martes, 2 de abril de 2019

2 abril: Agua purificadora


LITURGIA
                      Uno de los objetivos de la Cuaresma es el bautismo que recibirán los que quieren abrazar la fe, y que tendrán en el sábado santo el momento de ser incorporados al Cristo resucitado.
          A ese aspecto de la catequesis de neófitos va dirigida hoy la liturgia con las dos lecturas que se refieren al agua como símbolo e instrumento de regeneración.
          En Ez.47,1-9.12 nos presenta las aguas que brotan del santuario, que van creciendo y haciéndose un torrente que no se puede cruzar, y que a sus orillas crecen toda clase de árboles y plantas medicinales, que purifican las aguas salobres y provocan cosechas cada mes. Un símbolo de la fecundidad de la vida que surge del bautismo.
          En Jn.5,1-3.5-16 otra vez el elemento del agua que sana y cura a quienes entran en aquella piscina de los 5 soportales. El paralítico no llega nunca a tiempo de entrar en el agua. Y a él se dirige Jesús, que le pregunta por su situación de 38 años enfermo sin poder hallar remedio. Y ahora, no ya en símbolo, sino directamente actuando Jesús, le llega al enfermo su curación: Anda, levántate, toma tu camilla y echa a andar.
          La curación le llega al margen de la Ley, e incluso es tildado por los fariseos de actuar contra la ley porque es sábado y no puede acarrear su camilla. Pero él le ha hecho caso a Jesús, que es quien le ha curado.

          [SINÓPSIS, 312;  QUIÉN ES ESTE, 122]
          Hemos dejado a Jesús rehaciéndose, cuanto es posible, de aquel martirio de los azotes, con todo el traumatismo, la pérdida de sangre y apenas pudiendo mantenerse en pie. Ha querido Jesús que le ponga su túnica, aunque aquello es redoblarle el dolor por el roce con sus carnes deshilachadas.  Pilato está ajeno a todo aquello y se ha retirado y prescinde de la situación. No sé si habrá que decir que le tiene miedo a enfrentarse al cuadro que ha creado.
          El hecho es que los soldados toman la justicia por sus manos y como es evidente que el presidente no está por sacar pecho a favor de Jesús, vienen adonde esta Jesús y se lo llevan al interior del Pretorio y organizan su broma en plan de pleitesía hacia “el rey de los judíos”. Dice que se reunió toda la cohorte, lo que supone muchos soldados para inventar maldades contra el preso.
          Lo desnudaron. Era arrancarle la piel más que otra cosa, con la túnica sobre sus llagas que empezaban a secarse. Y le echaron por encima un trapo rojo, a modo de manto real. Le pusieron en la mano una caña como cetro. Y en la inventiva satánica de aquella farsa, le colocaron sobre la cabeza un casquete de espinas, a modo de corona. Ya tenían el cuadro a su gusto. Jesús era un rey. Pues ya tiene todos los atributos del reino.
          La corona aquella era hecha de espinas cambroneras, muy rígidas, que al ponérsela sobre la cabeza rozaba los huesos y producía un raspado espantoso que repercutía en calambres. La sangre se le venía a los ojos. Y los soldados hacían más doloroso y brutal el momento, porque a la par que se reían, saludándolo como “rey de los judíos”, le daban golpes con la caña en la cabeza, reproduciendo aquellos insufribles dolores de las espinas.
          Si nos podemos hacer cargo de lo que es una chusma que se incita a sí misma, y que cada cual tiene su idea más maligna para ver cómo burlarse y hacer daño, podremos barruntar de lejos lo que fue aquella “parada militar” de mofa, arrodillándose ante él y golpeándolo.
          Está estudiado por un catedrático de la Universidad de Granada que este episodio de la Pasión era suficiente para producir la muerte porque tocaba puntos centrales que repercutían en el cerebro, y que difícilmente se soporta un sufrimiento así.
          Si imaginamos a Jesús, en su sentir interior y en su dolor intenso ante todo esto, podemos hacernos una lejana de idea de lo que supuso este “castigo” (en palabras del presidente)…, este martirio sangriento (en la realidad que se estaba desarrollando).
          Vuelvo a los Santos Padres de la Iglesia que han visto en esa cabeza de Jesús, hundida por el dolor, la redención de las soberbias humanas, cabezas levantadas sobre los demás, y todo el pecado del amor propio. Que si pensamos lo que nos duele ser víctimas de engreimientos de otros, ya podemos vislumbrar lo que hubo de padecer Jesús para pagar por tanta soberbia humana, que humilla y aplasta a los débiles. Él bajó la cabeza por nosotros.

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