martes, 19 de marzo de 2019

19 marzo: SAN JOSÉ


LITURGIA
                      Hoy celebramos la solemnidad de San José, el santo que recibe un culto especial por su relevante posición en la Historia de la salvación.
          San José, por haber ejercido las funciones de padre de Jesús, es Patrono de muchas situaciones de la vida de la Iglesia. Es Protector de la Iglesia, patrono de los padres de familia, Patrono de los Seminarios de sacerdotes, patrono de los trabajadores (él fue un obrero), patrono de la buena muerte (porque estuvo asistido por el mismo Jesús), y diversos patronazgos más.
          En la liturgia del día aparece como descendiente de David, y el enlace que da a Jesús la descendencia mesiánica (2Sam,7,4-5.12-14.16). También la descendencia de Abrahán, en cuando que es hombre de fe, que creyó contra toda razón humana (Rom.4,13.16-18.22), cuando se le anunció el embarazo de su esposa, sin que él hubiera tenido parte alguna, y que el hijo de María procedía de la obra divina del Espíritu Santo. (Mt.1,16.18-21.24).
          Yo me fijaría hoy en José silencioso, precisamente cuando el mundo de hoy anda vociferante y en quejas por todo. De San José no conservamos ni una sola palabra en todos los momentos en que los evangelios hablan de él. Por el contrario él actúa siempre en absoluta obediencia y fe, realizando al pie de la letra lo que Dios le comunicaba en sueños o por medio de un ángel, sin tomar nunca una decisión por su cuenta. José, que en el silencio de su vida, acaba siendo el hombre justo y venerado por su excelsa santidad. Y precisamente por su silencio, no se equivoca.
          Un ejemplo para la persona de vida interior, que quiere conocer los caminos de Dios.

          [SINOPSIS 294, Jn.; QUIÉN ES ESTE, 101]
          Prendido y maniatado Jesús, fue llevado a empellones  primeramente a la Casa de Anás, aunque ya él no era el sumo sacerdote. Era el suegro de Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año. Anás no significaba nada en ese momento y sólo San Juan lo menciona (18,13-14 y 24). Se piensa que fue una deferencia a su cargo anterior de sumo sacerdote, y que realmente vivía en sitio aparte que Caifás.
          Aquí se bifurcan las narraciones. La de Juan, que se detiene en el interrogatorio de Anás, y los sinópticos que ya se refieren al juicio de Caifás y el senado religioso judío, el Sanedrín de los ancianos del pueblo.
          Si seguimos a Juan, nos detenemos en Anás, hombre lleno de prevención contra Jesús.  Jesús lo había callado varias veces en sus intervenciones, y ahora Anás tomaba venganza. Y lo primero que le pregunta es por  sus discípulos y por su doctrina. Jesús elude hablar de sus discípulos, porque ¿realmente qué podía decir ahora mismo de ellos? Y sobre su doctrina, ¿qué podía decir en estas circunstancias y en una respuesta de síntesis? Optó por remitirse a lo que él había hablado en público, en el Templo y en la sinagoga, y que por tanto ahí quedaba bien a las claras su doctrina.
          La respuesta no era evasiva. Intentaba responder de una manera que el propio Anás conocía, y en la que había presentado batalla tantas veces. Y en realidad dejaba claro que no había nada de secretismo en su enseñanza.
          Anás debió titubear porque el acusado llevaba toda la razón. Y el criado que vigilaba, quiso sacar del apuro a su jefe, y le asestó a Jesús una bofetada, y le espetó con otra pregunta: ¿Así hablas al pontífice? Si nos atenemos a la señal que queda en la Sábana Santa en la mejilla izquierda de Jesús, la bofetada debió ser por detrás y con la mano izquierda vuelta. A Jesús le vino sin poderla esquivar, y de seguro que le tambaleó, porque debió ser un golpe muy fuerte como para amoratar el pómulo izquierdo.
          Jesús se rehízo y esperó que fuera Anás quien saliera en defensa del respeto que merece un preso, y más en la presencia del que le interroga. Pero Anás dio por bien dado el golpe y no dijo nada. Entonces es Jesús el que pide una explicación al criado: Si he hablado mal, di en qué; y si no, ¿por qué me pegas?
          No había explicaciones para todo aquello y ni el soldado dijo nada ni Anás intervino. Dio por cerrado el interrogatorio, que a él, por lo demás, no le correspondía, y envió atado a Jesús a la casa de Caifás, que era el sumo sacerdote.
          Como puede verse aún no ha comenzado el juicio oficial. Pero ya se vislumbra el sesgo que va a llevar este proceso (por llamarle de alguna manera).

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