miércoles, 15 de abril de 2015

15.- Vida Gloriosa en Lucas - 3

LA MISA del Viernes
en LA ESCUELA DE ORACIÓN,
será ofrecida por
Lola de Burgos Buil
recientemente fallecida.

En el Cenáculo: Una versión diferente
          San Lucas describe el descubrimiento de los discípulos de Emaús en un gesto eucarístico de aquel “caminante” al que le habían pedido que se quedase con ellos aquella tarde. Y apenas descubierto JESÚS, desaparece. Y ellos deshacen el camino a toda prisa con el deseo de dar la noticia a todos los discípulos que están refugiados en el Cenáculo. Cuando creen llevar ellos las primicias, ya es sabido a ciencia cierta que Jesús ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
          Y he aquí que el relato cambia de pronto y de aquella afirmación pasa a la perplejidad de aquellos discípulos cuando Jesús hace su aparición en medio de ellos, con las  puertas cerradas. Porque entonces Lucas parece volver atrás de aquella seguridad y nos presenta a todos aquellos discípulos dudosos. Y más que dudosos, asustados, sobresaltados, despavoridos, creyendo ver un fantasma. Que puede tener su parte de lógica, pero su otra parte de subrayado del evangelista para resaltar que el hecho de la resurrección no fue algo que se vino a las manos sin dificultad.
          Y lo recalcará hasta la exageración, cuando Jesús les muestra por dos veces las manos y los pies, y les invita a palparlo… Y todavía el relato nos lleva a afirmaciones tan originales como las de un resucitado “con carne y huesos” y, en el extremo máximo de ese paroxismo, comiendo pescado y pan.
          Advierto de la diferencia substancial de esta descripción con la paralela de Juan, mucho más sobria, y reducida a solo los apóstoles.
          Aquí en Lucas, más que esos detalles debemos fijarnos en lo que sigue: Éstas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que tenían que cumplirse las Escrituras de la Ley de Moisés y de los Profetas y Salmos, acerca de mí. ¡Ésta es la fuerza de toda esa anterior relación! Estaba escrito desde antiguo, y Jesús ha cumplido todos los pasos; en Él se han realizado todos los anuncios de Dios. Y eso es lo que tienen que palpar y a lo que  tienen que dar crédito.
          Y algo maravilloso: les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Algo que uno quisiera tener, y casi diría uno un “basta”, porque ¿qué puede desear más?
          Y sin embargo sigue la gran catequesis lucana: así está escrito y así debía ser: que el Mesías había de padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día…
          Y había de predicarse en su nombre penitencia y remisión de los pecados… Y vosotros sois testigos de estas cosas.
          Parecería que ya no queda más: entendimiento que entiende las escrituras; afirmación básica del núcleo pascual…, y ellos que –ya a estas horas- son testigos de todo eso como realidad.
          Pues queda aún algo esencial He aquí que yo envío la Promesa del Padre sobre vosotros, el Espíritu Santo como el gran Maestro que va a ir dirigiendo e iluminando… Pero eso no se produce –ordinariamente- de la noche a la mañana. Os toca ahora aguardar y permanecer quietos en la ciudad, HASTA QUE SEAIS REVESTIDOS DE FORTALEZA DESDE LO ALTO.

          Siempre me ha sido de un inmenso valor ese saber “aguardar, permanecer quietos, tener la humildad de la espera. Porque el conocimiento de las cosas de Dios no es fruto del entendimiento y ni siquiera de la oración, sino de esa iluminación de lo alto, que llegará cuando Dios decida.

3 comentarios:

  1. Liturgia de la Palabra
    Los primeros momentos de aquella naciente Iglesia está llena de hechos prodigiosos. (Hech 5, 17-26). Los apóstoles detenidos, la cárcel custodiada y con los cerrojos echados…, y el ¨ángel” que los libera y ellos predican en el Templo abiertamente. “La Palabra de Dios no está encadenada”. Ya podría ser una llamada a saber decir nosotros la palabra oportuna en el momento oportuno, sin que nos avergüence ser portadores de ese tesoro, ni nos amilane que “nos metan en la cárcel” de la mofa, el desprecio o el ridículo.
    En Jn 3, 16-21 un auténtico paradigma de la fe: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por Él. [¡Que todavía permanezca la idea del Hijo-Juez, cuando está dicho lo contrario por Jesús mismo…! A no ser que se entienda como aquí mismo se explica: que el juicio se produce por el encuentro de cada persona ante LA LUZ. Quien vive a las claras, se acerca a la Luz, para que sus obras se vean hechas según Dios: para que no perezca ninguno de los que creen en Él. Y que hay quienes prefieren las tinieblas a la luz y detesta las obras de la luz y no se acerca a la Luz, para no verse acusado por sus obras. Ese tal se ha hecho el juicio de sí mismo sin necesidad de un Juez]. San Juan lo expresará claramente varias veces en su evangelio y sus cartas.

