viernes, 5 de abril de 2019

5 abril: Asechanzas contra el Justo


LITURGIA
                      Pienso que las lecturas de hoy están mirando a la Pasión, y que podemos encontrar en ellas la referencia a los padecimiento de Jesucristo.
          Sab.2,1.12-22 presenta el razonamiento equivocada de los enemigos del “justo”. Esos enemigos interpretan que el “justo” les desafía con su vida honrada, y eso les resulta incómodo; se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados y nos reprende nuestra educación errada. En realidad el justo no ha dicho nada; es la mala conciencia de esos enemigos la que piensa que la bondad del hombre justo les da en rostro: es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima. En consecuencia viene la persecución de ese hombre honrado, con la decisión de matarlo. Y si es justo, hijo de Dios, Dios lo librará. Por su parte los enemigos optan por llevarlo a la prueba de la afrenta y la tortura, y la condenación a muerte ignominiosa. Comenta el autor al final: No conocen los enemigos los secretos de Dios ni estiman la recompensa de una vida intachable.
          En el evangelio (Jn.2,10-25-30) Jesús se defiende de los enemigos de varias maneras: una es evitando ser reconocido, porque los judíos trataban de matarlo. Otra es enfrentándose en el mismo templo a esos que quieren matarlo porque se declara Hijo de Dios. Lo que pasa es que aún no ha llegado la hora de la muerte, y aquellos enemigos no pueden hacer otra cosa sobre él.

          [SINOPSIS 317-318;  QUIÉN ES ESTE, 128-131]
          Pilato quiso  expresar su “inocencia” en la muerte de Jesús con un gesto exterior, que era un nuevo paso de la comedia que estaba representando: Toma agua y se lava las manos a la vista de todos y se declara inocente de la sangre de ese justo. Lo más curioso es cómo introduce la cuestión: Viendo Pilato que no adelantaba nada… (Mt.27,24-25). Era evidente. Pero la evidencia también estaba en que no hizo desde el principio ningún movimiento serio para liberar a Jesús. Fue echando pasos atrás uno tras otro, y le fueron comiendo el terreno los que iban mucho más decididos en su intento.
          “No adelantaba nada”. E indigna esa situación que ha creado el propio presidente. Es una experiencia transportable a la persona que reincide una y otra vez en el mismo pecado, y se confiesa compungido porque no adelanta nada. Y el problema no es que cae; el problema es que no pone ningún remedio; que anda flirteando con la ocasión y que bien sabe él que –puestas las mismas causas- suceden los mismos efectos. Jesús enseñó que cuando tu ojo o tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, la solución tiene que ser drástica. Y Jesús la expresa con esos extremos (como a él le gusta para hacerse entender) de arrancar el ojo o cortar el pie o la mano. Y Pilato no hizo eso y por eso acabó perdiendo la partida.
          Hay una consecuencia no menos llamativa: los príncipes de los sacerdotes responden al lavatorio de Pilato con una auténtica maldición echada sobre sus hombros: Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. A mí no me gusta aplicar esta maldición a la realidad de un pueblo que nunca está en paz, y que han pasado los siglos y han sufrido persecuciones espantosas y siguen en permanente guerra. Pero no me deja de impactar aquella invectiva de los sacerdotes que pidieron sobre ellos y sus descendientes las consecuencias de aquella muerte que ellos buscaron.
          Entonces Pilato determinó que se cumpliera su petición (Lc.23, 24-25) y les soltó al preso que pedían y había sido encarcelado por sedición y homicidio, y les entregó a Jesús a su voluntad, para que fuese crucificado, como concreta San Juan (19,16).
          Ahora quedaba que organizar todo aquello. Había que preparar el cortejo que condujera hasta el Gólgota. Y en una decisión muy posiblemente improvisada, y para dar mayor apariencia de legalidad a la condena de Jesús, decidieron sacar a crucificar a dos malhechores que estaban prisioneros. Todo eso llevaba su tiempo.
          Pienso que María, la madre de Jesús, estaba en algún rincón de aquella plaza, acompañada de las mujeres y quizás de San Juan, que seguían a distancia todo el proceso y que vivieron sus momentos de esperanza de que aquello no acabara tan mal, y que hubieron de ir asimilando el mal cariz que tomaba todo aquello, por parte de los sacerdotes y la poca personalidad de Pilato. Y me hago cargo del destrozo moral que suponía para aquel grupo, y más para la madre, escuchar la sentencia de muerte que pronunció Pilato. Todo un proceso demoledor para quienes amaban a Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!