lunes, 22 de abril de 2019

22 abril: Domingo prolongado


LITURGIA
                      El Domingo de Resurrección se prolonga durante toda la semana, de modo que la liturgia de estos días se celebra con toda la solemnidad del domingo. Yo lo explico diciendo que la Resurrección de Jesucristo es un acontecimiento tan grande, que no puede encerrarse en un solo día y por eso se desdobla a través de una semana entera, en la que vamos a estar rememorando las narraciones de los evangelistas de los misterios de la vida gloriosa. Los recodamos día a día, pero fueron sucesos que ocurrieron en ese domingo, o primer día de la semana (que empieza a llamarse “domingo” porque “Dominus” significa SEÑOR.
          Ya en la 1ª lectura de los Hechos (2,14.22-32) Pedro, lleno del Espíritu Santo hace saber al pueblo judío lo que ha ocurrido: vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Ese es el hecho de donde arranca toda la novedad del momento presente. Y es que Dios lo acreditó ante vosotros realizando muchos prodigios y signos y Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte. Con todo ello se ha cumplido la profecía de David, que anunciaba que no vería la muerte ni la corrupción. Ahora bien: David murió y fue sepultado y su sepulcro está ahí y lo conocemos. En sus palabras profetizaba lo que sería posteriormente su descendiente, el Mesías de Dios, y eso se cumple hoy en Cristo, que ha resucitado de entre los muertos, y todos nosotros somos testigos.

          Hoy leemos en el evangelio el relato que hace Mateo (28,8-15) del comienzo de aquel primer día de la semana. Y es de advertir para dejar claras las cosas, que los relatos de la vida gloriosa son muy diferentes en los 4 evangelistas. Lo que cada uno trasmite es su propia vivencia sobre la resurrección del Señor, y no pretenden en absoluto hacer una historia, que no casaría con la del otro narrador. Nosotros somos los que, desde nuestra curiosidad y mente occidental más pragmática, componemos los hechos para que tengan un argumento. Pero a los evangelistas no se les ocurrió tal cosa. Tomaron datos de aquí y de allá y cada uno fue por su camino.
          En concreto, San Mateo da por descontado que las mujeres vieron al Señor. [Lo que no encaja con la narración que hace Lucas a propósito de la huida de los dos discípulos de Emaús]. Se iban del sepulcro impresionadas y llenas de alegría, cuando en el camino se les presenta el propio Jesús, que les dice: ¡Alegraos! Y ellas se acercaron y adoraron. Lucas nos decía en la Vigilia Pascual que llegaron al sepulcro y estaban desconcertadas y despavoridas por la visión de unos jóvenes vestidos de blanco, que fueron los que le anunciaron que Jesús no está aquí, HA RESUCITADO. Y hoy, en el evangelio de Mateo, se nos dice que Jesús las mandó a los apóstoles a comunicar su propia experiencia.
          Paralelamente está la otra historia de los soldados, quienes viendo que se corría sola la pesada piedra del sepulcro, se bajaron a la ciudad y comunicaron a los sacerdotes lo que habían visto. Los sacerdotes no acertaban a pensar lo que hubiera ocurrido, y optaron por sobornar a los soldados. Debían de decir que mientras ellos dormían, los discípulos robaron el cadáver. Dos absurdos, porque si estaban allí para vigilar, no debían dormir. Y segundo, si dormían. ¿cómo saben que eran los discípulos los que se llevaban al difunto? Los sacerdotes optaron por darles dinero para pagar silencio, y en caso de que la cosa llegase a conocimiento del Presidente, ellos ya lo conocían y se ganarían su favor, de modo que a los vigilantes no les pasara nada.
          Nos dice el evangelista, con una nota que es importante, que ellos tomaron el dinero y obraron conforme  a las instrucciones. Y concluye la narración afirmando que esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.

          Dejo para el final que hoy, por razón de la solemnidad litúrgica, no se celebra una fiesta muy jesuítica, que es la de MARÍA COMO REINA Y MADRE DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. Pero aunque litúrgicamente no pueda celebrarse, la llevamos metida en el alma y tiene connotaciones importantes en la vida de los jesuitas. Quienes nos acompañáis afectivamente y los que de alguna manera mantenéis una vinculación con nosotros, tened una oración a la Madre del Cielo para que su maternidad y realeza sobre esta porción de Iglesia que constituimos nosotros, se desenvuelva con la fidelidad a nuestro espíritu que nos trasmitió Ignacio de Loyola bajo la acción del Espíritu Santo. Y que surjan vocaciones de gentes honradas que quieran vivir la vida consagrada bajo el espíritu de la Compañía.

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