viernes, 10 de abril de 2015

10 abril: La era de la resurrección, en Marcos -3

Vida gloriosa en San Marcos - 3
          Continuando el tema de ayer.
Cogerán serpientes en sus manos, o si bebieren veneno, y no les dañarán. Es vivir en medio de la vida y no dejarse inficionar por la vida. Porque el cristiano no vive en otro país –en país de hadas-, ni en ciudades diferentes, ni en sociedades resguardadas de peligros de cualquier clase. Es la fe la que les hace vivir en medio de las serpientes, y pese a las ponzoñas mortíferas que rodean, sin que les dañen. Son como palomas que en medio del barro no se dejan manchar. Y tienen que manejarse entre todo ese tráfago de inmundicias, o simples vanalidades… Y no sufren daño, porque se sitúan en otro plano, ven con otros ojos, viven el vuelo sublime de almas renovadas con el ímpetu de la Resurrección. Pueden entrar esos venenos que el creyente sincero no quiere, pero pronto escupe esa ponzoña dañina, sin que le llegue a dañar. Y el mundo que vivimos no es precisamente un mundo limpio, honrado, ejemplar. Más bien nos llegan las noticias de una podredumbre generalizada (al menos en lo relevante social) que –cuando menos- induce a la sospecha de qué mundo real es del que estamos viviendo rodeados. Y no digamos ya en el orden religioso, espiritual y cristiano. Pues en ese mundo, el creyente ha de dar la señal de inmunidad ante todo eso, y sobrevolar ese espacio contaminado que tiene a su alrededor.
          Pondrán las manos en los enfermos y sanarán. Que está muy en consonancia y consecuencia exigida respecto de lo anteriormente dicho. El creyente –y hablamos de creyentes en la Resurrección (que es base de nuestra fe)- no sólo sobrevuela las “zonas venenosas” de este desierto de la vida, sino que tiene que llevar a otros el signo salvador y liberador. [Serpientes venenosas del Éxodo, cuya picadura era contrarrestada por el estandarte hecho por Moisés]. El creyente tiene su fe como un signo puesto en alto, que no sólo no se contamina sino que ese signo –ya es la realidad misma del Resucitado- viene a ser vacuna frente a la enfermedad de nuestra sociedad y de nuestro mundo.
          “Enfermos” deprimidos, desesperanzados, sufrientes por mil causas (más o menos objetivas o subjetivas), que están necesitando del testimonio alegre y esperanzado del que cree en el triunfo del Resucitado.
          “Enfermos” del espíritu, revolcados en sus pasiones y ahítos de goces humanos, porque no han olido otro horizonte…, a quienes hay que llevar la medicina, el antídoto, la esperanza, la alegría, el reconocimiento de valores personales que están mucho más allá y más hondos en el espíritu de esas mismas personas frustradas de la vida.
          CREYENTES y APÓSTOLES que no se refugian en sus iglesias y sacristías, sus rezos y sus velas encendidas…, porque han descubierto un horizonte ancho como el mismo mundo…, un sol que alumbra el globo terráqueo, y siempre luce en un hemisferio. Que admite nubes y aun eclipses, pero que siempre albergan la esperanza del tiempo siguiente, porque saben que por encima de las nubes, el cielo siempre sigue azul.

          Todo esto, y mucho más, da la fe en la Resurrección. San Marcos pone ese horizonte para abrir hacia ese otro nuevo mundo que supone el Misterio Pascual. Y en vez de pararse en narraciones de apariciones, nos dice cómo se está apareciendo Jesucristo en cada creyente, y cómo cada creyente debe ser APARICIÓN DE CRISTO  al mundo en el que vive.

