miércoles, 13 de marzo de 2019

13 marzo: La penitencia


LITURGIA
                      La 1ª lectura (Jonás 3,1-10) es la que marca el sentido de este día de Cuaresma: la predicación de la conversión y la respuesta a esa llamada. A los habitantes de Nínive se les anuncia la destrucción, como consecuencia de su modo de proceder. Los habitantes de Nínive reaccionan a aquella llamada y, desde el rey al más pequeño (y para más énfasis se extiende a los mismos animales), se ponen en actitud de penitencia y arrepentimiento y cambio de sus costumbres, hasta el punto de que Dios ve aquello y acaba perdonando a la gran ciudad.
          Es la lección de este día. Hacer penitencia, cambiar de conducta, mirar hacia adelante con otra actitud, es el mensaje de la Cuaresma.
          Es lo contrario de aquel pueblo judío al que Jesús tiene que definir como generación perversa porque no cambia sus costumbres y no se pone en actitud de apertura a Dios. (Lc.11,29-32).
          Ahí tenemos el secreto de nuestro futuro, al que somos llamados por las enseñanzas de Jesucristo, que nos quiere muy sinceros en la forma de nuestra conversión, en lo que día a día ha de ser mejor en nosotros. Hoy día las confesiones son muy superficiales. Los exámenes de conciencia se hacen muy someros, simplemente a lo que se recuerda, y va quedando un trasfondo sin abordar porque nos falta recurrir a los Devocionarios que nos ponen por delante unas preguntas sobre nuestro proceder. Y al menos, de vez en cuando se debe recurrir a ellos para remover un poco la conciencia.

          [SINOPSIS 273-275; QUIÉN ES ESTE: págs.85-87]
          Jesús se sintió aliviado con la salida de Judas (Jn.13,31-32), aun a sabiendas –muy bien- de que era el paso explosivo para la traición. Eso lo enfoca Jesús desde dos ángulos que considera su “glorificación”. De una parte es ese respirar hondo cundo quedan en la sala los amigos fieles porque se ha ido ese Judas que era una astilla que se clavaba en el alma. De otra parte, es la glorificación que le viene por su propia muerte, con la que da gloria a Dios y la que le abre el paso a la nueva vida gloriosa.
          Ahora, en la intimidad, Jesús va a llegar a una culminación de su vida en la tierra, INSTITUYENDO LA EUCARISTÍA, y perpetuando así su presencia entre los hombres, y perpetuando el sacrificio de su vida, que ahora en este momento es incruento, pero que apunta a la realidad cruenta de su misma muerte. Tenemos 4 relatos de ese momento sublime de la historia, que coincide con la cuarta copa del ritual de la Cena pascual. Los tres sinópticos y San Pablo nos narran ese instante grandioso. 1Cor.11,23-24 nos aporta el relato más primitivo de la institución, y lo hace con una gran solemnidad: porque yo he recibido del Señor lo que os he trasmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que fue entregado, TOMÓ PAN Y DESPUÉS DE DAR GRACIAS, LO PARTIÓ Y DIJO: ESTO ES MI CUERPO, EL QUE SE ENTREGA POR VOSOTROS, HACED ESTO EN MEMORIA MÍA. Y DE LA MISMA MANERA EL CÁLIZ, después de haber cenado, diciendo: ÉSTE ES EL CÁLIZ DE LA NUEVA ALIANZA EN MI SANGRE; CUANTAS VECES LO BEBÁIS, HACED ESTO ES MEMORIA MÍA. Pues cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, ANUNCIÁIS LA MUERTE DEL SEÑOR hasta que él vuelva.
          Mt.26,26-28, Mc.14,22-24 y Lc.22,19-20 nos dan la versión más conocida, casi la que se pronuncia cada día en la Misa.
          Pero he traído con detalle la de San Pablo porque ya empieza diciendo que él ha recibido ese conocimiento como la tradición solemne de la Iglesia, y que él lo trasmite tal cual para que los tiempos posteriores tengan la máxima fidelidad en lo que es la fe de la Iglesia.
          Juan, que nos da el evangelio más íntimo y espiritual, no ha narrado la Institución. En su lugar nos ha situado el lavatorio de los pies, y la apostilla final en 13,33-25, en la que su insistencia es en la caridad fraterna: Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. Lo que nos hace la traducción más exacta de la Eucaristía. Para que haya eucaristía tiene que haber amor mutuo, caridad fraterna. Y no habría Eucaristía si, con todo el rito completo, no hubiera esa actitud de amor y servicio mutuo. Ya lo expresó también San Pablo, expresándole a los fieles de Corinto que no se comportaban caritativamente, que esas reuniones “eucarísticas” así, no eran ya celebrar la Cena del Señor. Por tanto, en vuestro proceder, aun con todo el ritual, no os alabo.
          Es para pensárselo de verdad.

1 comentario:

  1. ¡Terrible! Sin caridad fraterna en la Asamblea, para el Apóstol no era celebrar la Eucaristía. Y es cierto que el Señor se hace presente en cada Eucaristía especialmente en dos momentos como es la proclamación de su Palabra y la Consagración, pero aún así, para Pablo, si entre nosotros no hay actitud de celebrar la verdadera Cena del Señor, entonces no os alabo. ¡Terrible!

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