martes, 12 de marzo de 2019

12 marzo: La palabra produce efecto


LITURGIA
                      Una consoladora afirmación que nos hace el Señor por medio de Isaías (55,10-11): La palabra que Dios pone en nosotros no vuelva vacía a él. Tiene efectos. Y la compara con la lluvia que viene sobre los campos para hacerlos germinar, y luego se evapora. Produce en el campo semilla para hacer el pan y que pueda comer el labrador. Luego esa lluvia se evapora para volver de nuevo sobre los campos, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con la Palabra de Dios que nos trae su Gracia y actúa en nosotros para que demos fruto de buenas obras, que suben al cielo y provocan nuevas gracias de Dios para seguir el ciclo de la santidad a la que ayer nos llamaba el Señor.

          En el evangelio nos ha puesto el Señor la Palabra que nos enseña a hacer oración, una oración que no se pierde, porque sube hasta Dios y desde él bajan a nosotros los dones de su gracia. Nos enseña a ocuparnos, ante todo, de la actitud de obediencia y adoración a Dios: su voluntad, su reino, el honor de su santo nombre. Luego las consecuencias prácticas en nosotros: la capacidad de perdonar, la resistencia en la tentación, y el perdón que recibimos de nuestras culpas. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del Cielo os perdonará a vosotros. Lo contrario, la falta de perdón al prójimo, origina que Dios no puede perdonarnos.

          [SINOPSIS 271-272; QUIÉN ES ESTE, pag 84]
          Y mientras comían, dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. (Mt.26,21-25). Eso les entristeció mucho y cada uno comenzó a preguntar si era él, y se miraban unos a otros sin saber de quién hablaba (Jn.13,21-29). Y fueron preguntando unos y otros un atemorizado: ¿Seré yo? Jesús dijo: el que mete conmigo la mano en el plato, ese me entregará (Mt). El Hijo del hombre va a ser entregado, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado; más le valiera no haber nacido. Expresión terrible que expresa el final de un hombre cuya traición es el hecho que viene a definirle su mismo futuro. Judas tuvo la desfachatez de preguntar si era él. A lo que Jesús respondió con una expresión que no captaron los demás: Tú lo has dicho. Y Jn concreta que Jesús tomó un trocito de pan, lo mojó en la salsa y se lo dio a comer a Judas, ante la pregunta de Pedro, por medio del otro discípulo amado, que se había recostado sobre el pecho de Jesús para preguntarle con intimidad.
          Todo se verificaba en un ambiente de delicadeza en el que Jesús no quiso hacer público quién era el traidor, porque se hubieran echado sobre él el resto de los Once.
          Algún comentarista explica que ese gesto de dar una sopa en la boca de alguien era un gesto de deferencia y amistad. Por tanto no levantaba ninguna sospecha y servía únicamente al discípulo que en secreto había preguntado y en secreto le respondía Jesús. Juan nos indica en su evangelio que tras el bocado entró en Judas el mismo Satanás Ya decía yo en una entrega anterior que Judas estaba endemoniado con los acontecimientos que estaban sucediéndose, y que el caso explotaría. Y fue en este momento en que ya se encontró señalado directamente, y no supo digerir un nuevo gesto delicado de Jesús.
          Todavía Jesús tiene con él una consideración especial porque vio cómo estaba de alterado y que podía ser detectado por los compañeros. Con serenidad, Jesús le dijo: Lo que has de hacer, hazlo pronto. Por eso ninguno de los apóstoles captó la gravedad de la situación, porque interpretaron que, como él tenía la bolsa del dinero del grupo, el Señor le encargaba dar alguna limosna a los pobres o que comprara lo necesario para la fiesta.
          Jn.13, 30 es un solo versículo pero con una profundidad enorme: Y cuando tomó el bocado, él salió a prisa. Y era de noche.
          Conociendo el estilo de Juan, bien se comprende que no se refería a la noche cronológica, o no era ese el sentido primordial de la afirmación. Había otra NOCHE mucho más tremenda en el corazón de aquel hombre y comenzaba la terrible noche de la Pasión. Porque Judas iba tan despechado que, evidentemente, aquella salida de prisa le conducía a su objetivo claro de acabar de una vez con la situación.
          Otra cosa es que Judas pensara que aquella entrega que él hacía podía acabar en la muerte de Jesús. Más bien intentó apartarlo de su fallida misión mesiánica –así lo pensaba él-, y entregarlo era la manera de que lo apresaran y lo dejaran así fuera de combate. Por eso cuando condenaron a muerte a Jesús, intentó deshacer el trato. Pero ahora mismo, su alma vivía una oscura noche.

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