viernes, 2 de enero de 2015

2 enero 15: JESÚS ES CRISTO

JESÚS ES EL CRISTO
                He ahí el punto de partida de la primera lectura y la base de nuestra fe: confesar que JESÚS ES EL CRISTO. A partir de ahí nos entendemos en el mismo idioma. Y cuando no se afirma decididamente esa realidad estamos fuera del tema, porque quien lo niega es mentiroso, y no se pude dialogar con la mentira porque sería un despropósito.
                Nosotros partimos de esa gozosa realidad, en ella nos apoyamos, con esa base y punto de partida caminamos.
                Y a partir de ese fundamento Juan nos centra en una llamada esencial: que la vida del seguidor de Cristo no es como la quien “marcha detrás” como un segundo ser que va a la zaga. La tesis de Juan es la necesidad de permanecer EN ÉL. Y eso significa entroncarse en Él, ser una masa con Él, ser INJERTADO EN SU TRONCO, recibiendo su misma fuerza, su misma savia…, y por tanto teniendo sus mismos sentimientos y sus mismos pensamientos, su mismo estilo. Será ese modo de “hacerse una sola planta con Él” y llegar a continuar nosotros, en nosotros y hacia afuera, su misma obra. Eso es lo que aprendisteis desde el principio. Y eso será lo que dará plena confianza en nosotros mismos.
                              
                Respecto del Evangelio de hoy damos nuevamente con la confesión de sí mismo que hace Juan Bautista cuando le abordan para preguntarle quién es, Tanto esperaban al Mesías que ven en el Bautista unas formas y palabras que bien podrían ser ya mesiánicas. Juan no se aprovecha del error sino que confiesa abiertamente que él no es el Mesías, ni Elías, ni otro personaje antiguo; que el Mesías viene detrás y que él sólo es una voz que clama para que se le preparen bien los caminos a la llegada del libertador.
                Su bautismo –el de Juan-es sólo con agua, sólo simbólico, como una expresión exterior de una disponibilidad de cambio. Juan no se considera ni digno de ser un siervo de ese Mesías que va a venir.

                Es claro, pues, que entra de lleno en el tema de la 1ª lectura: confiesa a Cristo como tal Cristo. Juan no es mentiroso. Es la línea en la que tenemos que progresar nosotros. Evidentemente que el que cree, confiesa a Jesús como el Ungido y Salvador. Luego nos queda llegar a esa realidad de que nuestras formas de actuación lo manifiesten; que podamos servir de testigos a quienes nos tratan, y que ese Jesús que confesamos con nuestra boca y convencimiento llegue a marcar nuestra vida hasta transfundirlo hacia afuera. Al llegar aquí no me queda mucho más que decir, Se trata de “mirarnos al espejo” y ser capaces de que lo que decimos, lo que escribimos, lo que parce que es una convicción absoluta, llegue a ser algo que se puede comprobar a las claras. Y ni siquiera porque lo hacemos nosotros visible, sino porque rezuma solo.
              Todo esto tiene su momento importante en la EUCARISTÍA  de este día, que es la piedra de toque en la que nuestra confesión de fe en el SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO, tiene que ser una auténtica confesión práctica de que nuestras palabras se traducen en obras: recibimos a Jesús, viene a nosotros tal cual es, y ahí dentro nos obliga a sincerarnos, porque otra cualquiera manera de comulgar nos acabaría haciendo mentirosos.

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