domingo, 22 de julio de 2018

22 julio: Pastor de las ovejas


A Francisco de Borja
          Francisco de Borja, el Duque de Gandía, había enviudado. Libre ya de sus obligaciones matrimoniales, se centró en la idea que venía acariciando de entrar en la vida religiosa. Hizo los Ejercicios Espirituales de mes completo con el P. Oviedo y determinó entrar en la Compañía de Jesús.
          Ignacio le escribe admitiéndole en la Orden, y dándole una serie de orientaciones y consejos de cómo debía ir acabando con sus diversos temas derivados de su situación como duque de Gandía, padre de familia, y su dependencia de la corona de España. Había comenzado unas obras para un convento de dominicos y el hospital de la ciudad, y primero debía dejar acabada la obra comenzada.

Liturgia:
                      La primer lectura de este domingo –Jer.23,1-6- es la que marca más claramente el sentido de la liturgia de este día: Dios, como Pastor de Israel, que se encarga de su pueblo, las ovejas de su rebaño, que no quiere Dios que queden sin pastores que las conduzcan.
          Y donde fallan los pastores, Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas de los países adonde están, y las volveré a traer a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen. Le pondré pastores que las pastoreen, y ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá.

          El evangelio –Mc.6,30-34- nos concreta a Jesús como ese Pastor prometido por Dios. Los apóstoles habían vuelto de su misión apostólica. Vienen cansados y deseosos de contar sus experiencias, entre ellos y con Jesús. ¡Habían hecho tantas cosas más allá de las fuerzas humanas…! Pero no podían tener un sosiego para comunicarse entre ellos porque las gentes venían a Jesús y no le dejaban tiempo ni para comer.
          Jesús entonces pide a los apóstoles que preparen la barca para pasar a la otra orilla y que tengan un descanso. Y en efecto se fueron a un lugar tranquilo y apartado.
          Pero las gentes vieron el movimiento de la barca y rodearon el lago y se presentaron allí donde desembarcaban Jesús y los apóstoles, añadiéndose gentes de las aldeas y pueblos de alrededor, de modo que cuando llegaron Jesús y los apóstoles, se encontraron que estaban allí todos, y muchos más, de los que habían dejado en la otra orilla.
          Y ahí es donde Jesús siente la pena de aquellas almas que buscan ansiosamente, porque no tienen pastores que las atiendan. Y él se olvida del descanso que había planificado con sus apóstoles y se pone a enseñar y atender a la muchedumbre que lo ha buscado. Y dice el evangelio, de modo muy significativo que se puso a enseñarles con calma. No para salir del paso, no con la prisa de despedirlos y quedarse finalmente a solas con los discípulos. Se dedicó completamente a ellos como si no hubiera en ese momento otra cosa que hacer. Se estaba cumpliendo de lleno el anuncio de la 1ª lectura.

          También se suma a esa idea el contenido de la 2ª lectura (Ef.2, 13-18) en la que Pablo habla de que ya no hay dos pueblos, el judío y el gentil, sino que bajo el cayado de Jesucristo se ha quedado unido bajo un solo pueblo. Un solo pastor para un solo rebaño, que ha quedado unido por la cruz de Jesucristo, creando unión y dando muerte al odio que separaba. Así, unos y otros podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.

          La EUCARISTÍA es el pasto en el que hemos de alimentarnos los que formamos ese rebaño, que somos conducidos y alimentados por el propio Jesús que no sólo nos lleva y nos conduce sino que se hace comida que nos alimenta y fortalece.


          Pedimos al Señor que escuche nuestras oraciones.

-         Por el Papa, para que sea el Pastor que dirija hoy a la Iglesia, con el espíritu de Cristo, Roguemos al Señor

-         Por el pueblo y la Iglesia de Nicaragua, que sufren hoy la persecución sangrienta, Roguemos al Señor

-         Por nosotros, para que seamos dóciles a las enseñanzas y directrices de la Iglesia, Roguemos al Señor

-         Para que la Eucaristía sea el centro de nuestra vida en el seguimiento del Señor, Roguemos al Señor


Condúcenos, Padre, a la paz y serenidad necesarias para vivir como hijos de la Iglesia y acoger sus orientaciones con espíritu de humildad.
            Por Jesucristo N.S.

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