viernes, 29 de marzo de 2019

29 marzo: Dios abierto al perdón


LITURGIA
                      Una vez más la invitación de la liturgia es a CONVERTIRSE. Os.14,2-10: Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste con tu pecado. Lo novedoso de este día es que se afirma como un hecho que Dios perdona. Nuestra salvación no viene de las fuerzas de fuera ni de nuestras propias fuerzas. La salvación y el perdón nos viene de Dios: En ti encuentra piedad el huérfano. Y tomando el discurso Dios en primera persona, dice: Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, seré rocío para Israel… Y va poniendo comparaciones para expresar la bondad de Dios, que está abierto a recibir al que se viene a él suplicando el perdón.
          El evangelio (Mc.12,28-34) nos lleva a la fuente esencial de nuestra relación con Dios, y lo que es la base de esa relación: el primer mandamiento. Escucha  Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Y amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda tu mente y con todo tu ser. Y para que ese mandamiento esté avalado por una actitud comprobable, añade Jesús la segunda parte: El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como  a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que éstos. La conversión empieza por ahí. El Señor estará de parte de quien viva esos mandatos.

          [SINOPSIS, 307 y 311; QUIÉN ES ESTE, pags. 118 a 120]
          ¿Cómo sonó en los oídos de Jesús aquel grito furioso de la turba: ¡Crucifícalo!  Sabía Jesús que iba a morir en cruz. Lo había anunciado varias veces. Pero oírlo ahora con aquella inquina de labios de gentes a las que él nada malo les había hecho, era de mucho más dolor. ¿Cómo resonó en su corazón aquel odio sin razón? Ya sabía él quiénes habían promovido aquello. Y más le dolía porque eran los representantes religiosos y mentores de la religión del pueblo los que estaban detrás. Y había sido en la humillante comparación que Pilato había hecho, poniendo el dilema entre Jesús y Barrabás. Porque ni siquiera así, había merecido Jesús la gracia de su perdón.
          No sabemos si a Jesús le llegó la noticia del arrepentimiento fallido de Judas. Era otro motivo de dolor si supo que aquel discípulo hasta hace unas horas, se perdía por su mala acción y su mala cabeza. Él lo perdonaba. Él querría a toda costa mostrarle a aquel hombre desesperado que más allá de su felonía estaba el corazón lleno de amor y compasión. Lo más seguro es que Jesús no lo supo. Su situación lo aislaba por completo del mundo exterior. Junto a sí sólo tenía a sus acusadores, y a aquel pobre hombrecillo de Pilato, incapaz de ser un juez imparcial en medio de su causa.
          Pilato ha perdido los papeles. Cuando no se toma el toro por los cuernos, se acaba cogido. Y Pilato ha intentado nadar y guardar la ropa. Y –por lógica- le ha salido mal. Ahora no sólo ha perdido la batalla sino que le han descubierto su debilidad. A partir de aquí sólo es recular, intentando salvar la situación, pero con la partida perdida de antemano.
          Como no ha podido salvar a Jesús a base de ponerlo en parangón con Barrabás, el sedicioso, ahora da otro resbalón con la decisión más ilógica. San Lucas (23,16) nos dice en mínimas palabras la absurda decisión del presidente. En el versículo anterior se nos dice que Pilato ha concluido que  ninguna culpa de la que le acusáis he encontrado en él; nada ha hecho digno de muerte. Y a renglón seguido: Lo soltaré, por tanto, después de castigarlo. Y el lugar paralelo en Juan (19,1): Por esto Pilato mandó entonces azotar a Jesús. No había ninguna culpa de la que le acusaban. O dicho de otra manera: es inocente, sin culpa. La ilógica es “lo soltaré, por tanto, después de castigarlo”, pues la pregunta que salta a la vista es: castigarlo ¿de qué? ¿De que no hay ninguna culpa? Si además el castigo que le iba a dar era el de los azotes, castigo infamante e inhumano, mucho peor. Pero esa fue la salida vergonzante del juez. Verdaderamente que Pilato no quería cuentas con LA VERDAD y se desenvolvía en un estadio de mentiras y claudicaciones. Pilato estaba actuando con una política que sólo buscaba ya salvar su dignidad, sin darse cuenta que cada paso que se estaba sucediendo era un fracaso nuevo y que quedará totalmente derrotado, ridículamente derrotado.
          No hay más dato concreto sobre la flagelación. Sólo nos consta la condena y por tanto el hecho que sucedió a la condena. Nosotros pararemos nuestra atención en ese punto, tratando de reproducir lo mejor posible esa barbaridad que se cometió con Jesús.

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