lunes, 29 de abril de 2019

29 abril: Yugo menos pesado


LITURGIA
                      Ha acabado el “día de Resurrección” y ya nos disponemos a seguir el ritmo del tiempo pascual, con la segunda semana. Ahora durante unos días seguiremos con los discursos de Pedro en los Hech. (4,23-31) en el que se resalta el hecho fundamental de nuestra fe.
          Tras la prohibición de los sacerdotes a predicar “en nombre de Ese”, Pedro y Juan –puestos en libertad- se volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les había sucedido. La comunidad cristiana invocó a Dios, y recordaron una vez más los puntos esenciales del caso: Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel se aliaron contra Jesús, el Ungido del Señor. En el momento actual, dice Pedro, nos amenazan. Y pide fuerzas para mantenerse fieles en la confesión del nombre de Jesús, cuyo brazo sigue haciendo curaciones, signos y prodigios.
          Al terminar la oración, retembló el lugar donde estaban reunidos. Como un nuevo Pentecostés, el Espíritu Santo invadió a todos, y así anunciaban con valentía la palabra de Dios.

          En el evangelio (Jn.3,1-8) tenemos el encuentro de Jesús con Nicodemo, ese que permaneció discípulo oculto de Jesús. Era un fariseo pero de buena fe, que se interesa en el programa de Jesús, y busca hallar la verdad poniendo a Jesús en la oportunidad de expresarse. La conversación es muy sabrosa, muy al estilo rabínico, en el que Nicodemo pregunta con ingenuidad y Jesús le va metiendo en imposibles que son posibles en la nueva realidad.
          Nicodemo le dice a Jesús: sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las obras que tú haces, si Dios no está con él.
          Y Jesús se lo lleva a un terreno sorpresivo: Te lo aseguro, el que no nace de nuevo, Dios no está con el. Nicodemo no era tan simple que fuera a tomar aquellas palabras al pie de la letra, pero se hace el niño y pregunta para sacar verdad: ¿Cómo puede nacer de nuevo un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el seno de su madre?
          Y Jesús le explica llevándole al imposible de entender a simple vista y metiéndole en otro terreno: Te aseguro, el que no nazca del agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Y le argumenta con ese estilo especial, que lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del espíritu, es espíritu.
          Por eso no te extrañe que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”.
          Ahora juega Jesús con palabra hebrea que es igual para todo lo inmaterial: la palabra ruaj. Y dice: el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
          ¡Lo imprevisible del Espíritu y hacia dónde nos conduce y cuándo actúa! Lo importante es dejarse llevar de él. Y el Espíritu conduce siempre al bien, a la altura de miras, a sintonizar con los deseos de Dios. Así es todo el que ha nacido de nuevo, es decir, ha nacido del Espíritu, ha nacido a la vida sobrenatural.


          Cuando ya está escrito lo anterior, siguiendo el ritmo del tiempo pascual, advierto que hoy se celebra con rango de fiesta litúrgica el día de San Catalina de Siena, por lo que pueden ser otras las lecturas que encontremos en nuestras Misas del día. Haré alusión directa al Evangelio (Mt.11,25-30), el conocido y consolador: venid a mí, en el que Jesús se nos presenta como el verdadero poder de mitigación de nuestras cargas, angustias y cansancios, porque el que se llega a él, Yo os aliviaré…, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. No se trata de pensar que el seguimiento de Jesucristo supone ya la vida del cielo en la tierra. Sigue habiendo cargas, las que sean, las de la vida diaria…, pero pasadas bajo la mano del Señor, tienen otro peso y son otro tipo de carga. Verdaderamente el que haya tenido la gracia de elevarse al terreno del espíritu y de ir a Jesús, pronto habrá experimentado que los pesos son menos pesados y las cargas son más llevaderas. Está ahí. No se han eliminado, La vida manda. Pero la persona nota claramente que Jesús ha tomado parte de su vida y que ya va en volandas aún en medio de los momentos que se hacen difíciles en la vida. Dios está por encima y su mano nos sostiene. Jesús hace más llevadero el peso de nuestras cargas, porque él hace de Cireneo nuestro y él carga con una parte de nuestros pesos.

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