domingo, 15 de julio de 2018

15 julio: Apóstoles laicos


Ignacio a Ascanio Colonna
          Ascanio era hombre de guerra. Y usó en la vida familiar con su esposa el mismo estilo violento. Ella, Juana de Aragón, fue muy desgraciada en su matrimonio y comenzó a frecuentar los círculos del sospechoso Juan de Valdés. El Papa se preocupó y quiso que un jesuita fuese a intentar poner remedio. Primero fue Bobadilla y luego Araoz quienes lo intentaron, aunque sin éxito.
          Ignacio interviene personalmente con esta carta, en la que no entra directamente en el asunto sino que expresa los grandes bienes que se siguen de tratar con personas espirituales, y la necesidad que hay de padecer por la causa de Cristo para llegar a triunfar después. Esta realidad, le dice a Ascanio, tiene que tocar el honor de un noble  militar.
          Tan interesado estuvo el santo en este tema que hizo una de sus pocas salidas de Roma para visitar al personaje en el ducado de Paliano. La realidad es que no sirvieron tampoco las mediaciones de Ignacio.

Liturgia:
                      Es curiosa la 1ª lectura (Amós.7,12-15) que nos presenta al primer laico que es enviado por el Señor a comunicar su Palabra. Sufre un cierto desprecio de parte del sacerdote Amasías, que ni siquiera lo acoge como profeta (simplemente lo llama “Vidente”), y que intenta que Amós se vaya a otra parte a hablar sus discursos: vete, refúgiate, pero no aquí a costa de tus profecías.
          Amós responde que no es él quien ha tomado el camino aquel. Él es un simple cultivador de higos, un agricultor…, pero el Señor es quien le ha enviado. El Señor me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel. No es por tanto una invención humana. Ha sido llamado a la misión, y lo que no puede es negarse a esa misión que le encarga Dios.

          El evangelio es el envío que Jesús hace de sus apóstoles, hombres del pueblo, a la misión de predicar la palabra y hacer las obras de Jesús: Mc.6,7-13. Tampoco ellos pueden negarse a aquel envío que les hace Jesús. Los envía de dos en dos porque el testimonio valía cuando dos al menos eran los testigos. Y reciben el encargo de Jesús para tener autoridad y fuerza frente a los espíritus inmundos.
          No van con sus fuerzas, ni poder, ni sabiduría propios. Queda evidenciado en las condiciones de carencia de recursos humanos con que son mandados a la misión: pueden llevar sandalias para sus caminatas de ciudad en ciudad, y bastón para ayudarse, pero nada más: ni pan, ni alforja, ni túnica de repuesto. Como Amós, no son ellos los que hablarán por propia iniciativa, sino por la palabra y el poder que en ellos pone Jesús.
          En la casa en que entren de primeras, allí han de quedarse y desde ahí ir irradiando hacia otras direcciones. La única condición es que haya acogida por parte de esa casa. Porque si un lugar no os recibe ni os escucha, os marcháis, sacudiendo el polvo de los pies para dejar constancia de su culpa.
          Los apóstoles salieron a predicar por diversas aldeas y ciudades, y en ellas hablaban a las gentes de la conversión, al mismo tiempo que echaban demonios, y curaban enfermos. Convertirse por dentro y ser sanados por fuera…, era la misión que llevaban a las gentes aquellos hombres de parte de Jesús.

          Estamos, pues, ante la implicación de los seglares en la extensión del reino de Dios, por el encargo que Dios hace, para que hombres y mujeres del pueblo se sientan testigos vivos del mensaje cristiano. Hoy sería de una actualidad mayor todo este mensaje, cuando la extensión del Reino de Dios necesita del compromiso de los seglares para ser en su ambiente y posibilidades de influencia, los testigos que lleven el mensaje de Jesús, y contagien desde su pequeñez lo mismo que aquel Amós, cultivador de higos, pero profeta por encargo de Dios…, o como aquellos hombres simples que Jesús puso en camino para ser ellos los que predicaran la conversión y cuidaran los enfermos que encontrasen en su camino.
          Fuerza que impulsa esa vocación apostólica de los seglares es LA EUCRAISTÍA, porque no se puede participar de la Comunión en forma pasiva de devoción espiritual.




          A ti, Señor, levantamos nuestra alma

-         Que la Palabra de Dios mueva nuestros corazones. Roguemos al Señor.

-         Que los laicos tomen conciencia de su puesto activo en la trasmisión de la Palabra. Roguemos al Señor.

-         Que los pastores sientan que los laicos son colaboradores en la misión de la Iglesia. Roguemos al Señor.

-         Para que la Eucaristía nos sea una exigencia apostólica para trasmitir el mensaje de Jesús. Roguemos al Señor.


Pedimos, Señor, que la Palabra sea un estímulo en nuestras vidas, y que cada cual se sienta miembro activo para proclamarla desde su realidad personal.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N. S.

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