martes, 3 de julio de 2018

3 julio: Quién es Este


Carta de Ignacio a Isabel Roser
          Isabel Ferrer (Roser, por su marido) comenta a Ignacio tribulaciones y problemas que le torturaban. Ignacio le eleva el pensamiento poniéndole delante que Dios es el primero y “las cosas” están supeditadas al honor de Dios para que la persona alcance su fin de alabar, hacer reverencia y servir a Dios. Ante todo lo demás hay que tomar distancia. Y moverse desde la humildad y el amor a la misma humillación para parecerse a Cristo. Le explica la razón y el sentido de la contrariedad y la conducta que tiene que seguir el alma. Le dice cómo Dios dirige los acontecimientos y así pretende que se tenga el verdadero conocimiento de las  criaturas, y cómo el alma tiene que irse desprendiendo de las cosas de la tierra. Eso implica entablar guerra contra los enemigos del bien del alma. Y es natural que el mundo le haga la guerra a ella por oponerse a las tendencias mundanas.
          Isabel acabó siendo Religiosa franciscana y murió santamente.

Liturgia:
                      En la vida de Jesús hay diversas travesías del Lago de Genesaret, unas más tranquilas y otras más virulentas por aquellas tempestades que se levantaban de pronto y que ponían en peligro las barcas de los pescadores. Tiene su segunda lectura esa realidad y es la identidad de MAR con MAL, atribuyéndole al mar una capacidad de daño y peligro.
          Hoy tenemos una de esas situaciones difíciles para los discípulos de Jesús. En Mt.8,23-27 se narra una de esas travesías que acaban en una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas. Lo curioso es que dice el texto que Jesús estaba durmiendo. Otros evangelistas nos lo sitúan en popa, y con las olas cubriendo la barca. Algo que resulta inaudito, y que hace pensar si realmente Jesús permaneció dormido en un profundo sueño, o se hizo el dormido a partir de un determinado momento, esperando ver la actuación de sus hombres. En principio aquellos hombres, entre los que había varios pescadores expertos en el mar, intentan solventar el tema por su cuenta. Luego se dan cuenta de que es imposible salvar la situación humanamente y acaban despertando a Jesús con un grito desgarrado y provocado por el terror de la situación: Señor, sálvanos, ¡que nos hundimos!
          Pareció como se lo tomara a broma, y que casi corregía a aquellos hombres llenos de miedo: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!
          Y poniéndose de pie en la barca, pese al vaivén enorme de las olas, increpó al viento y al lago. Y tras aquella intervención de Jesús, se produjo una gran calma. El mar se echó a sus pies, los vientos se volvieron serenos, y los discípulos se quedaron que no daban cuenta de sí, entre el susto vivido y la admiración de ahora tras la intervención de Jesús.
          Y se preguntaban admirados: ¿Quién es este?
          Voy a confesar que tenía yo escrito mi segundo libro, con los comentarios a los diversos tiempos litúrgicos y no llegaba a saber qué título podía reflejar momentos tan diversos como la infancia, la Pasión y la Resurrección. En mi oración diaria llegué a este texto que nos ocupa hoy y se me encendió una luz. Si los mismos discípulos que vivieron tan de cerca las acciones de Jesús, llegaron ahora a preguntarse: Quién es este, con toda razón yo podía preguntármelo y preguntarlo a mis lectores. Se trata de ahondar en cada detalle de la vida de Jesús, con esa pregunta siempre por delante. Porque por mucho que se quiera responder, siempre nuestras respuestas se quedarán cortas. La personalidad y la obra de Jesús no tienen fondo: siempre queda más por averiguar. Aquellos discípulos, después de todo lo que llevaban visto en su convivencia con el Maestro, todavía se quedan pasmados ante el apaciguamiento de la tempestad en el Lago. Su pregunta, llena de admiración, no tuvo para ellos respuesta inmediata. Ni a más largo plazo. Tendría que ser después de la Resurrección y de la venida del Espíritu Santo cuando tuvieron la respuesta que ahora no sabían darse.
          Quiera Dios irnos abriendo los ojos y el alma para que también nosotros vayamos encontrando nuestra particular respuesta. No sólo para decir “quien es este” sino para decirnos a nosotros mismos quién es este PARA MÍ. Será un gran ejercicio de oración sin fin, que nos durará toda la vida. “Éste”, a quien los vientos y el mar obedecen, será nuestra fuerza y nuestro encanto…, la razón de ser de nuestra vida y de nuestro caminar y de nuestro modo de ser.
          ÉSTE ES SENCILLAMENTE JESUCRISTO.

1 comentario:

  1. Jesús permanecía dormido en un profundo y plácido sueño a pesar de la tempestad. Eso es lo que yo creo. Y eso me lleva a meditar en cual debe ser nuestra actitud ante las numerosas tormentas que nos acechan. Porque a veces no se trata de lo que podamos hacer, a veces tienes que confiarte totalmente en los brazos de Dios. En esa actitud, es posible dormir plácidamente aunque afuera sople el huracán.

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