jueves, 12 de julio de 2018

12 julio: La misión apostólica


Ignacio al P. Viola
          El P. Viola fue enviado a París para perfeccionar su latín e incorporarse a la Universidad al año siguiente. Viola no obedeció tal cual porque se sentía bien preparado y buen latinista. Pero el hecho es que perdió ocho meses sin poder incorporarse a los estudios universitarios. Y escribe a Ignacio cargando las causas de su fracaso al profesor y pidiendo orientación para el siguiente curso.
          Ignacio aprovecha la ocasión para darle principios sobre la obediencia ciega, porque había perdido el tiempo por no seguir las indicaciones que llevaba de Roma. Y le dice que su obediencia de juicio no parece auténtica, pues en vez de reconocer su error trata de que los superiores se pongan de su parte. A pesar de todas sus promesas de querer someter su juicio, le dice Ignacio, en realidad le sobraba el parecer propio, por el que se había regido en vez de obedecer.

Liturgia:
                      Jesús ha elegido a sus doce apóstoles. Ahora les da instrucciones (Mt.10,7-15) para su misión apostólica, a la que los envía por aldeas y ciudades. Lo que tienen que proclamar ante todo es que el reino de los cielos está cerca. El Reino “de los cielos” es el reino aquí abajo, el que trae Jesús, que –comenzando en la realidad del día a día- va conduciendo a que el cielo se acerque a lo humano, o que los humanos se acerquen al cielo.
          ¿Cómo se proclama ese reino? –Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Exactamente la misma obra de Jesús. Lo que ya habían visto que había hecho Jesús a los largo del tiempo que lo venían siguiendo, ahora lo van a hacer ellos, los doce.
          Y como lo reciben gratuitamente, gratis lo han de dar. Los fariseos y doctores esquilmaban a viudas y gente sencilla, buscando siempre un pago económico. Aquellos doce marcharían libres de esa carga, abiertos gratuitamente a hacer el bien.
          Y no sólo lo habían de hacer sin pedir nada a cambio, sino que ellos  mismos habían de ir desprendidos de todo: No llevéis en la faja oro, plata o calderilla, ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón. Lo que las gentes le quieran dar, lo toman, porque digno es el obrero de su salario. Una cosa es ir desprendidos y otra que no vivan. Pero vivirán ayudados por las mismas gentes a quienes se dirigen.
          Eso sí: sea cual sea la situación, lo que se pide ante todo es que los reciban en paz. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y saludad y quedaos en su casa hasta que salgáis del lugar.  Le deseáis la paz y vendrá a ellos esa paz. Que si no fuera así y no os recibieren de buenas, la paz vuelva a vosotros. Pero vosotros os salís de allí y os vais a otra casa donde sí haya paz. Sacudís el polvo de los pies para no quedaros con nada de aquellos que no os reciben, y os buscáis la vida por otras familias que sí tengan en ellas la paz y sean capaces de vivir en paz y acogeros en son de paz.

          No cabe duda que la paz era un punto central en la vida de Jesús y en la obra que dependía de Jesús. Jesús es enamorado de la paz, que él tiene en sí mismo y quiere sembrarla por dondequiera que vaya. Cuando la resurrección, su repetido saludo distintivo es: PAZ A VOSOTROS. Así se presenta de improviso, aun en medio del susto de aquellos hombres, y así se acerca a ellos cuando ya lo han reconocido y acogido. Su repetitivo “paz a vosotros” es como la radiografía de su interior, y la proyección que quiere irradiar en los suyos.
          Pues así salen aquellos doce a su misión apostólica. Y subrayo que eran los “doce” porque de toda esta experiencia participó Judas con todos los demás. Lo que queda por pensar es que Judas no llevó en su alma la paz y no pudo trasmitirla. En el fondo de su corazón había una barrera a esa paz. ¿Cómo puede entenderse que hiciera todos aquellos prodigios que se enumeran al principio, y que al final se mostrara enemigo de Jesús? Ya indicaba yo ayer el misterio de la voluntad humana, y por tanto el misterio de la libertad. Donde once pusieron su libertad al servicio de la causa de Jesús, Judas optó por el sentido contrario. Es el misterio de la libertad humana, que en definitiva es el misterio de la mente humana, capaz de envenenarse y romper los dones recibidos.

2 comentarios:

  1. Busca la paz y corre tras ella. Donde hay paz está el Señor.

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  2. Los Apóstoles saludaban con el shalom; era el saludo de la Paz una paz externa que reflejaba la buena relación que existía entre ellos.Ahora, se les envía para fomentar una buena relación con Dios y con todos los hombres de buena voluntad, sean de la raza que sean, del pensamiento y religión que sean. Jesús no les asegura el éxito, los prepara para que no lo tomen como fracaso. Habrá quien se desentienda del mensaje, no fracasarán...la paz volverá a ellos y a los que sepan acogerla, si acogen al Señor, su Palabra.

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