sábado, 7 de julio de 2018

7 julio: Actitudes nuevas


En los EJERCICIOS ESPIRITUALES –y vaya esto como adelanto de lo que se dirá al final- plantea Ignacio 3 meditaciones sobre el PECADO. La primera es una visión de los efectos desastrosos que lleva el pecado: a los ángeles los convierte en demonios; a nuestros primeros padres Adán y Eva les hace perder la felicidad del paraíso, y si hay alguien que muera en pecado mortal, pierde a Dios para siempre y queda condenado.
          La 2ª enfrenta al ejercitante con su propio pecado personal. El pecado no se da fuera sino en la misma persona, que queda fea y mala y enfrentada a Dios que es santo, sabio, bueno y verdadero. Y si no se ha condenado esa persona es porque Dios, en su misericordia, le ha dado vida hasta ahora y puede cambiar.
          La 3ª: hay que conocer la maldad interna del pecado para aborrecerlo. Pero el pecado no es sólo el mortal o grave sino que existen desórdenes que son toda situación que no va derecha a Dios. El desorden hay que conocerlo y enmendarlo. Y el mundo es fuente de desorden y pecado: hay que situarse frente a lo mundano y rechazarlo.
Liturgia:
                      A renglón seguido de la protesta de los fariseos porque Jesús comía con publicanos, se produce una pregunta, casi quejosa, de los discípulos del Bautista: Mt.9,14-17. ¿Cómo es posible que los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan a menudo y los discípulos de Jesús no ayunan?
          La respuesta que pudo dar Jesús “en directo” era muy sencilla: porque vosotros seguís los modos del tiempo anterior (“antiguo testamento”), que se basa en los cumplimientos externos, y mis discípulos están ya en otra fase de la historia. Pero como a Jesús le gustaba más la imagen que las palabras, responde que sus discípulos son “los amigos del novio” que está en su convite de bodas. Y no es lógico que los amigos del novio estén ayunando. Tiempo tendrán para ayunar” cuando se lleven al novio”. Habrá un momento trágico en que “el novio” no esté presente, y será la necesidad del sacrificio (“entonces ayunarán”).
          Pero Jesús no se contenta con ello y se va a la parábola en la que dibujaba con mucha más fuerza su pensamiento. Y les habla ahora de esos dos momentos de la historia: uno, el del vestido antiguo, viejo, raído, que ya ha cubierto sus funciones. Otro, la tela nueva, llena de fuerza.
          Es evidente que a una tela ya pasada (ha pasado el tiempo anterior), no se le puede echar un remiendo con tela nueva, porque lo nuevo tira de lo antiguo y se hace un roto peor. Jesús no ha venido simplemente a echar remiendos; ha venido a crear una nueva vida, un nuevo modo de realizar la historia, y eso no se compagina con lo antiguo. No se trata de “ayunar” para satisfacer una ley; hay que apuntar mucho más alto y que el ayuno nuevo sea mucho más que privarse de alimentos. Tiene que ser algo que entra muy al interior de la persona y le lleva a cambios profundos de actitudes.
La otra parábola que viene a expresar lo mismo, habla de los odres viejos, que han servido hasta aquí. Y del VINO NUEVO, que es la novedad que viene, la que él trae. Y es evidente para cualquier entendido que el vino nuevo no se puede echar en pellejos viejos porque la fuerza de lo nuevo revienta los planteamientos antiguos. Y teniendo unos odres nuevos (una disposición nueva) para el vino nuevo (que trae Jesús), las dos cosas se conservan.
          Jesús no ha venido simplemente a repetir el pasado con unos cuantos propósitos nuevos. Jesús ha venido a plantear una vida nueva, que supera a lo anterior como el espíritu supera a la materia. Por eso a ese vino nuevo tienen que presentársele odres nuevos, vigorosos, capaces de incorporar a la vida una novedad tan profunda como el Evangelio. Y eso no es algo que se saca de la manga. Requiere un nuevo modo, un nuevo compromiso, una nueva actitud ante la vida: ante Dios, ante el prójimo y ante sí mismo.
          Es un texto de enorme importancia y ante el que tenemos que enfrentarnos con mucha sinceridad, porque solemos hacer “propósitos” de mejorar (“no querer pecar”, “ser mejores”), pero en múltiples casos no se afronta el verdadero problema, el fallo concreto, la decisión abierta de un cambio. Aquello que Jesús formula diciendo que si tu ojo o tu mano te es ocasión de pecado, lo arranques: soluciones verdaderas y no parchecitos de gasas suaves. Ya lo he comentado alguna vez: San Ignacio nos hace plantear nuestra actitud ante el pecado, mucho más allá que el arrepentimiento. Es necesario e indispensable el arrepentimiento, pero no se demuestra que es verdadero hasta que no se produce el aborrecimiento del pecado: “el ojo que se arranca” antes que pecar, “la mano o el pie que se cortan” antes que ponerse en la ocasión.

1 comentario:

  1. Los fariseos ayunaban y cumplian todos los preceptos, Jesús los ve y valora su piedad; pero les echa en cara una cosa:su incapacidad total para ver en el hermano al Dio al que quieren agradar. La verdadera spiritualidad es creativa y es siempre fiel al mandato del AMOR. Como cristianos , desde nuestra libertad, debemos obrar después de haber elegido, sobretodo después de haber visto qué es lo importante para Dios.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!