4 comentarios:

  1. Liturgia del día
    Dos grandes narraciones en las lecturas de la Misa de hoy: Hech 4, 1-12, con el interrogatorio a Pedro y Juan por la corazón del lisiado del Templo. Cosa que ya advierten los dos apóstoles que es una anomalía: porque le hemos hecho un bien a este hombre, nos interrogáis. Y ahí toma pie para poner ante los oídos de aquellos jueces lo que no quisieran oír: Pues que quede claro a vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesús Nazareno, al que vosotros crucificasteis, y Dios lo resucitó de entre los muertos: POR SU NOMBRE se presenta éste hoy sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular. Bajo el cielo no hay otro nombre que pueda salvarnos.
    El Jn 21., la pieza maestra por excelencia de ese 4º evangelio, se describe la 3ª aparición de Jesús a sus apóstoles, siete en concreto, aunque sólo se dan nombres de cinco. Hombres que están en la vida diaria, en ese paréntesis que supone haber estado de seguidores diarios de Jesús y ahora encontrarse un tanto en el aire, pero teniendo que vivir. Simón Pedro se decide a irse a pescar y los otros se le unen. Pero el pescado no acude y se pasan la noche en el intento. Es desde la orilla desde donde un desconocido les indica dónde echare las redes. Y es entonces cuando obtienen una gran pesca. Bajo el Cielo no hay otro nombre que pueda salvarnos sino el de Jesús… Y un discípulo, al que Jesús tanto quería, descubre el misterio de aquella pesca inesperada: ES EL SEÑOR. En efecto, aunque todavía velado bajo las brumas –y no sólo las del amanecer- ellos llegan a tener conciencia de aquella Presencia… Todos los datos convergen en que el personaje de la orilla ES JESÚS: las brasas ya preparadas, el pescado que ya estaba asándose antes de llegar ellos con su pesca, la delicadeza de contar con lo que ellos han pescado, aunque ya está el otro preparado sobre las brasas…, todo converge en esa seguridad de la fe, por la que ni tienen todo diáfano, ni se atreven a preguntar… Pero más allá de esas evidencias, SABEN QUE ES JESÚS.
    Una “visión” o experiencia de fe mucho más cercana a la nuestra que a las evidencias de tenerlo todo a la vista.

    ResponderEliminar
  2. Ana Ciudad5:21 p. m.

    "ES EL SEÑOR".El amor de Juan distinguió al Señor en la orilla. El amor de un corazón limpio ve aún de lejos el rostro del Señor.
    Por la noche , por su cuenta, en ausencia de Cristo habían trabajado,inutilmente. Han perdido el tiempo. Por la mañana con la Luz ,cuando Jesús está presente, cuando ilumina con su Palabra ,cuando orienta la faena, las redes llegan repletas a la orilla.
    A nosotros nos ocurre lo mismo. Junto a Cristo, cuando lo tenemos presente,los días se enriquecen.En ausencia del Señor ,el día es noche; el trabajo estéril,un día más en la vida. No bastan nuestros esfuerzos, necesitamos a Dios para que den fruto.El dolor, la enfermedad, las dificultades que aparecen en nuestro camino, junto a Jesús se convierten en un tesoro que permanece más allá de la muerte ;junto a Él todo se torna en un mundo de posibilidades de hacer el bien.
    .

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. Los de Emaús estaban derrumbados. Lo sucedido en Jerusalén los dejó sin luz. Caminaban al lado de Jesús, oían su voz y no lo reconocían...Porque lo habían visto crucificado. Una cosa muy buena guardaban en su corazón: su amor, su admiración y los recuerdos inolvidables de su Doctrina y de sus milagros; ellos querían olvidarle y no podían...Lo recordaban como un "profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo". Estaban escandalizados...Cuando llegaron a casa, necesitaban seguir hablando con el misterioso caminante y, le ofrecieron comida y descanso...Sentados en la mesa, tomó el pan y lo bendijo y, a los dos se les abrieron los ojos cuando lo vieron partir el pan, ¡oh Dios!¡ pero si es Él, Jesús Resucitado! Ya no estaba; habia regresado a su tiempo...¿ Dónde lo podemos encontrar? Partiendo el pan entre los más pobres y resucitando en cada hombre iluminado por la fe. Se puede estar muy cerca de Jesús, podemos conocer las Escrituras, podemos escuchar su Palabra, podemos oir su Voz, pero si no tenemos esa fe interior que nos ilumina y nos revela a Dios, podemos estar ante Él y no reconocerle. Señor, Jesús,que busque siempre tu Presencia y que me mantenga alegre y que sea capaz de irradiar esta alegría a las personas que están solas y tristes.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!