sábado, 21 de julio de 2018

21 julio: La caña cascada


Ignacio al Sr. Doimo Nascio
          San Ignacio propuso al Papa Paulo III que la Compañía no tuviese ni coro ni hábito, lo que fue aprobado por el Papa.
          Un franciscano, Fray Barberá, miembro del Santo Oficio pensó que era una relajación y llegó a decir que todos los jesuitas desde Perpiñán a Sevilla (todos los de España) debían ser quemados.
          También combatió la misión jesuítica de atender a mujeres arrepentidas.
          Ignacio le hace llegar una breve carta a través del Sr. Doimo. Dice Ignacio que donde él quiere quemar a los jesuitas, digo yo y deseo de él y de todos sus amigos y conocidos no sólo de Perpiñán a Sevilla sino del mundo entero, sean encendidos y abrasados de Espíritu Santo, para que todos ellos, llegando a mucha perfección, sean muy señalados en la gloria a su Divina Majestad.
          Y ya hay magistrados y jueces para que si alguna cosa tiene contra nuestras obras, que las denuncien. que yo prefiero pagarlo todo yo solo, que no todos los que hay de Perpiñán a Sevilla.

Liturgia:
                      Los fariseos no se andaban con chiquitas, y lo que ellos consideraban que Jesús transgredía sus normas, lo intentaban solventar quitando a Jesús de en medio. Jesús se enteró y optó, como tantas veces, irse de allí, del foco violento de los fariseos, y no presentarles batalla.
          Muchas gentes lo siguieron. El pueblo sencillo aceptaba a Jesús. Descubrían la sinceridad de sus enseñanzas y que hablaba conforme a la verdad, trasmitiendo los caminos de Dios. Y eso lo capta el pueblo. Jesús curó a todos los enfermos que le presentaron, y lo que les pedía él era que no lo descubriesen.
          El resto del evangelio de hoy es una cita de Isaías que encaja perfectamente con la persona y la acción de Jesús: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Nos resuena esta frase a la teofanía del Tabor, cuando se oyó la voz del Padre que decía precisamente eso: Éste es mi hijo amado en quien me complazco.
          Continúa Isaías describiendo a ese siervo amado de Dios, como quien no porfiará, no gritará, no voceará por las calles. Es lo que ha hecho Jesús ante el acoso de los fariseos. No ha presentado batalla, no ha discutido, no ha gritado, no ha porfiado. Ha preferido irse a otro lugar donde haya paz y tranquilidad de las gentes, donde él puede desarrollar su labor de taumaturgo que cura y de pedagogo que enseña, y donde no hay violencias ni discordias.
          Jesús puede encontrarse con cañas cascadas a punto de romperse y mechas que están a punto de extinguirse. Carencias que parece que no van a tener solución. Jesús ni rompe esa caña sino que la entablilla, ni apaga la mecha sino que la alimenta. Su misión no es romper nada sino implantar el derecho: arreglar lo que está en malas condiciones. Tal como se dice en ese párrafo de Isaías, que en este siervo está puesto el espíritu para que anuncie el derecho a las naciones: lo que está derecho, lo que no está torcido, lo que no es injusto.

          Creo que puede ser el momento de entrar en un tema que muchas veces se pone empinado y cuesta arriba para el entendimiento de expresiones y situaciones que nos encontramos en los libros sagrados. No cabe duda que hay muchas historias bíblicas (e incluso parábolas de Jesús) que tienen un final trágico y violento. La realidad axiomática que debe presidir toda interpretación es que ni Dios ni Cristo ni las obras de Dios son violentas: ni romper la caña cascada ni apagar el pablo que titila, es el estilo de Dios, sino promover lo que es justo
          ¿Cómo se entiende, pues, esos finales dramáticos que acaban en muertes violentas? Por el estilo que rezuma un pensamiento judío. Y bien lo podemos comprobar en el momento actual, con las represalias del estado israelita contemporáneo, en el que cualquier situación acaba en venganzas violentas, siempre mucho más allá de los males recibidos. Un relato escrito por “historiadores” judíos, lleva la impronta de ese carácter violento.
          Por ello, al leer esos episodios y saberlos “Palabra de Dios”, no los leemos como expresión de lo que Dios ha querido sino de lo que ese relato nos quiere trasmitir de los caminos de los hombres a través de los cuales Dios lleva la historia a ser una HISTORIA DE SALVACIÓN. Aquello de que Dios escribe derecho con NUESTROS renglones torcidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!