martes, 9 de abril de 2019

9 abril: Jesús puesto en alto


LITURGIA
                      En una mentalidad como la del pueblo hebreo, primitivo y por otra parte muy centrada en Dios, las serpientes que encuentran en su paso por una parte del desierto no pueden ser para ellos otra cosa que algo que Dios envía y para su castigo por haber murmurado contra Dios y contra Moisés. (Num.21,4-9). De ahí su arrepentimiento y su petición de intercesión a Moisés para que les libere Dios de aquella plaga en la que habían caído muchos. Dios se adapta a su mentalidad primitiva y le dice a Moisés que haga una figura de serpiente y la coloque en un mástil. Cuando alguien sea picado por las víboras, debe mirar a esa imagen y quedará curado.
          Precisamente Jesús utiliza esa misma imagen ante los fariseos: cuando yo sea puesto en alto sabréis que yo soy. (Jn.8,21-30) Esta expresión era muy significativa para los judíos, a los que Dios se había manifestado en otro tiempo como “el Yo-soy”, y por tanto Jesús está definiéndose como Hijo de Dios, que es en lo que estaban aquellas discusiones con los fariseos, que querían saber quién era Jesús, pero como es natural sólo veían al hombre, y no admitían las explicaciones que Jesús les daba para darse a conocer.
          Y muchos de lo que oyeron de buena fe estos discursos de Jesús, creyeron en él.

          [SINÓPSIS, 322 y 324; QUIÉN ES ESTE, pags.136-139]
          La crucifixión era una práctica salvaje. Atravesar los antebrazos del condenado a golpe de martillo, era una brutalidad manifiesta. No es sólo el hecho en sí, considerado asépticamente. Es que aquella operación desgarraba tendones y producía dolores muy fuertes. Los pulgares se agarrotaban al paso de aquellos clavos toscos que atravesaban los antebrazos.
          Jesús no podía menos que dejar escapar quejidos y lágrimas de dolor. A lo que parece, los otros crucificados con él no eran atravesados por clavos sino atados severamente con cuerdas, que también producían enormes calambres por la dificultad de la circulación.
          En Jesús cada martillazo repercutía en el dolor de todo el cuerpo tendido en el suelo sobre las espaldas heridas. Y lo que no sabemos es si le dejaron la corona de espinas, pues entonces era más insufrible el sufrimiento de la cabeza, que reposaba sobre el madero. Estamos acostumbrados a ver los crucificados con su corona de espinas. Si eso fue así, el sufrimiento era para enloquecer.
          Cuando quedaron clavados los brazos, vino izar el madero hasta el mástil vertical, siendo así que la única sujeción del cuerpo eran los brazos crucificados, con los músculos  del pecho forzados por la tensión del estiramiento. Es de pensar que ayudaban los verdugos a sostener el peso del cuerpo hasta que quedara encajado en su sitio, y los pies tuvieran el reposo del saliente de la cruz destinado a ellos. O quizás el sedil que sobresalía en la entrepierna para que el cuerpo tuviera una cierta sujeción.
          Venía ahora clavar los dos maderos, clavar los pies, forzando la posición de uno sobre otro, y todo eso cimbreándose todo y reproduciendo cada uno de los sufrimientos del ajusticiado. Y un último toque, también a base de golpes, clavar el letrero de la condena en la parte alta de la cruz.
          No puede uno explicarse cómo se soportan tamaños sufrimientos y cómo hay un cuerpo que lo resista. Pero por ahí pasó Jesús. Yo digo siempre que la Pasión encierra milagros, pero no para suavizar y solucionar sino para hacer posible sufrir más. El “ángel que confortaba” a Jesús en el Huerto, en realidad fue la fuerza sobrehumana para poder padecer más y más.
          De los labios de Jesús no se escapó en este trances más que una palabra: Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen. (Lc.23.34) ¿Sabían los verdugos lo que estaban haciendo? –Por supuesto que sí. Era su oficio y no era la primera ni única vez. ¿Sabía el pueblo la brutalidad que estaba presenciando? –Evidentemente. Pero ya se sabe que el pueblo es aficionado a estos sucesos y que es sádico por naturaleza. ¿Sabía Pilato lo que había hecho? –Naturalmente que sí. Pero él se quedó en su Palacio y ya no quiso saber más. ¿Sabían los sacerdotes? -Tan lo sabían que es lo que habían pedido insistentemente.
          Y sin embargo, lo que nadie sabía era que estaban crucificando al Hijo de Dios. Y Jesús pidió para todos ese perdón: porque no saben lo que hacen. Más de una vez tendríamos que saber usar esa frase ante situaciones duras para nosotros. Hay quien hace el mal, y sin embargo “no saben lo que hacen”.

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