sábado, 16 de marzo de 2019

16 marzo: Mandatos y decretos


LITURGIA
                      Un nuevo paso en el itinerario cuaresmal: Hemos visto ya el sentido de la penitencia, la oracion, la conciencia. Hoy nos pone ante los mandatos y enseñanzas de Dios y de la Iglesia. Cumplir leyes y decretos (Deut.26,16-19), las cosas más importantes y las que pueden parecer de menor envergadura, pero que al fin y al cabo son parte de la enseñanza de Dios y de la Iglesia. La Cuaresma nos ayuda a poner el diapasón de la palabra de Dios para que allí donde hemos rebajado el tono, lo rectifiquemos y nos hagamos fieles y obedientes a la palabra de Dios. Y Dios se compromete a ser así nuestro Dios. Y elevarnos por encima de todas las naciones, en gloria y esplendor. Y serás un pueblo consagrado al Señor, como lo tiene prometido.

          En el evangelio (Mt.5,43-48) viene a concretarse todo eso en el amor al prójimo, incluido el enemigo (el que no es amigo, con el que no estoy de acuerdo, el que me hace la vida más difícil…). Porque Dios es Dios de todos, y actúa en beneficio de todos: Hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Y concluye poniéndonos unas preguntas para examen:  Si sólo amáis a los que os aman, ¿qué merito tenéis? ¿En qué os diferenciáis de los paganos?
          No se trata simplemente de “ser buenos”; hay que buscar ir acercándose día a día a lo más perfecto, para irnos pareciendo así al propio Dios.

          [SINOPSIS 291; QUIÉN ES ESTE: pgs. 92-95]
          Cuando Jesús acabó una segunda hora de oración y lucha, volvió a intentar descansar con sus apóstoles escogidos. Pero volvían a estar dormidos, porque sus ojos estaban cargados y no sabían qué responderle (Mt 26), por la tristeza, dice San Lucas. La verdad es que esta vez ni les habló. Mascó su dolorosa soledad y se volvió a su oracion, postrado ahora totalmente en tierra, y en esa lucha de aceptación de su muerte, acabó por poner tal fervor que entró en un sudor copioso, cuyas gotas caían al suelo, y que Lucas, el médico, define como de gotas de sangre. Puede ser la hemotidrosis que se produce cuando se ha hecho un esfuerzo sobrehumano de aceptación, cuyo efecto es que las venas no dan abasto para contener el impulso de la sangre y  acaba saltando la sangre por los poros. O puede ser una comparación para decir que el sudor era tan copioso que salía por su cuerpo al modo que brota la sangre por una herida. Era un momento que Lc nos define como agonía. Agonía es lucha entre la vida y la muerte, y abocado casi a morir. Así llegó a sentirse Jesús ante la perspectiva que él vislumbraba de su final. La sensación de una terrible losa que lo aplasta contra el suelo y que ya no queda otra realidad que la de dejarse destruir.
          Su aspecto era deplorable: el sudor de su cuerpo pegado a la tierra, le había manchado de barro su rostro y sus vestidos. Presentaba una figura alarmante. Y cuando esta vez se vino a sus discípulos y los despertó, debieron quedarse profundamente impactados. ¡Qué diferencia entre el Jesús que ha llegado al Huerto y éste que se les pone ahora mismo por delante! Quedaron sin palabras.
          Y más, cuando ya Jesús les hablaba con tanta pena que por una parte los dejaba dormir…, ya no le tenían que acompañar; ya había llevado la lucha él solo. Por la otra parte era tarde para todo porque mientras ellos han dormido, el traidor se ha movido con toda diligencia para traer al huerto un amplio conjunto de personas para que no se vaya a escapar Jesús con alguna de sus salidas. Judas había instruido a los que venían a prenderle, advirtiéndole de cómo Jesús sabía salir siempre airoso de las situaciones. La palabra triste de Jesús a sus tres discípulos, es ésta: Por mí ya podéis dormir y descansar. Lo que pasa es que ya no queda tiempo para ese descanso: Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores (Mt.), ¡levantaos, vamos!, el traidor está cerca (Mc.14,42).
          En efecto: por entre los olivos, ya se veían las luces de las antorchas, y se oía el rumor de un grupo numeroso de personas, que entrechocaban sin pretenderlo sus espadas y sus palos.
          San Juan habla de una cohorte. Eso supondría la implicación del brazo civil, porque la cohorte era romana. Y se trataría de 500 hombres. Parece exagerado. Es mucho más lógico que venía un grupo de criados y guardias del templo, en los que tenían su autoridad los sacerdotes, y responde mejor a las narraciones de los sinópticos.

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