sábado, 14 de julio de 2018

14 julio: No tengáis miedo


Ignacio a Diego Laínez
          Ignacio había sido ya elegido Superior General de la Compañía de Jesús. Ahora había que dotarla de unas Constituciones. Pero con su prudencia habitual, no redacta unas Constituciones desde un despacho sino que va haciendo tanteos de aspectos particulares para que sea la práctica la que diga lo que ha de quedar como definitivo.
          Al P. Laínez le da instrucciones de puntos particulares en esta temporada en que escribe la carta. Manda que comience a poner el marcha dos aspectos que deberán en su día subir a las Constituciones: la dedicación a la enseñanza de la doctrina a los niños (cosa que ya constaba en la Fórmula de institución y aprobación de la Compañía) al menos por el espacio de 40 días cada año, y otra parte sobre el modo de vestir y calzar que debe tener, conforme a capítulos que estaban pergeñados. Y a la vez que se lo manda bajo obligación del voto de obediencia, le levanta la tal obligación, si razones de orden superior se le presentasen al Padre Laínez.
          Es proverbial el doble sentido de Ignacio del valor de la obediencia, y el de la prudencia en casos particulares

Liturgia:
                      Sigue la instrucción comenzada ayer: Mt.10,24-33. Jesús lanza a los apóstoles a una misión para la que deben estar prevenidos. El discípulo no es más que su Maestro, ni el esclavo más que su amo. Si a Jesús le han tildado de Belzebul, ¡cuánto más le toca a los criados! Jesús no suaviza la situación; no trata de engatusar a sus apóstoles dorándole la misión a la que han de salir. Tienen que contar con la dificultad e incluso con la incomprensión y la acusación. Eso lo han hecho con él; no se pueden extrañar de que lo hagan con ellos.
          Pero no les tengáis miedo, porque nada hay encubierto que no llegue a descubrirse, nada escondido que no llegue a saberse. La verdad ha de sobresalir y vosotros tenéis que ir con la verdad por delante, prescindiendo de lo que otros digan o hagan. Lo que os digo de noche, publicadlo a la luz del día; lo que os digo al oído, publicadlo desde la azotea. Y no es que Jesús instruyera a los suyos en secreto ni a escondidas. Es una manera de decir que la Palabra que llevan por delante –la Palabra de Jesús-, tiene que abrirse paso a las claras y promulgarse por dondequiera que vayan.
          No tengáis miedo, les repite Jesús… No les tengáis miedo a los matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. No; temed a quien puede destruir en el fuego alma y cuerpo.
          Yo recuerdo siempre a una persona que se moría de temor ante esa afirmación, atribuyendo a Dios ese poder de destrucción. Yo no he entendido nunca esa palabra como si Dios fuera el que iba a  destruir alma y cuerpo en el fuego. En realidad esa es obra que corresponde al demonio. Porque la obra que pertenece a Dios es el cuidado del hombre. Tal como se expresa en la continuación: ¿No se venden dos pájaros por unos cuartos? –Pues ni uno solo  cae sin el permiso de Dios. O sea: la obra de Dios es la providencia amorosa que se cuida aún de los gorriones y de los cabellos de nuestra cabeza. No es el Dios que manda a destruir alma y cuerpo al fuego. Pues bien: si se ocupa de los gorriones y de los cabellos de nuestra cabeza, podemos estar seguros de que se ocupa de nosotros y nos cuida. Por eso, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Pues este mensaje lo tienen que tener en cuenta aquellos apóstoles en su misión, para que vayan con plena confianza en la providencia de Dios, lo que no quita que se van a encontrar con todas las dificultades.
Como decía ayer, la instrucción tiene un sentido escatológico y habla de la misión apostólica a través de los siglos. Y bien patente queda en la dificultad con la que se está encontrando la difusión del mensaje apostólico en los momentos presentes.
Sin embargo, no pueden achicarse los mensajeros de la Buena Noticia. Tiene que ponerse de parte de Jesús y de su Palabra, porque la vergüenza sería que por temores a la realidad actual, se dejara de proclamar ese mensaje. Y el valor tiene que vivirse en ponerse de parte de Cristo ante los hombres, y Cristo se pondrá ante el Padre de parte de esos sus mensajeros. Lo contrario sería que ante unos mensajeros que no se atreven, por miedo o respeto humano, a proclamar la Palabra de Jesús, Jesús tendrá que no reconocerlos ante  el Padre.

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