jueves, 19 de julio de 2018

19 julio: Venid a mí...


Ignacio a los Padres enviados a Trento
          El Papa Paulo III pidió a San Ignacio que designara a 3 teólogos para el concilio de Trento. Laínez, Salmerón y Fabro fueron designados pero Fabro murió antes. Se sumó Jayo como procurador del Cardenal Truchsess.
          Ignacio les da instrucciones para el trato con las almas y entre ellos mismos. Y entre ellos comunicarse los proyectos y corregirse mutuamente.
          Respecto de las almas, sean discretos, modestos, acomodándose a los que le escuchan, procurando siempre el servicio de Dios. Evitarán las controversias y sean prudentes en el trato individual, asiduos al confesionario, caritativos y serviciales en los hospitales y en la predicación.

Liturgia:
                      Hoy se completa el evangelio anterior con la llamada de Jesús, llamada de misericordia y apoyo con los más necesitados. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. (Mt.11,28-30). Se continúa aquella alabanza a la gente sencilla y humilde que se había admirado de Jesús y de las obras de Jesús, pero que estaban como ovejas sin pastor. Jesús les ofrecía ese pastor cuando les dice que el Padre revela al Hijo y el Hijo revela al Padre y acoge a todos los que lo quieren aceptar. Ahora los llama expresamente a ir a él, tanto más cuanto que están agobiados bajo unas condiciones, aun religiosas, humillantes y aplastantes. Jesús les aliviará. Y no porque Jesús les vaya a presentar una religión fácil sino porque lo que les va a presentar es verdadero, es honradamente verdadero.
          Mi yugo  no deja de ser yugo y carga. Pero es llevadero y mi carga es ligera. Aquí encontraríamos el pasaje del Cireneo pero al revés. Aquí es cada hombre y mujer, cada “Cireneo” el que no puede tirar de sus propias cruces, y Jesús mete su hombro para levantar un poco la carga y que en vez de tener que llevarla solos, encuentren en Jesús al verdadero Cireneo que ayuda a llevar la cruz de cada persona. La cruz siempre es cruz. Pero la cruz llevada con Cristo se hace más ligera y el llevarla es más suave.
          Una misma situación dolorosa, una misma forma de desgracia,  es llevada de muy diferente manera según se lleve con la fe puesta en Jesús o a palo seco. La cruz que se lleva con la mirada puesta en Jesús, es yugo llevadero. Yo recuerdo en mis primeros momentos sacerdotales de hallar a una mujer que sufría desesperadamente su situación. Y yo le dije: sufre Vd. el doble, porque sufre su propia realidad y su pelea contra la realidad. Aquella mujer podría haber padecido más serenamente si hubiera acogido pacientemente su mal, pero lo padecía con pelea, y su desesperanza era mucho mayor.
          Jesús nos da una fórmula para vivir la contrariedad con un espíritu pacífico: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis vuestro descanso. Ese es el secreto: aprender de Jesús, unirse a Jesús en todo momento, y unirse especialmente en los momentos duros, cuando parece que se hunde el mundo alrededor. Aprender de Cristo, que es manso y humilde de corazón, y hacer del propio corazón una copia del corazón de Cristo. Manso y humilde, sin resabios, sin pelearse con la dificultad, sino asumiéndola de manera que se haga “parte amiga” de la propia vida., y de la propia cruz. Y todo se hará mucho más llevadero.
          Yo recomiendo mucho saber mirar las dificultades como pasando “por la acera de enfrente” y no cargándoselas sobre los hombros. Sobre los hombros pesan mucho y se van haciendo cada vez más pesadas. En cambio saber descargarlas y mirarlas a distancia prudente, libera mucho el peso. Ya se sabe que eso no se consigue a la primera de cambio, pero se puede trabajar en esa dirección. Y se llega a conseguir, siempre que no haya un masoquismo en querer sufrir y poder provocar la compasión de otros por el propio sufrimiento. Se puede conseguir cuando hay una visión sobrenatural y acaba uno descargando la cruz a los pies del Señor, uniéndose a su propio sufrimiento y dándole al dolor la dimensión redentora que adquiere cuando ya no se sufre solo sino unido al yugo de Cristo y a la cruz de Cristo.

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