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  2. Ana Ciudad3:17 p. m.

    Dois nos amó primero y "amor con amor se paga".
    Saber que Dios nos ama,con amor infinito,es la buena nueva que alegra y da sentido a nuestra vida,y es la extraordinaria noticia que Cristo resucitado nos envía a anunciar a todos los hombres.
    "Amor con amor se paga", pero amor efectivo que se manifiesta en realizaciones concretas,en cumplir nuestros deberes para con Dios y para con los demás,aunque esté ausente el sentimiento y hayamos de ir " cuesta arriba ".
    Pleno abandono en el Señor,abrazando siempre su voluntad;amarle sin condiciones,sin esperar situaciones más favorables,,en lo ordinario de cada día,y si Él lo permite en situaciones difíciles y extraordinarias. No perser la serenidad ,si las cosas no salen a tu gusto...Porqque habrán " salido " como le convienen a Dios que salgan.

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  3. Los discípulos de Emaús, al reconocer a Jesús Resucitado, regresan en seguida a Jerusalén para reunirse con los demás en el Cenáculo y contarles que han visto al Resucitado. Ellos ahora ya tienen la experiencia de Cristo Resucitado. Difícilmente podríamos predicar a Cristo, si de alguna manera no lo hemos visto y no hemos visto las marcas de su crucifixión.Ninguna evangelización hubiera sido posible sin esta experiencia..nadie puede dar un testimonio sólo de oídas.

    Cristo Resucitado vive con su Esposa, la Iglesia.Desde el Santo Concilio Vat,II se la conoce como Pueblo de Dios. Como cristianos debemos amarla y, desde Ella , anunciar a Cristo al mundo,Jesús afirmó que "son dichosos los que crean sin haber visto"Y, San Pedro bendice a los que sin haber visto a Jesús lo aman y creen en Él. Dos formas de "ver":con los ojos de la cara y con los ojos del alma. Dichosos los que no ven con los ojos de la cara y sí ven con los ojos del corazón; no ven, pero creen. No ven pero aman.

    Ver a Jesús con el corazón es desearlo, amarlo, poseerle, es decir, tener una experiencia de Jesús.La experiencia de Jesús es sentir su cercanía, dejarse transformar por su Espíritu: para que esto suceda es necesario sentir un gran deseo de conocerlo, de verlo, de tocarlo, porque lo amas.Como Tomás que lo amaba con pasión y quería tocarlo para estar seguro de que era Él porque lo necesitaba, necesitaba que Jesús tocase su corazón...Tocó y fue tocado. Palpó sus heridas y creyó. Fue amado y amó.

    Los discípulos en el Cenáculo vieron a Jesús Resucitado y se asustaron porque creyeron que era un fantasma o una trampa del maligno; cuando realmente experimentaron a Jesús es cuando interiormente se sintieron transformados, cuando se sintieron llenos del Espíritu Santo, cuando ellos mismos se sintieron resucitados.

    Lo mismo nosotros: sólo podemos ser testigos de la resurrección si hemos "visto"a Jesús Resucitado, si nos hemos dejado tocar por Él y si nos sentimos personas resucitadas. No es suficiente recitar el Credo de los Apóstoles y celebrar la Liturgia pascual, es necesario tener la experiencia de que Cristo vive y está ahi., que es tu Amigo del alma , tu tesoro.Tampoco importa que hayamos tocado su cuerpo, lo que importa es que nosotros nos dejemos tocar por Él. Cuando estamos ante el Sagrario, no le vemos pero desearíamos verlo...Él nos ve a nosotros, nos sonríe y nos bendice...

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