delante el detalle de que Mateo suele duplicar los personajes, de tal manera que donde los otros evangelistas ponen un ciego, él pone dos. Y aquí, donde los otros hablan de un endemoniado, Mateo pone dos. Es un estilo en el decir. Pero  podemos orar con un solo endemoniado porque para el fin que se pretende es igual.
          No habían previsto llegar a esta región. La barca empujada por las olas les ha llevado hasta allí. Hay mucho de providencia, y donde los hombres no habían pensado desembarcar, allí les espera una labor.
          Vivía en el cementerio un endemoniado muy furioso, por cuya causa nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Pues allí se encuentran Jesús con sus discípulos y vienen a dar con aquel hombre convertido en fiera por la posesión diabólica.
          Instintivamente el endemoniado rechaza la presencia de Jesús. El demonio es conocedor de Jesús y le grita por boca del hombre poseído: ¿Qué tienes que ver con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?
          Según el relato de Mateo, Jesús no había intervenido para nada pero su sola presencia era incompatible con la demoníaca. Tan incompatible que los demonios tienen ya la certeza de que Jesús los va a expulsar, y ellos mismos se adelantan a buscarse solución cuando los haga salir de aquel pobre hombre endemoniado.
          Había cerca una enorme piara de cerdos. Animal prohibido y por tanto, negocio ilegal en Palestina. Y los demonios proponen a Jesús que si los va a sacar de aquel hombre, los envíe a los cerdos. Verdaderamente era “su sitio”. Y Jesús les sigue la corriente y les dice: -Id. En realidad era liberar al endemoniado, que es lo que pretendía Jesús.
          Los demonios se meten en los cerdos y se produce una estampida en la que los animales se abalanzan hacia el acantilado y se lanzan al mar, donde los cerdos perecen.
          Los porquerizos se quedan estupefactos. El hecho en sí ya fue llamativo, de ver enloquecidos a los animales y tirarse al mar. Pero al mismo tiempo estaba su responsabilidad ante los dueños de aquella piara. ¿Qué podían contarles que fuera creíble? No tenían más salida que expresar lo que habían vivido. No refiere San Mateo la nueva realidad del hombre liberado de los demonios, pero bien patente queda que aquel hombre está ahora como despertando de una espantosa pesadilla, al tiempo que se siente tranquilo, sereno y en su juicio.
          Los lugareños acudieron a ver lo que pasaba y al encontrarse con Jesús, tienen la extraña reacción de pedirle que se vaya de allí. No podían protestarle porque el negocio era ilegal. Y porque verdaderamente Jesús no había hecho ningún exorcismo que pudieran echarle en cara. Pero había sido su presencia la que había provocado aquella realidad. Le rogaron que se marchara de su país.
          Yo siento siempre mucha tristeza ante este momento: Jesús tiene que irse por haber hecho el bien a una criatura. Las gentes del pueblo se pierden la gran oportunidad… Ésta sí que es una tempestad dolorosa, ante la que Jesús actúa con respeto a la voluntad humana.

1 comentario:

  1. De nuevo aparecen los cerdos en el Evangelio. Hoy como destino de espíritus demoníacos. Estos demonios anulan la voluntad de aquel hombre. Y no era uno, sino varios. No es tema para tomar a la ligera. Afortunadamente sí estás cerca de Jesús nada pueden hacer. Por eso es bueno frecuentar los sacramentos y la oración.

    La segunda parte es la ingratitud hacia Jesús que libera de cualquier demonio y hace sólo el bien. Ciertamente es la actitud del incrédulo. Pero, analicemos bien también nosotros nuestra realidad. Puede que nos percatemos de algo que no habíamos visto hasta hoy.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!