martes, 5 de marzo de 2019

5 marzo: Dejarlo todo


LITURGIA
                 La 1ª lectura del Eclesiástico 35, 1-15 es de las que se presta más a copiar que a comentar, porque sus afirmaciones son para considerar y meditar más que otra cosa. Veamos la primera parte de la lectura: Quien observa la ley multiplica las ofrendas, quien guarda los mandamientos ofrece sacrificios de comunión. Quien da limosna ofrece sacrificio de alabanza.
            Apartarse del mal es complacer al Señor, un sacrificio de expiación es apartarse de la injusticia.
            Sigue el tema por las ofrendas hechas a Dios: No te presentes ante el Señor con las manos vacías. La ofrenda del justo enriquece el altar, y su perfume sube hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptable. Glorifica al Señor con generosidad y no escatimes las primicias de tus manos. Cuando hagas tus ofrendas, pon cara alegre y paga los diezmos de buena gana. Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con generosidad, según tus posibilidades. Porque el Señor sabe recompensar y te devolverá siete veces más.
            Lo que sí pide es que la ofrenda a Dios no sea con una mano para estar esperando el fruto en la otra, como si con Dios cupiera mercadear: No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará; no te apoyes en sacrificios injustos. Porque el Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas.
            Prefiero dejar así el texto sin apenas hacer otra cosa que leves retoques para hacerlo más fluido. Lo demás es punto de reflexión y examen nuestro.

            Mc.10,28-31 es la continuación del texto de ayer, el joven rico que planteaba su petición como un “heredar la vida eterna”, pensando así con mentalidad de rico, como si la vida eterna pudiera responder a un derecho, que se alcanza haciendo algo. Precisamente un mercadeo, del que hemos hecho alusión en la 1ª lectura.
            Eso es lo que Jesús quiso corregir. La vida eterna es una gracia de Dios, que se recibe como gracia, como don de Dios. El que es honrado y cumple los mandamientos, ya ha puesto las condiciones para recibir esa vida eterna que Dios tiene preparada para los que le aman.
            Pero la mentalidad que hay que adquirir es la mentalidad de un pobre, que suplica y pide, y espera un favor, una donación gratuita de Dios. De ahí que Jesús le pida a aquel muchacho que se haga pobre, dando su dinero a los pobres. A partir de ahí, seguir a Jesús
            Pedro no perdió puntada y quiso saber el destino que le correspondía a él y a los compañeros del apostolado por haberlo dejado todo: barca, redes, familia, negocio, compañeros pescadores o cobradores… Cada uno lo que tenía.
            Jesús les pone por delante el panorama de los frutos de esa donación: Cualquiera que deja hermanos, padre o madre, casa, hijos o tierras por mí y por el evangelio, recibirá cien veces más (de lo que han dado),  y después la vida eterna. La donación de aquellos hombres había sido a fondo perdido. No habían pedido nada a cambio. No han mercadeado. Y el resultado es doble: ya aquí en la tierra, donde tendrán compensaciones por su generosidad, y luego la vida eterna, puro regalo de Dios.

            Ahora viene una reflexión a la que yo no me sé sustraer: ¿verdaderamente aquellos Doce habían dejado TODO? Habían dejado todo lo material: barca, redes, familia… Pero no se habían dejado a sí mismos y a su amor propio. De ahí esa dificultad para aceptar los anuncios de Jesús sobre su padecer, y de ahí las disputas entre ellos sobre quién es el mayor o el primero. Y eso no estaba tan lejos, ni iba a ser la última vez…, porque aquellos hombres disputaron sobre el particular en la misma última Cena de Jesús.
            Pero Jesús no se lo echó en cara. Tomó la parte doctrinal que podía deducirse de la pregunta de Pedro para decirnos a nosotros lo que hemos de desprendernos para tener esa donación generosa de Dios. Y nos vendrá bien hacer así nuestro propio examen y ver si nos vamos desprendiendo en nuestro caminar diario, o si –por el contrario- cada vez nos vamos haciendo más nuestros y menos pobres en nuestras actitudes de dentro.
            De suyo, el avance de los años presenta dos vertientes: en unos casos, cada vez más posesivos y refunfuñones. Cuidemos el tema. Que nos vamos acercando al final. La otra vertiente es la madurez de los años, que va haciendo perder importancia a las cosas que nos ocurren, y eso mismo nos hace más comprensivos. Al final de la jornada…, no merece la pena haberse enredado en cuestiones de amor propio.

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