sábado, 6 de abril de 2019

6 abril: Presagios de Pasión


LITURGIA
                      La liturgia de hoy está centrada en la persona de Jesucristo. En Jer.11,18-20 tenemos un adelanto profético de la Pasión. El profeta expresa que ha recibido el anuncio de Dios, que le explica lo que hacían: yo, como cordero manso era llevado al matadero. No sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: “Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos; que su nombre no se pronuncie más”.
          En medio de esa realidad, está la otra: que el Señor, Dios poderoso, juzga rectamente y prueba el corazón y las entrañas, y saldrá en defensa del que es despreciado, porque te he encomendado a ti mi causa, Señor Dios mío.
          En el evangelio (Jn7,40-53) hay una amplia discusión sobre Jesús. Los que lo han escuchado sin prejuicios, unos lo consideran profeta y otros lo reconocen Mesías. Pero para los fariseos es imposible porque lo que se sabe es que el Mesías vendría de la casa de David y de la ciudad de Belén, y lo que ellos saben es que viene de Galilea.
          Los mismos guardias del templo no se atreven a detenerlo porque nadie ha hablado como ese hombre, y son tildados por sus jefes. Y al propio Nicodemo se le toma por ignorante porque pretende que primero se escuche a Jesús y luego se juzgue sobre él.

          [SINÓPSIS, 319; QUIÉN ES ESTE, pg.131-132]
          El vía crucis de Jesús. Después que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos y lo llevaron a crucificar. (Mt.27,31)
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
          Condenado Jesús por Pilato a la cruz, los preparativos se hicieron rápidamente. Sacaron de la cárcel a otros dos condenados, se prepararon los soldados y 3 centuriones, se sacaron las cruces (o más bien el travesaño horizontal de la cruz, que ya pesaba 35 Kg.), y se inició la comitiva: los soldados armados, a pie: los centuriones a caballo. Los condenados, con sus “cruces” y el letrero de su sentencia colgado al cuello…, los sacerdotes detrás… Sólo había que recorrer un kilómetro escaso. Pretendieron todavía los sacerdotes que Pilato cambiase el texto de la condena, pero en esta última e inútil hora, Pilato sacó a relucir su genio: “Lo escrito, escrito está”. La verdad es que esta firmeza hubiera sido necesaria antes y en lo serio… Era la pataleta del derrotado.
          Sigamos de cerca a Jesús… Miremos… Hasta podría ser el momento de hablar con Él… De agradecerle… De ofrecerle afecto… Y hacerse cargo de lo que era el peso del madero para un hombre extenuado… Lo que es el peso y el horror de la cruz para un inocente… Y sentir más con sus sentimientos… Y sentir el amor de quien padece todo esto POR MÍ… ¡Y lo que quiere padecer!
          Luego a nosotros nos cuestan nuestras cruces y creemos que no podemos más… Sin embargo resurge la pregunta: Y yo, ¿qué puedo hacer y padecer POR CRISTO?
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO
          Realmente Jesús no podía con la cruz. Ya era difícil en  situación física normal; pero en la debilidad de Jesús no era posible… Eso lo vieron los encargados de su custodia, que -no por compasión sino para que pudiera llegar hasta el lugar del suplicio- “obligaron a tomar la cruz de Jesús a Simón de Cirene para que la llevase detrás” (Mc. 15, 21; Lc. 23, 26).
          El centurión podría haberlo encargado a un soldado… Pero era una humillación tal que no se atreve a mandarlo…; buscó con la mirada un voluntario… ¡Nadie, por supuesto! Y entonces uno que venía del campo, antes de que se dé cuenta, sin que le dé tiempo a reaccionar, es empujado por un soldado… Aquel hombre era de Cirene… Intentó evitarlo, zafarse… aquello humillaba, señalaba… pero no tuvo más remedio.
          Su mirada a Jesús no fue de compasión; más bien de coraje. Pero no le da mucho tiempo a pensar. Los soldados le obligan. Y emprende a andar junto al tambaleante condenado.
          Pero conforme caminaba, miraba y observaba a Jesús… Vio que se deshacían sus iniciales sentimientos de cólera… Y que algo ocurría en su interior… De la curiosidad por la serena actitud de Jesús, pasó a la piedad, a la compasión… y quizás hasta el amor… Él no lo sabía pero aquel desconocido había dicho un día: “Si alguno quiere ser mi discípulo, tome su cruz y sígame” (Mt. 14, 24). Y ya siguió aquellos últimos metros del camino con un sentido nuevo en  lo que estaba haciendo… Algo había ocurrido dentro de su alma, al contacto con la cruz…, bajo la mirada de aquel Jesús bondadoso.

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