martes, 20 de enero de 2015

20 enero: ¿Norma o fe?

El sábado para el hombre
          La 1ª lectura (de la carta a los Hebreos, 6, 10-20) es una afirmación de la fidelidad de Dios, que sella con juramento por mí mismo (lo más que se puede afirmar), que tiene cuidado y compasión de los suyos. De ahí que podemos vivir la esperanza cierta de su obra con nosotros.
          De alguna manera está realizado eso en el Evangelio de hoy (Mc 2, 23-28) en el que hace crisis el pensamiento farisaico ante los modos de Dios, que van siempre mucho más altos.
          Los apóstoles han hecho algo tan instintivo y normal como es tomar unas espigas, al paso por unos sembrados, triturarlas entre las palmas de las manos y comerse unos granos de trigo. No se trata (en este evangelista) de que tuvieran hambre, sino de un gesto común que se hace casi sin pensar, y resulta gratificante. [Como yo lo he vivido en primera persona, lo entiendo muy fácilmente].
          Pero allí aparecen los fariseos para recriminar el hecho, porque es sábado y no es lícito hacerlo. Jesús les va a explicar de una forma contundente que las normas no se han dado para esclavizar a la persona sino para ayudarle. Porque el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado.
          Y se va nada menos que a un suceso protagonizado por el venerado David: cuando un día, regresando de una batalla, él y sus hombres están desfallecidos, vienen a pedir comida en casa del sacerdote Abiatar. A Abiatar le coge en blanco. No tiene nada que darles, y los únicos panes que hay allí son los ofrecidos a Dios. Diríamos, “consagrados” al culto.
          David considera que ese momento no tiene más salida que tomar esos panes. ¡Se ha saltado la norma, y no cualquier norma. Pero en ese momento prevalece la necesidad de aquellos soldados. Por tanto la norma no se niega pero tampoco es superior a la necesidad.
          Jesús concluye, pues, a los fariseos que el sábado está instituido para bien y no para atosigar. Aparte, y aquí ya son palabras reveladoras: El Hijo del hombre es también señor del sábado. Por tanto, vale más el bien que la regla.
          ¿Tiene esto un sentido práctico? –Evidentemente. Podemos revisar nuestras prácticas, nuestros rezos, nuestras costumbres. En la medida que nos hagan “señores” de nosotros mismos porque tras esas cosas hay un compromiso cristiano eficaz, valen.
          En la medida que hacen de tapadera que nos “justifica” para seguir con eso y no complicarnos más, nos engañan. Porque somos señores del sábado y más allá de la parte tranquilizadora de nuestras prácticas, hemos de estar atentos a nuestros compromisos con la verdad del evangelio. Precisamente ésta es la nueva evangelización.
          Los fariseos se quedaron en sus trece. A ellos les importaba poco el fondo… Se cubrían las espaldas con sus prácticas, que ellos habían acomodado a su “religiosidad”. Una vez que “el hombre cumplía el sábado”, ya no entraban en más, ni querían entrar en más: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

          Ya tenemos materia que revisar.
           Con el Dios, fiel a sus promesas, ya llevamos mucha respuesta con nosotros.

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