miércoles, 27 de marzo de 2019

27 marzo: Los mandamientos siempre válidos


LITURGIA
                      Lo moderno es vivir muchos a su propio antojo. Para ellos nada es pecado, o aunque lo fuera, no entra ya ese concepto en la falta de conciencia de esos muchos. Frente a esa actitud, la 1ª lectura –Deut.4,1.5-9- nos presenta Moisés su enseñanza al pueblo, que él trasmite de parte de Dios: escucha los mandatos y decretos que yo os enseño a cumplir; así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres os va a dar. Yo os enseño unos mandatos y decretos como me ordenó el Señor mi Dios, para que obréis según ellos, en la tierra en que vais a entrar. Guardadlos y cumplidlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra prudencia ante los demás pueblos. Lo que distingue y da valer a ese pueblo es seguir los mandatos de su Dios.
          Y para que no se piense que eso se quedó para un pueblo primitivo, cuando llega Jesús para establecer la Palabra definitiva, la que ha de vivir el nuevo pueblo de Dios, los cristianos, los miembros de la Iglesia, dice: No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a llevarlo a plenitud. Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno de los preceptos menos importantes, será el menos importante en el reino de los cielos.
          “Lo moderno” es, por tanto “lo menos importante” y sus seguidores, “los menos importantes”. Queda, pues que plantearse una actitud de fidelidad a todos los preceptos y orientaciones que nos pone delante Cristo y la Iglesia de Cristo, como su intérprete y continuadora de su obra en el momento actual.

          [SINÓPSIS, 307-308; QUIÉN ES ESTE, pgs. 116-118]
          Hacia las 9’30 Jesús es llevado, con la túnica brillante, por las calles hasta regresar a la Torre Antonia, residencia de Pilato. Una hora en que ya está la gente en la calle, y la burla del “tonto” se hace patente, incluso en los niños, tan propensos a reírse del débil. En las personas mayores surge como el desencanto del que pareció hombre de Dios; o el dolor de las gentes de buena fe, que sufren de ver sufrir, máxime cuando se vislumbra que hay una mala fe por medio.
          Llegaron a Pilato que, aunque flirtea con la situación, todavía se intenta mantener en su posición de juez que administra justicia. Y cuando sale afuera y se encuentra con los exaltados sacerdotes y con Jesús humillado bajo aquel manto, quiere razonar sobre algo que caería de su peso en circunstancias neutrales: Me habéis traído a este hombre como a un perturbador del pueblo, y yo después de examinarlo delante de vosotros, no he encontrado en él ninguna causa de las que le acusáis.  Ni tampoco Herodes, pues nos lo ha remitido. Por tanto, nada ha hecho digno de muerte. (Lc.23,13-15)
          ¿Cuál era la actitud justa de un juez ante esa declaración que él mismo ha hecho? Tendría que  dar un golpe de efecto, hacerse con el preso y quitárselo de las manos a los acusadores.
          Pero ya vimos que Pilato no era precisamente el hombre que buscara la verdad. Chaqueteaba “políticamente” y en vez de poner el asunto en vías de solución, optó por “lo intermedio”: no disgustar demasiado a los sacerdotes y no ser él quien tomara las riendas del caso.
          Y les propuso: Tenéis por costumbre que os suelte uno en la Pascua. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Así lo enfoca San Juan. Los sinópticos no son tan simples en el planteamiento de este tema. San Marcos (15, 6-10) nos dice que, en medio de todo el juicio que se estaba celebrando contra Jesús, irrumpió una turba a pedir lo que solía concederles el preso que pedían.
          Estaba entonces preso un tal Barrabás, un malhechor que había sido cogido en una revuelta en la que incluso había habido un asesinato. Y cuando aquella “turba”, que llega al azar en este momento (y que posiblemente era un grupo de gente bullanguera que venía a hacer fiesta de la costumbre anual), Pilato encuentra la salida airosa de la causa de Jesús. Jesús no ha hecho nada malo. Barrabás es un malhechor. Ponerles el dilema de elegir entre la liberación de Jesús y la de Barrabás, era una jugada favorable para los intereses de Pilato. Sabiendo que los sacerdotes habían entregado a Jesús por envidia (Mt.27,15-18), les deja en el aire la pregunta: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado Cristo? Y Pilato se retiró, convencido de su acierto en plantear el caso así. Dejamos para mañana lo que ocurrió mientras Pilato dejaba deliberar a una turba a la que poco importaba todo.

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