lunes, 16 de julio de 2018

16 julio: Paz y espadas


Nuestra Señora del CARMEN
Ignacio al P. Nicolás Bobadilla
          El P. Bobadilla era un poco difícil, aunque hombre de grandes cualidades, que trabajó maravillosamente en Alemania e Italia, en grandes empresas que le encomendaron. Ignacio, que daba mucha importancia a las cartas, y así establece en las Constituciones que haya comunicación entre los miembros de la Compañía, da unas instrucciones sobre el particular. Bobadilla, caprichoso y un tanto singular, no está de acuerdo con esas disposiciones y se lo hace saber al Santo con la sinceridad que le caracterizaba.
          Ignacio acepta en tono paternal y humilde esa postura pero se mantiene en su posición, y le expresa al P. Bobadilla con el gusto que le dedica el tiempo en estas cartas, por la estima en que le tiene, hasta el punto de que estaría dispuesto a darle su voto para que fuera el Padre General.

Liturgia:
                      Continúa el evangelio de San Mateo con una serie de planteamientos básicos de la vida del que pertenece al Reino. Estamos en una continuación de las instrucciones que da a sus apóstoles al enviarlos a la misión, y tiene un conjunto de enseñanzas básicas para la vida de los creyentes.
En 10,34 a 11,1, Jesús pone delante su celo profundo por la conversión de su pueblo. Y aunque el fondo de su vida y su enseñanza es siempre la paz, como distintivo de su obra, ahora emplea otra comparación para indicar cómo se puede vivir la realidad del Reino. Y dice entonces que no penséis que he venido a sembrar paz; no he venido a traer paz sino espadas. Parecería contradecirse pero el argumento sigue siendo el mismo. El viene a traer paz pero el mundo no entiende de paz ni quiere compromisos del dominio que cada cual debe tener de sí mismo. Y entonces hay que establecer una lucha para que llegue a dominar el bien.
          Quiere decir que la enseñanza que él hace es acogida por unos y no por otros, y así resulta que donde él quiere que haya paz, se establece la guerra. Por eso he venido a enemistar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. Evidentemente Jesús no había querido eso. Pero el resultado acaba siendo que, según se acepta o se rechaza su palabra, se produce en las mismas familias posturas encontradas.
          Jesús no puede quedarse en un punto medio, en un dar lo mismo situarse a la derecha o a la izquierda. Ante Jesús el que quiera a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. Y yendo adelante en esta idea de la lucha que supone el seguimiento de Jesús, el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. Ya vamos comprendiendo “la espada” que ha venido a establecer el Señor: es la lucha que la persona tiene que librar sobre sí misma para poder coger esa cruz y ser así digno de Jesús.
          Por eso el que quiere conservarse a sí mismo, se pierde, y el que pierde su vida por mí, la encuentra. Y el que os recibe a vosotros (los mensajeros de Jesús) a mí me recibe, y recibe al mismo Dios que me ha enviado. Se va aterrizando en el tema de la misión y del envío de aquellos apóstoles que han de salir a llevar adelante la obra de Jesús.
          Concluirá, pues, con una palabra consoladora para aquellos hombres que salen a campo abierto, como corderos entre lobos, y al mismo tiempo acogidos por quienes tienen paz y viven en son de paz. Dice, pues, Jesús: el que da un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga.

          Cuando Jesús concluyó aquellas instrucciones a sus Doce, él partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
          Hay en estas palabras una novedad que no es corriente. Por lo general los evangelios no hablan de una acción de Jesús para predicar cuando los discípulos han salido para la misión. Sin embargo aquí ha dado las instrucciones, los apóstoles se supone que han salido a realizar la obra encomendada, y nos dice el texto que Jesús salió a predicar y enseñar en sus ciudades. Deja la impresión de que Jesús se fue solo por otras partes mientras sus discípulos vivían el encargo que el Maestro les había hecho.

1 comentario:

  1. Jesús envió a todos los Apóstoles. Él, no se quedó con ninguno. Nosotros, si somos discípulos de Jesús, también somos enviados; somos discípulos misioneros. Los envió de dos en dos; porque, el mensaje de fraternidad de Jesús, no se puede predicar desde la individualidaD. La comunidad cristiana debe estar abierta para todos. El misionero debe ir ligero de equipaje. ..no llevará nada que interrumpa su trabajo; debe ser bien acogido por una gente muy buena, para trabajar en un campo sembrado con semillitas de Evangelio que el Espíritu sembró antes de que él llegue. El misionero tiene que predicar con el ejemplo y necesita una casa y una comunidad como punto de referencia.El misionero, a pesar de las dificultades con las ue se puede encontrar, debe gastar toda su vida al servio del Apostolado y, desde el fondo de su corazón decirle con una voz segura: dispón de mí, Señor, todo el tiempo que quieras.

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