lunes, 2 de julio de 2018

2 julio: Dos vocaciones


Carta de Ignacio a su hermano Martín de Oñaz
          Martín fue el hermano que quedó con el  mayorazgo de la casa de Loyola. Había habido un desencuentro fuerte porque Martín pretendía cambiar el camino de Ignacio. Ignacio optó por dejar de escribir hasta que a fin escribe esta carta. La parte primera trata de dejar solventados temas familiares, y luego pasa a explicar las razones de su largo silencio: “Porque la llaga tiene varias etapas de tratamiento, y al principio esa medicina me era necesaria”. Por tanto mi comportamiento tiene razones del servicio divino.
          A continuación da consejos sobre el amor a los parientes, y acaba recomendando a su hermano que use bien del dinero y de las influencias que pueda tener. (Carta de 1532)

Liturgia:
                      Llegamos a unas posibles vocaciones de seguimiento de Jesús: Mt.8,18-22, Jesús ha pasado a la otra orilla del Lago, y allí un doctor de la ley se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré a donde vayas. Era un acontecimiento que un doctor de la ley –de los que habitualmente encontramos entre los que le hacen la guerra a Jesús- se presentara con esa disponibilidad tan buena de irse con Jesús a donde fuera y como fuera.
          Era halagüeño para Jesús y parecería lógico que Jesús hubiera facilitado ese ofrecimiento. Sin embargo Jesús le puso por delante honradamente lo que suponía ir con él: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. Quería Jesús que estuvieran las cartas boca arriba y que quedara claro que no pretendía dulcificar la vida por el hecho de ir con él.
          No consta cómo se desenvolvió finalmente el episodio. El relato del evangelista se limita a presentar el breve diálogo del doctor y Jesús, y nos deja la puerta abierta para pensar. Para que sepamos que estar con Jesús no se facilita automáticamente sino que lleva consigo una abnegación, un sacrificio. Que luego quedará compensado por el gozo de haberse encontrado con el Señor. Pero que eso es ya el fruto de una generosidad de entrega incondicional.
          Más de una vez se ha presentado la pregunta de personas que de forma teórica quieren saber si la vida de seguimiento de Jesús en una Vida Religiosa es más difícil o se hace fácil. Sería engañoso decir que todo es muy fácil por el gusto de dedicarse a Dios. La única respuesta válida es que lo primero que hay que contar es con que haya una llamada de Dios (y eso hay que estudiarlo). Con vocación, todo se hace más llevadero, pero no excluye la dificultad y el sacrificio. Sin vocación, y por puro voluntarismo, no hay manera de sobrellevar una Vida Religiosa.
          En el caso que nos ocupa, lo que no consta es la llamada de Jesús. Hay buena voluntad por parte del doctor de la ley. Y por eso Jesús quiere hacerle comprender que eso no basta para seguirlo. Habrá que enfrentarse a una realidad nada fácil por fuerzas humanas, porque el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza.
          Se presenta una segunda posible vocación, pero mal planteada por uno que ya era discípulo, pero que pretende que su seguimiento de Jesús sea “a su manera”: “Déjame ir primero a enterrar a mi padre”.
          Siempre hay que explicar el término para entender la situación real. No es que el padre estuviera muerto sino que según la costumbre social, el hijo menor debía quedarse con su padre hasta que el padre muriera.
          Jesús no admite que ahora ese discípulo plantee irse hasta que llegue el día más o menos lejano de que el padre muera y el discípulo vuelva. Máxime cuando tiene otros hermanos que no son discípulos y no tienen esa situación de estar ya con el Señor. Y entonces Jesús, con una de esas expresiones de que tanto gustaba, le aclara: Tú, sígueme. Deja a los muertos (los hermanos que no son discípulos) enterrar a los muertos (=acompañar al padre el tiempo que le toque vivir).
          Tampoco nos dice el evangelista cómo terminó aquel caso.  Quiere dejarnos el paquete dentro del cuerpo. En fácil resumen tendremos que concluir que “amar a Dios sobre todas las cosas” es algo que Jesús se toma muy en serio. Y que la tentación fácil es dejarlo disimuladamente para “segundo plato”. No lo admite Jesús. Y será un punto que nos obligue a revisar nuestra sinceridad en el seguimiento de la voluntad de Dios.

1 comentario:

  1. Podría darse el caso de que una persona al ver celebrar misa a un sacerdote, y siendo tan amante de la Eucaristía, pensara: "Yo quisiera parecerme a el", "estar donde está el". "Si yo fuera sacerdote haría esto o aquello", Yo mismo podría reconocer haber tenido a veces esa sensación. ¿Es eso vocación? Tal vez no.

    Tal vez, otra persona se vea seducida por la idea de entrar en un convento, por la tranquilidad que a su juicio su vida respirará entonces. Una vida de paz y tranquilidad. ¿Es eso vocación? Tal vez no.

    La pregunta sería: "¿Estás dispuesto a separar totalmente la vida en este mundo, de tu propia vida? Eso, implica sacrificio, y eso hizo Jesús, y eso hicieron los apóstoles.

    "Deja a los muertos que entierren a sus muertos". Al margen de la explicación de la frase, que está correcta, y reconozco que no la recordaba o no la conocía bien, hay una llamada de nuevo a la exigencia. Algo que te exige cambiar tus costumbres, sean cuales sean, si es necesario para enfrentarse a la nueva vida.

    ¿Habría alguna palabra aquí para el seglar?. Yo creo que si. De hecho somos la mayoría de los cristianos. La respuesta sería algo así como: "Si quieres ser discípulo pero no tienes vocación a la vida consagrada, como mínimo Dios te pide coherencia. Que la Palabra de Dios no esté nunca por debajo de los usos y costumbres de este mundo, ni por exigencias familiares, ni sociales, ni nada. Que Dios sea lo primero, y todo lo que hagas esté orientado a santificarte y a contribuir a extender el Reino de Dios sobre la tierra".

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