miércoles, 20 de marzo de 2019

20 marzo: Brazo religioso y civil


LITURGIA
                      La verdad es que no encuentro nexo entre las dos lecturas, salvo el tema común de pasión y sufrimiento En la 1ª (Jer.18,18-20) es el propio profeta el que expresa la iniquidad de los que obran mal y de los jefes religiosos (ley del sacerdote) y civiles (consejo de los sabios) para herir al profeta en la lengua y no hacer caso de sus oráculos.
          El punto de contacto con el evangelio es la primera parte del relato (Mt.20,17-28) en la que Jesús habla a sus apóstoles y les expresa, tomándolos aparte: Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen. Otra vez la doble alusión a sacerdotes y a gentiles (brazo civil). Queda de esa manera el paralelismo de las dos lecturas.
          El resto del evangelio nos muestra la dureza de entendimiento de los apóstoles que reaccionan escapándose del mensaje con un tema de privilegios personales, a los que el Señor tiene que responder con esa invitación a sus apóstoles a ponerse unos al servicio de los otros, porque el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Y la razón es muy sencilla: es el modo de vida de que ha dado ejemplo el propio Jesús.


          [SINOPSIS, 295; QUIÉN ES ESTE, pgnas.103]
          No es fácil hallar la verdad de lo ocurrido a partir de la llegada de Jesús a casa de Caifás. Las narraciones de los sinópticos difieren entre lo que cuenta Mateo y Marcos y lo cuenta Lucas. Los dos primeros establecen el juicio cuando llega Jesús. Lucas nos presenta el juicio a la madrugada “cuando amaneció”, y tiene más visos de realidad, puesto que los ancianos no estarían toda la noche y la madrugada haciendo el juicio, ni había habido tiempo de convocarlos a las 1 o las 2 de la madrugada. Por otra parte los juicios nocturnos no tenían validez legal, ni siquiera eran juicios legales. Por eso parece mucho más verosímil que la noche la pasa Jesús en manos de los criados, y es a la mañana temprano cuando queda constituido el Sanedrín o Senado de los ancianos de Israel.
          Yo me voy a inclinar por ese modo de reproducir ese momento de la Noche Triste, como se le ha llamado a aquella noche del prendimiento. Los que trasladaron a Jesús desde la casa de Anás a la de Caifás son los criados del sumo sacerdote (Caifás). Pueden ser entre las 12 y la 1 de madrugada. El criado de la bofetada en casa de Anás, viene caliente por aquella pregunta de Jesús: si he hablado bien, ¿por qué me pegas? a la que no había podido contestar porque no tenía respuesta. Y contagia a los otros criados de la casa de Caifás y los predispone contra el preso.
          Los criados se habían encontrado con un preso al que tenían que custodiar durante esa noche, y por tanto les molestaba para su propio descanso. Y se juntan unas causas con otras, y optan por pasar el tiempo divirtiéndose a costa del preso. Y ya se sabe que la chusma es proclive a lo hiriente, a hacer daño. Y surge el cabecilla de turno que se las da de enterado: Jesús tenía fama de profeta. Pues ¡a jugar con el profeta y que les averigüe…!
          Y se lo llevan a un banco de piedra de aquel patio y le vendan los ojos, y se ponen a pegarle bofetadas y a pedirle que averigüe quién le ha pegado. Otros le escupen al rostro. Otros le tiran del pelo y de la barba, y proferían muchas injurias (Lc.22,63-65; Mc.14,65). Jesús era para ellos un pelele, un hazmerreír…, un preso al que ni Anás le había tenido respeto. Por tanto era muy fácil burlarse de él.
          Jesús no reaccionó. Se mantuvo como cordero llevado al matadero, sin balar. Lo cual, al principio excitaba más el deseo de hacerle daño, pero acabó aburriéndolos y le quitaron la venda y lo dejaron como cosa perdida.
          En el patio, en la parte de la entrada, estaban las mujeres calentándose en un fuego que habían hecho. Allí se presentó Juan y Pedro. Juan conocía a la portera y le pidió que dejara entrar a Pedro. Y Pedro, con el ansia de ver qué pasaba, se sentó al fuego y seguía a distancia aquellas burlas y jolgorio de los criados. Y naturalmente estaba nervioso y tenso, de modo que malamente podía disimular su estado interior.
          Pero esto es ya otra Pasión paralela en Jesús, y lo dejamos para otro día.

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