martes, 28 de abril de 2015

28 abril: Final en San Juan -9

Vida gloriosa en Juan. Epílogo final
          Hemos llegado al final de las narraciones de la Vida gloriosa en el evangelio de San Juan. No olvidemos que ya se había puesto epílogo al final del capítulo 20. Luego nos hemos encontrado con la riqueza de ese capítulo 21, y ahora se pone el punto final con un emocionado colofón, que empieza “identificándose” como “el discípulo que da testimonio de estas cosas” del que “sabemos que su testimonio es verdadero”. Es un atestado de veracidad con el que el autor de este capítulo 21 afirma lo que ha quedado dicho. Y en la hipérbole de su entusiasmo por Jesucristo, llega a la hipérbole –un andaluz lo calificaría de exageración andaluza- de afirmar que si se hubieran escrito una por una todas las cosas que Jesús dijo e hizo, creo que no habría lugar en el mundo entero para que cupieran los libros que podrían escribirse.
          Evidentemente ha sido una exaltación emocionada del autor. Pero pienso que de esa expresión hemos de sacar también una enseñanza o unas lecciones. Y yo las traduzco de una forma muy actual –actual en cada momento de la historia- porque esas cosas que Jesús dijo e hizo siguen teniendo actualidad, por cuanto que Jesús sigue vivo y su hacer y decir no se ha agotado con lo que quedó escrito en la revelación oficial.
          Jesús sigue diciendo y haciendo, y cada “discípulo amado” (bien podemos incluirnos cada uno de nosotros en ese calificativo) sigue diciendo verdad cuando expresamos la obra de Jesús HOY en nosotros, en nuestro mundo. Y si cada uno de nosotros escribe “su libro” –su evangelio-, el paso de Jesús por su vida, empezamos a llenar estanterías del mundo con cada presencia y actuación de Jesús en nosotros.
          En nosotros repite Jesús su cambio de agua insípida en vino nuevo; de agua que salta hasta la vida eterna y nos mete en el plano de hijos de Dios. En nosotros se realiza la fuerza del Pan de vida, y en nosotros recibe vista cada “ciego” o es el pecador a quien Jesús no condena. En nosotros Jesús es buen pastor y vid verdadera que tiene que ser podada para dar más fruto. En nosotros Cristo es Luz y es Verdad, y es resurrección y vida… En nosotros muere, en nosotros se repiten las palabras de la cruz, y en nosotros se presenta Jesús para preguntarnos si lo amamos.
          Por eso si cada uno de nosotros escribiera ese camino concreto que tuvo en él la presencia de Jesucristo, en el mundo no cabrían los libros que se podrán escribir en historias tan diferentes pero con una línea definida y alegre que es la mano misma de Jesús, su palabra y sus hechos.

          Cuando aquella comunidad que seguía de cerca a Juan, se pone ante las experiencias que él le cuenta, y llega a tomar conciencia del amor personal con que Jesús acoge a cada uno y actúa en él, empieza a tomar cuerpo y rostro ese “discípulo amado” en esa comunidad y en cada uno de los que componen esa comunidad. No hay que decir que así se compone el “capítulo 22” de este “evangelio”…, de esta buena noticia, en la que ya no se queda uno en “leer” lo que está escrito y ni siquiera en “meditarlo”. Jesús se hace vida en cada nuevo “discípulo amado”, y tenemos la dicha de sentirnos reclinados en el pecho de Jesús, en su costado de puertas abiertas, para penetrar, sentir y vivir los pálpitos de ese Corazón amoroso…, de esa fuerza transformadora en la que nos vamos sintiendo fundidos y abrazados por la fuerza de su misericordia. Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí. ¡Un nuevo libro escrito!

1 comentario:

  1. Liturgia del día
    La dispersión que se produce por causa de la muerte de Esteban –Hech 11, 19-26- tiene una traducción positiva que una vez más pone a las claras que Dios escribe derecho con nuestros renglones torcidos. Y donde la persecución arrecia, los cristianos buscan refugio en otras ciudades. Y hablando o en silencio, su mido de vida y de actuación va siendo un contagio hacia los lugareños, y muchos se van convirtiendo a la nueva fe. Se ve en aquellos hombres y mujeres la acción de la gracia de Dios, y eso provoca mucha alegría, y la acción misionera de Bernabé, que exhorta a todos a seguir unidos al Señor. La personalidad de aquellos creyentes se hace visible –y es “otra personalidad” más grande que la humana natural- hasta el punto de que a los discípulos les empiezan a llamar cristianos, como quienes reflejan en sí la presencia misma de ese Cristo a quien predican o a quien siguen.
    En el Evangelio –Jn 10, 22-30- Jesús se identifica con el Padre, porque sus obras le acreditan. Los judíos le acosaban para que dijera quién era. Y Jesús llega a afirmar que el Padre y Yo somos uno. Y se insiste en la imagen del buen pastor y de las ovejas que escuchan la voz del pastor, a las que él les conduce a vida eterna.

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